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jueves, enero 18, 2007

Opinión - Carlos Enriquez Bueno

El reino de Midas, al revés

Jornada Jalisco - 18/01/07

Un sólo diario de circulación local anunció el pasado lunes en primera plana: “Los traficantes han infiltrado al gobierno: CIA. Acusan complicidad en el tráfico de drogas y de personas a EU”; “Las alzas afectan a 74% de los mexicanos. Dañan mucho a la economía familiar los aumentos a tortilla, leche y huevo”; “En Zapopan contratan con prioridad a recomendados. Los favorecidos son palomeados por mérito en campaña y parentesco”; “Acaparan el maíz. Porcicultores tienen guardado el grano, denuncian maiceros de Jalisco”. ¡Qué manera de empezar la semana! Más, a la vez, qué representativo mosaico de lo que pasa en el país a nivel federal, estatal y municipal: la descomposición que todo lo toca. Una especie de reino de Midas, al revés. Los saldos del foxismo se muestran con toda su fuerza al ensamblarse con el calderonismo, el cual está estructuralmente impedido para poner un mínimo de orden y credibilidad frente a la debacle, por los compromisos en campaña con las fuerzas más poderosas pero a la vez retrógradas y corruptas que son las últimas interesadas en que nada cambie, donde no sea para incrementar su fortuna o su poder.


La desesperanza de cada vez un mayor número de mexicanas y mexicanos crece como oleaje. Al desempleo, la inseguridad, se agrega ahora la carestía. La gente se muestra extrañada de la amplitud y velocidad de la descomposición, sin un horizonte creíble de mejora, a no ser que se entienda por tal la campaña autopromocional del régimen, y se tome en serio la estrategia espotera del gobierno que todo lo busca resolver con ese aturdidor y mañoso procedimiento.

Gran capital nacional y extranjero, jerarquía eclesiástica y medios televisivos, principalmente, en santa alianza le hacen pagar al pueblo mexicano altas cuotas de privación y sacrificio. Privación en derechos políticos y sociales burlando burdamente el voto; privación de la verdad por la conspiración del silencio y la desinformación, por los linchamientos mediáticos a conveniencia; privación en satisfactores y servicios; privación en libertades de expresión. Vamos, ahora hasta el derecho de pataleo está prohibido. Le hacen pagar a un pueblo responsable y pacífico los costos de las complicidades y ambiciones de poder. Los costos de seguir dominando contra toda ley, razón y justicia.

El gran problema de Calderón y sus complicidades es que ahora está contribuyendo con sus desaciertos a sumar una crisis de carácter social y político, con una de carácter económico. Quiero decir que la gran clave de la dominación priísta durante décadas, descansó en mucho sobre la posibilidad de resolver las crisis en espacios sucesivos, pero no dejar que esos espacios se empalmaran, como todo parece indicar apunta la inercia producto de la irresponsabilidad y la ineptitud.

No es menor la crisis de legitimidad y de hegemonía a la que asistimos, es decir, de la incapacidad de contención del multiplicado descontento en la población. Las señales de fuerza que ha enviado Calderón a través de su presencia con el Ejército, no es sino la otra cara de la moneda de su ausencia de convencimiento y legitimidad en franjas amplias de la población. De su debilidad, pues. De su permanencia con alfileres.

Con esta cascada de aumentos en los precios y el autoritarismo, ha quedado claro el rostro de una derecha bastante impotente e incompetente, pero sobre todo cínica, para enfrentar republicanamente los grandes retos del país de este momento. Su hipócrita denuncia durante la campaña electoral de una violencia en abstracto, imputada como intención a la coalición Por el Bien de Todos, ahora se concreta, medida tras medida, en tan sólo 45 días de desgobierno de quienes prometieron conjurar los peligros. Protectores héroes azules convertidos en verdugos. Por tanto, ha quedado al descubierto quiénes son el verdadero peligro para México, por si alguien lo dudaba.

Y es evidente que los gelatinosos conceptos de democracia, de respeto y de libertad que decía defender como valores intocables tan singulares protectores, tan sólo se manosearon en la campaña del pasado dos de julio para desprestigiar a la mala a un candidato satanizado hasta el cansancio, aún ahora. Y también es evidente que el terco rumbo del programa neoliberal no conduce sino a la privatización, a la pérdida de soberanía nacional (“sin maíz no hay país”) con la profundización del TLC y la venta de garage de los bienes propiedad de la nación, es decir, de todos los mexicanos, al desempleo, a la disminución de derechos sociales, laborales, ciudadanos; al empobrecimiento de la población como soporte para los negocios de los grandes traficantes, los de influencias, los de corruptelas.

A la infelicidad y la frustración de los mexicanos y mexicanas, incluidos los que engañados por la campaña mediática depositaron cándidamente su voto para favorecer a los lobos con piel de oveja. A los pacíficos que ahora golpean por todos lados y con todo. Y que su programa político–económico–social no es otro que el de la exclusión y la polarización, el del mantenimiento de las peores calamidades políticas para todos nosotros, y si no, ahí está la irrefutable fotografía de Calderón junto al gober precioso de Puebla (una imagen diciendo más que las palabras gastadas por la demagogia).

Qué caro le sale al país mantener el andamiaje intocado de ese irritante sistema de complicidades en el que se sostiene la ilegitimidad, el atropello y la corrupción. Lo que prometió Fox combatir lo convirtió en mina de oro para su propio provecho personal y familiar. Y ese esquema no puede más que mantenerse en una versión revisada y ampliada, porque respetar la ley y la voluntad mayoritaria del pueblo de México significa la extinción de los abusos del poder.

¿Quién le finca responsabilidades al duopolio televisivo por los daños causados con una campaña mediática fraudulenta y dolosa que impuso, en medio de sospechas mayúsculas, a una élite que ahora causa estos estropicios y dolores? ¿Quién le finca responsabilidades a una cúpula eclesiástica que bendice y justifica o encubre lo que no tiene razón de ser ni justificación cristiana, empezando por los abusos sexuales, y terminando por la justificación a los aumentos al precio de la tortilla y la violencia que esto representa, pasando por un fraude electoral no resuelto? ¿Quién le finca responsabilidades a los acaparadores quienes criminalmente están encareciendo un producto tan básico como las tortillas, si algunos de ellos están señalados como promotores de una campaña política de conveniencias personales? ¿Quién finca responsabilidades a los barones de las asociaciones empresariales, a los grandes empresarios financiadores de la campaña sucia del dos de julio para imponer un proyecto antipopular y antinacional, cuyo recrudecimiento de daños apenas empieza? Barones que por sistema descalifican una opción de desarrollo independiente, soberano y justo. Barones que ahora sueltan el rollito de que si le va mal a Calderón, le va mal a México. Bisutería ideológica manoseada una y otra vez. Vamos, ni originalidad muestran.

Que quede claro: el incremento en los precios del maíz y la tortilla es consecuencia de una estela de incompetencia oficial, corrupción y codicia sin límite. Los subsecuentes incrementos de precios son consecuencia de lo mismo. Desde la cúspide tecnocrática hay una concepción de guerra económica en la que los únicos vencedores deben ser los grandes capitales, los grandes monopolios, el sacrosanto matrimonio entre políticos poderosos y empresarios igualmente poderosos al costo de lo que sea. Y lo que sea, es el precipicio para la sociedad, según vamos viendo.

Leo la siguiente nota: “Destituye multitudinario cabildo al prefecto de Cochabamba (Bolivia) por abandono de funciones”. ¿Hacia eso quieren empujar con tanta incompetencia, insensibilidad social, abuso de poder, injusticia, corrupción y complicidad? ¿En eso desembocará la sordera de quienes no oyen la protesta del pueblo en las calles?

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