- El consejero presidente del IFE fue asediado por ciudadanos que le exigían su renuncia
- Los cuadernos blancos, herramienta para hallar la fuente de la insatisfacción que hay en México, dijo
A Calddicó
JUAN CARLOS G. PARTIDA Jornada Jalisco 20/01/07
Los cuadernos blancos de la elección que vino a presentar ayer Luis Carlos Ugalde a Guadalajara se los llenaron de vituperios desde que llegó y hasta que se fue de la ciudad.
Muy temprano se presentó a entrevista en una estación radiofónica a la que se le saturaron las líneas de tantas llamadas ciudadanas: “¡Que desvergüenza!.. ¿Cuándo renuncia?.. Echó por la borda el prestigio que tenía el Instituto Federal Electora (IFE)… Son los cuadernos negros del fraude”. Más tarde, en lo que creía iba a ser una sigilosa presentación ante la clase política local del libro editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), le cayó literalmente el chahuistle y debió enfrentar la verborrea, los gritos y carteles de integrantes de organizaciones civiles que se presentaron a manifestarle su repudio y lo encararon por lo que llamaron fraude electoral perpetrado con su complicidad, tan inesperadamente que hasta los refuerzos policiacos del gobierno estatal no previstos originalmente debieron presentarse a calmar los ánimos y custodiarlo.
Los 20 minutos que Ugalde estuvo al aire en Radio Metrópoli fueron un martirio. El presidente del IFE, de buen humor al principio, al final decidió retirarse unos minutos antes del término del programa ante la homogeneidad de las llamadas críticas en contra de su desempeño como funcionario público. Ni una sola, en todo ese lapso, fue a su favor en una tierra donde el PAN ganó la elección presidencial casi al tres por uno sobre la coalición Por el Bien de Todos.
Fue el preámbulo para lo peor. En la librería del FCE y bajo los auspicios de la editora estatal, Ugalde presentó el libro motivo por el cual vino a Guadalajara. Las invitaciones fueron rigurosas y entre el público prevalecieron funcionarios del IFE local, políticos y diputados. Apenas empezaba el funcionario su exposición sobre el contenido del material –que incluye un grueso tomo fotográfico, el libro como tal y un cidí–, cuando el líder del Movimiento Patriótico Democrático Nacional (MPDN), José Luis Sánchez González, lo increpó desde el fondo de la sala, a la que logró ingresar en una táctica de uno a uno que utilizaron al menos otros siete activistas antes de que fueran cerradas las puertas.
“Usted es corresponsable del fraude que sufrimos, le pedimos que al final de su exposición nos permita manifestarle nuestras ideas”, le dijo de entrada Sánchez González. Y Ugalde, atento ante el alud de carteles que aparecieron y los reclamos que se escuchaban, en voz apenas audible pese al micrófono, contestó: “Con todo gusto, yo lo invitaría a que lo hiciera en este momento, es muy importante escucharlo y que tengamos un diálogo respetuoso, lo invito a que nos exponga su comentario”.
El dirigente del MPDN lo acusó de haber llegado al cargo por arreglos entre el PRI y el PAN, bajo los auspicios de Elba Esther Gordillo y con vínculos con la familia Zavala, antecedentes que no garantizaban su imparcialidad al igual que la de otros consejeros “que también respondían a otros intereses de la clase política dominante”. Criticó a viva voz el activismo abierto del ex presidente Vicente Fox ante el cual el IFE “se hizo de la vista gorda” y la participación del capital privado en apoyo al candidato blanquiazul también ante la complacencia del órgano electoral. Por ello, concluyó, si tuviera un poco de vergüenza, presentaría su renuncia.
En respuesta, Ugalde dijo que la lectura de los cuadernos del IFE sirve como herramienta para encontrar la fuente “de la polémica e insatisfacción que persiste en México”. Para ello habló de la organización operativa de la elección y de las condiciones y equidad de la competencia y realizó un ejercicio auto crítico. De lo primero, dijo, que en materia de organización de la elección fue igual al de las elecciones previas con rubros, e incluso con indicadores mejores.
“Una primera lectura de las actas de votación revela que probablemente 47 por ciento de las actas tenían un error de llenado, que no de los votos; en el año 2000 el número de errores fue del más de 50 por ciento. Esos pequeños detalles, inadvertidos en otra elección, ahora son sujetos de un escrutinio muy intenso, y en ocasiones también llevan a suponer que en esos errores humanos puede estar la prueba de una inducción”, dijo.
Afirmó que las condiciones de la competencia electoral fueron en esta ocasión “ambiguas, omisas e insuficientes” en temas nuevos que en la elección de 1996 no existieron, como el “intervencionismo del Presidente de la República” al que calificó de “inapropiado, imprudente y no es apropiado porque en un momento de dificultad política complicó y agudizó la polémica que ya existía en la elección”.
Sobre ello, abundó, sobre la discusión de dicho intervencionismo presidencial. “En la ley mexicana no existe ninguna prohibición para que el presidente o los gobernadores expresen opiniones a favor o en contra de los candidatos durante la campaña”.
En esas iba Luis Carlos Ugalde cuando se empezaron a escuchar golpes en la puerta, ya resguardada por elementos vestidos de civil de la Policía del Estado. Era el resto de los manifestantes, a quienes se impedía el paso, y que al grito de “fraude, fraude, fraude”, intentaban sin éxito ingresar.
Terminada la presentación el funcionario federal fue llevado a la cocina del FCE, donde por espacio de 15 minutos aguardó a que la sala fuera desalojada y a ella volvió para insistir en conferencia de prensa en su mea culpa, en un afán exculpatorio medio año después de la elección. También, ante el cuestionamiento de si el vocal de la Junta Local del IFE, Esteban Garaiz, sería removido del cargo como él mismo lo pidió y luego de su declaración del año pasado en la que concluyó que “las elecciones fueron una cochinada”, Ugalde dijo que todavía se analiza la posibilidad de hacer válida la solicitud de separación que el propio Garaiz hizo.
A Ugalde aún le restaba el trago amargo de la salida de la librería del FCE, al cual debió resignarse ante la persistencia de la manifestación que con pancartas lo esperaba a la salida. Escoltado por policías estatales, el funcionario logró a paso rápido subir a su vehículo y retirarse veloz, vituperado, con sus libros blancos manchados en una ciudad a la que había venido a sacarles lustre.
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