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jueves, marzo 27, 2008

ESTADO LAICO

Roberto Castelán

Público Milenio
27 de marzo, 2008

Para Doña Francis, in memoriam

Dios pague y bendiga”. Así de fácil resulta ahora sellar los acuerdos entre corruptos que se unen para beneficiarse a costa del dinero público.

Por un lado, un cardenal de la Iglesia católica dedicado durante años a denigrar, ofender, insultar y corromper a su propia iglesia y a sus fieles.

Por el otro un gobernador ignorante, abusivo, mediocre, fanático religioso, empeñado en sumir en la ignorancia educativa y cultural a los ciudadanos y en provocar la decadencia económica del estado que gobierna.

Ambos, como delincuentes acostumbrados al saqueo y al abuso del más débil, se pusieron de acuerdo para desviar recursos del estado, es decir, aquellos provenientes de los impuestos pagados por los ciudadanos, supuestamente para construir un ostentoso y antiestético santuario.

Evidentemente, la Iglesia católica, a diferencia de cualquier entidad que recibe dinero público, no va a subir a Internet el uso y destino de los 90 millones de pesos que el gobernador le está regalando.

De esa manera, nadie puede garantizar que el dinero desviado del erario público vaya a destinarse íntegramente a la construcción de un espacio religioso, lo cual es de por sí muy cuestionable, y no vaya a engrosar las cuentas privadas del gobernador y el cardenal.

Es decir, una vez entregados los 90 millones de pesos a una oficina privada para su administración, nadie podrá comprobar si se trata o no de un acto de lavado de dinero. Como los buenos magos, el gobernador y el cardenal se están enriqueciendo con un ingenioso pase de magia hecho a la vista de todo el mundo. La “piadosa donación” de un dinero que no es suyo, puede ocultar un acto de corrupción en beneficio de un funcionario público y de un príncipe de la Iglesia católica.

El antecedente de tan ingeniosa forma de corrupción puede encontrarse en la donación de 67 millones de pesos que el mismo gobernador hizo a una cadena televisiva. Al pasar a manos privadas nadie puede asegurar que una parte de ese dinero no paró en alguna cuenta del gobernador o de algún familiar o prestanombre.

En esta ocasión, la Iglesia y el Estado vuelven a juntarse para aprovechar y abusar de su poder sobre los fieles y los ciudadanos convertidos en proveedores forzosos de las acciones de delincuentes disfrazados de buenos samaritanos.

Usar al gobierno y a la Iglesia para disfrazar el gran nivel de corrupción de quienes los encabezan, demuestra que en pleno siglo XXI, los milagros aún existen.

rcastela@cencar.udg.mx

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