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domingo, marzo 23, 2008

Opinión - Jorge Gomez Naredo

¡No a la privatización de Pemex!

La Jornada Jalisco

Hace 70 años, Lázaro Cárdenas del Río, uno de los pocos presidentes realmente cercanos al pueblo, decidió expropiar la industria petrolera. La respuesta de las empresas inglesas y estadunidenses que habían explotado las riquezas energéticas del país desde el siglo XIX no se hizo esperar. Fueron momentos de incertidumbre y de presiones internacionales, pero Lázaro Cárdenas y el pueblo mexicano resistieron. La decisión fue verdaderamente inteligente. A nivel nacional, las empresas privadas extranjeras que extraían petróleo del suelo nacional tenían conflictos laborales con sus trabajadores: la oportunidad y el pretexto perfectos para expropiar no se podían desaprovechar. Además, el visionario Lázaro Cárdenas había avizorado una conflagración mundial (la Segunda Guerra Mundial), la cual impediría a Estados Unidos centrar su atención en los conflictos de sus empresas petroleras. Así fue como se dio la expropiación que tantos beneficios ha traído al país.

Hoy, la derecha (la misma que protestó por la decisión de Lázaro Cárdenas en marzo de 1938) intenta desandar el camino y entregar los recursos energéticos de la nación a empresas extranjeras. Felipe Calderón, el segundo presidente salido de las filas panistas, busca establecer cambios constitucionales para permitir la inversión privada en Petróleos Mexicanos (Pemex). Una idea absurda, sin lugar a dudas, pues de cada peso del presupuesto del gobierno federal, 45 centavos provienen de Pemex. La intención es clara: a través de una campaña mediática fuerte y llena de mentiras, se pretende convencer a los mexicanos de la necesidad de “asociarse” o “aliarse” con empresas privadas extranjeras para extraer un “tesoro” que se encuentra en las profundidades del Golfo de México.

Pemex necesita inversión, de eso no cabe la menor duda, pero el financiamiento de la paraestatal puede darse con el dinero que se obtiene de la venta del crudo mexicano en el extranjero. Actualmente un barril de petróleo nacional se exporta a un precio de alrededor de 85 dólares; extraerlo cuesta 7: existe una ganancia de más de 70 billetes verdes. De dichos recursos millonarios, una parte (unos 48 dólares por barril) va a dar al presupuesto federal y la otra se maneja con opacidad y al arbitrio de los Ejecutivos federal y estatales. Los excedentes (es decir, alrededor de 30 dólares por barril) bien podrían servir para reinvertirlos en Pemex y olvidar de una buena vez por todas la pretensión disparatada de permitir capitales privados en la paraestatal. Además, si se hubiera estructurado una reforma fiscal eficiente, que hiciera pagar impuestos a las grandes empresas y liberar un poco a los contribuyentes cautivos, habría más recursos en las arcas estatales y parte de las ganancias de Pemex se podrían invertir en infraestructura y tecnología. Pero el gobierno de Felipe Calderón tiene patrones y esos patrones no quieren que la situación fiscal actual se transforme.

Calderón (quien llegó a la Presidencia de la República a través de un fraude electoral y, por lo tanto, es un presidente espurio –además de pelele de los grandes capitales nacionales y extranjeros–) busca privatizar Pemex para pagar favores a los grandes empresarios que lo apoyaron en su campaña electoral. Para llegar a tal fin se ha apoyado en buena parte de los medios de comunicación. Su intención es clara y no cejará esfuerzos por llevarla a cabo.

Solamente hay un gran impedimento: el pueblo mexicano. Una amplia mayoría de la sociedad está en contra de la privatización de Pemex. El pasado 18 de marzo, en el Zócalo de la ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador dejó clara la postura de la Convención Nacional Democrática (CND), la cual aglutina a millones de personas que no reconocen a Calderón como presidente de México:

“Que se oiga bien, lo digo con absoluta responsabilidad: si se entrega la renta petrolera a particulares, nacionales y extranjeros, no habrá forma de mejorar las condiciones de vida y de trabajo del pueblo y se estaría cancelando la posibilidad de transformar a México por la vía pacífica”.

La derecha representada por Felipe Calderón quiere entregar a empresas extranjeras el petróleo mexicano que le pertenece al pueblo. No se puede permitir, por ningún motivo, que se privatice Pemex o que sus ganancias se repartan entre inversionistas privados. Sería un error, un retroceso: se estaría echando por la borda la viabilidad de México como país. La lucha ha comenzado y es para que el petróleo mexicano siga siendo de los mexicanos y para que Pemex sea revitalizado y pueda ser una empresa que funja como palanca de desarrollo nacional.

Las acciones que aprobó la CND el pasado 18 de marzo para impedir la privatización de Pemex van desde un plantón en las inmediaciones de la Cámara de Diputados, cuando se presente la “reforma energética”, hasta la toma de carreteras, aeropuertos y un paro cívico nacional. Son momentos de definiciones, de defensa de la soberanía y de la viabilidad de México como nación. Son tiempos de compromiso. No se puede, bajo ninguna circunstancia, permitir que la derecha despoje al pueblo de México de sus riquezas energéticas. No debemos quedarnos estáticos, indiferentes. Es hora de luchar por el bienestar de las generaciones venideras. López Obrador lo resumió claramente: “[que] el día de mañana no nos reclamen nuestros hijos que no supimos estar a la altura de las circunstancias. Que no nos digan que nos cruzamos de brazos cuando teníamos que estar de pie, defendiendo a la nación”.

jorge_naredo@yahoo.com

::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Peje en 2008::

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