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lunes, marzo 10, 2008

Por una sociedad solidaria.


Por una sociedad solidaria.
Por: Mónica Pérez Taylor.

La sociedad está en ebullición y en la medida en que no cesan las atrocidades de la autoridad en nuestra contra hemos unido las causas acompañándonos, asesorándonos, participando democrática, alegre y responsablemente.


A Ludger Kellner
Presidente del Parlamento de Colonias.


La próxima vez que vaya tan a gusto en su coche y se tope con una manifestación, antes de hacer el berrinche de su vida y contabilizar cada segundo perdido como si hubiera tirado a la basura una talega de monedas de oro, convendría que se hiciera una simple pregunta ¿y por qué protestan estas personas?

Desde una visión clasemediera, influida indudablemente por los medios de comunicación, se descalifica a los ciudadanos organizados que salen a las calles considerándolos como delincuentes, rijosos, extranjeros, agitadores o desestabilizadores que sólo ocasionan caos vehiculares sin que se comprenda lo principal: las causas de la protesta.

Quienes parten de estos prejuicios recomiendan a sus conciudadanos que, cuando protesten, lo hagan ante quienes les puedan resolver sus problemas y que, por favor, no afecten a terceros. Qué barbaridad que en una sociedad que debe solidarizarse en estos tiempos de oprobio, haya quienes se rebajen solitos a tercera categoría, ajenos a una comunidad a la que aportan y de la que dependen, quieran o no.

Y como es tan claro que padecemos un Gobierno al que no le importa en lo mínimo la opinión pública y las protestas en su contra, nuestro clamor se vuelca a la sociedad entera en el entendido de que en una comunidad, lo que afecta en mal a unos termina en mal para todos, y lo que se resuelve para bien de unos, beneficiará a todos. Ahora que, si usted no comparte este pensamiento, o no se siente parte de la sociedad y sus problemas, será mejor que empiece a sensibilizarse antes de que se le pudra el hígado.

Si quienes protestan lo hacen en defensa del Bosque de Los Colomos, no es porque los usuarios se niegan a pagar un aumento en el boleto de entrada; eso es simplificar las cosas. Es indispensable tener algo de paciencia, pero también de humildad, pues el tiempo es igual de valioso para todos ¿o no? Es más, sería apreciable si algunos ciudadanos, aunque lleven prisa, se toman la molestia de mostrar su apoyo, pues se trata de preservar nuestro único bosque urbano y de frenar la ambición desmedida de inmobiliarios prestanombres de esos de "muy arriba" con los que "no hay que meterse".

Si son los maestros disidentes quienes le han robado su tiempo, déjese de lugares comunes y mire que si los apoyamos nos podemos deshacer de la medusa que tiene cooptada la educación pública en México. Los peores embotellamientos viales aquí y a diario los ocasionan la incapacidad y la corrupción institucional y no las protestas civiles. Y si son los estudiantes en marcha contra el aumento al transporte los que se interponen en su camino, aunque usted sea propietario de un cochecito, apóyelos, porque de tener un transporte público eficiente y limpio depende que usted siga disfrutando de su comodidad.

Debemos rechazar tajantemente cualquier versión que niegue que Miguel Ángel murió por el arsénico que ingirió al caer al río más tóxico del país, El Santiago. De nosotros depende que la verdad rebase la patraña gubernamental, pues no hacerlo nos convertiría en sus cómplices. Si ya hemos ocasionado un desastre mayor que estamos heredando a nuestros hijos y nietos, quienes tendrán que lidiar y sufrir las consecuencias en pocos años, no seamos ruines, y mejor unámonos todos cuando se convoque a una marcha que exija solución a la contaminación y responsables por esta tragedia.

La resistencia de las comunidades huicholas, nahuas y cocas en defensa de nuestro patrimonio son el mejor ejemplo de organización y acción a emular. Las luchas urbanas son muchas y prioritarias: Colomos, La Primavera, El Nixticuil, el nodo del tutelar, La Ciudadela, la cuenca del río Blanco, los Colomitos, los migrantes, los viejitos, la Barranca, el Parque Morelos, Cajititlán, el Lago de Chapala, La Azucena, el Hospitalito, Las Cañadas. Juanacatlán y El Salto: el perverso desarrollo urbano, la privatización de lo público, la masacre del arbolado, los espectaculares, los salarios de hambre, la inmovilidad urbana, el aire envenenado, el ruido atroz, la miseria extrema de un millón de jaliscienses, la inmoralidad de la clase gobernante; todos, son nuestros problemas y no hay de otra.


La sociedad jalisciense, sin distinción de clases, se transforma a una velocidad que emociona y nada la va a parar, menos los exquisitos que no comprenden que la Ciudad es un espacio para convivir y participar y no sólo un espacio para circular.

O ayudan a resistir o ayudan a apoyar, sentencia Ludger, y lo hemos hecho nuestro lema. Solidaridad, es la palabra clave. La alegría y la esperanza, también.

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