En declive la hegemonía estadunidense
Jornada Jalisco - 18/01/07
Qué ganan los Estados Unidos con los recientes ahorcamientos de Saddam Hussein y sus colaboradores?, la pregunta no es ociosa, sobre todo si entiende que estos juicios deberían leerse como un claro triunfo de la hegemonía del imperio sobre sus opositores. Un triunfo sobre los enemigos de la libertad. Un triunfo a nombre del bien, tal y como lo proclamó el presidente Bush, al anunciar la segunda guerra del Golfo, como parte de su guerra contra el terrorismo. Sin embargo, la sensación internacional al respecto, no tiene sabor de triunfo sino de derrota. Lo que Estados Unidos ha ganado con los ahorcamientos es terriblemente poco y, si comprendemos la situación en una escala de tiempo de largo plazo, Estados Unidos ha perdido mucho, porque los ahorcamientos implican una clara derrota a los valores de la sociedad estadunidense y con ella, a los valores de justicia del mundo occidental.
Para entender lo anterior, hay que reiterar que, en la historia, los imperios pasan por lo menos por tres etapas de desarrollo: un momento de conformación y expansión, una fase de consolidación del poder y un momento de declive. Para alcanzar la fase de consolidación, que representa el apogeo del poder, no basta poseer la suficiente fuerza militar o económica, se tiene que poseer un proyecto cultural, un proyecto de sociedad que le dé sentido al poder. A esta fase de estabilidad imperial se le llama hegemonía, tal como lo señala Kaki Laïdi: a diferencia de la dominación pura, brutal que es la imposición de la fuerza “la hegemonía es inherente a la lógica de la dominación, pero su inspiración es distinta: no se trata de imponer brutalmente las opiniones o los intereses propios, como de legitimar la dominación ante los ojos de los demás. La hegemonía se apoya en la producción de valores que apuntalan la dominación”.
En otras palabras, un inequívoco signo de que los imperios no sólo dominan, sino que influyen sentido y rumbo a sus dominados, es que sus valores sociales se fortalecen con sus acciones imperiales. El gran ejemplo histórico de esta situación de hegemonía consolidada fue el helenismo, un modo de vinculación intercultural e internacional para mantener el orden y la paz, que practicó el imperio romano. En este caso, los valores imperiales, por muy impuestos que estuvieran, fueron capaces de hacer crecer y dar rumbo a las culturas que dominaban. Durante los primeros años de la guerra fría, Estados Unidos consiguió legitimar su pensamiento, basado en la libertad humana y la democracia, frente a una Europa devastada y agotada. Las señales de esta fortaleza, entre otras, fueron: el apoyo inicial a la descolonización de diversos países de Africa y Asia, así como el proyecto de reconstrucción de los aliados y la fundación de las Organización de las Naciones Unidas; pero dichas acciones han sido un bono que se les ha ido agotando a los estadunidenses al pasar el tiempo. Desde el apoyo a diversas dictaduras militares alrededor del mundo, a nombre del anticomunismo, pasando por la escalada nuclear y llegando a la actual política intervencionista e impositiva, cuyo eje es el antiterrorismo, los Estados Unidos han comenzado a dar cuenta del desmoronamiento de su hegemonía, es decir, del desgaste de su discurso sobre la libertad. El poder no es nada cuando le falta sentido, cuando le falta proyecto cultural y una fuerte sociedad que respalde el proyecto de dominación; se vuelve nada más que pura brutalidad.
Con los ahorcamientos en Irak ¿hemos visto fortalecer los valores de la libertad a nivel mundial? ¿Se enorgullece el mundo occidental, representado en gran medida por la sociedad estadunidense, de haber ajusticiado a un dictador criminal?, más allá de los cruentos crímenes cometidos por Hussein y sus colaboradores, sus ahorcamientos no saben a triunfo porque están rodeados de un halo de mentiras, alianzas convenencieras e intereses económicos sobre el petróleo y los energéticos, que todos entendemos, pero que no se difunden en sus espectaculares números de ganancia. No, los ahorcamientos no son el triunfo de los valores occidentales, porque queda en duda la justicia que ejerce el gran juez mundial. Un juez que es injusto, que actúa de manera similar al ajusticiado y que, no obstante, pretende aplicar la justicia. Ese es el problema, que cada vez más, se revela que el discurso de la libertad es sólo un instrumento del poder. Ejemplo supremo de la demagogia internacional.
Por otra parte, tal y como lo he señalado en otras ocasiones, la hegemonía estadunidense, muestra síntomas de declive, porque su propia sociedad –la estadunidense– siente miedo, en lugar de percibir el fortalecimiento de sus valores de libertad. A nombre del antiterrorismo, el gobierno estadunidense está constriñendo las libertades ciudadanas en su propio país. La paradoja es impecable: menos libertad interior, para poder mantener a flote al mundo libre capitalista. Tal y como se va reduciendo la hegemonía de Estados Unidos, los beneficios que perciben los estadunidenses, por ser un nodo de dominación global, también se van reduciendo. Estados Unidos se está quedando con la manifestación mecánica del poder: sus armas convencionales y atómicas, pero está perdiendo su capacidad de ser líder mundial, en la medida que, ni siquiera dentro de su territorio puede mantener señales claras que los valores de la libertad occidental –de expresión, de reunión, de pensamiento, de creencia, etc.– van ganando. ¿Cuál es el saldo entonces de los ahorcamientos en Irak? ¿El fortalecimiento del mundo libre?, lamentablemente no: el saldo es el aumento en las señales de declive de la hegemonía estadunidense.
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