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lunes, mayo 14, 2007

Opinión - Victor Eduardo Garcia

Escritos al caminar

Eros y tanatos. Huevos y tanates. Juegos y talentos. Egos y talantes. Fuego y calmantes montes, incluyendo a Yolanda Montes, Tongolele, porque sí y por el puro gusto de danzar, al azar, Baltasar. Mientras a unas cuadras de distancia: Dios y dios son cuatro / cuatro y dios son seis / seis y dios son ocho / y ocho dios y seis. La vida como excusa y como vida. El mismo día a la misma hora y a unas cuadras de distancia, aquí: en Guanatos, se reúnen los progresistas a bailar y los conservadores a marchar. Los unos nomás porque sí y dizque para reunir fondos; los otros, para manifestarse a favor de la vida. Ambas concentraciones honran a la vida. Mientras, la vida misma, nomás transcurre. Estamos en el ojo de la historia. A lo largo de todo el país, lo que alegra a los progresistas, molesta profundamente a los conservadores: Primero, la ley que regula, en el Distrito Federal, las sociedades de convivencia, entre ellas las de personas del mismo sexo; después, en la misma ciudad, la despenalización del aborto, si éste ocurre durante las primeras doce semanas de embarazo. Su jefe de gobierno y la asamblea de sus representantes ponen en marcha leyes que sitúan a Máxico City como una megaurbe, no sólo moderna, sino también contemporánea de su época y la conflictiva que ésta plantea a sus habitantes. La izquierda gobierna la capital del país legislando a favor de las libertades ciudadanas; exhibiendo de paso el anacronismo hipócrita de la derecha que no admite la normalización jurídica de las relaciones homosexuales, pero que por acción u omisión solapa a pederastas con sotana; y que, por supuesto, se muestra insensible ante las mujeres que se ven obligadas a abortar en situaciones de riesgo, a las que, previamente, prohibió el uso de cualquier anticonceptivo, incluyendo el condón, que evita embarazos y protege contra el sida y sus mortales consecuencias. ¡Qué vida propone la derecha!

El domingo seis de mayo, pues, líderes religiosos a los que en los hechos les interesa un bledo la naturaleza laica del Estado Mexicano y hasta la sentencia bíblica de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, convocaron a la derecha católica, muy ordenada y vestida mayoritariamente de blanco, a tomar la calle y desde los cuatro puntos cardinales avanzar hacia el centro de Guadalajara, para apoyar su concepción de la vida. A la misma hora, en La Mutualista, hombres y mujeres progresistas, la mayoría miembros de la Convención Nacional Democrática, algunos, incluso, representantes del Gobierno Legítimo presidido por Andrés Manuel López Obrador, comenzaban a fatigar la pista de baile con la enjundia y la alegría que ha caracterizado al movimiento en pro de la democracia. Tan activos ellos como nosotros, es la segunda vez en los últimos meses, que llevamos a cabo actos simultáneos. El 25 de marzo, mientras los de la CND avanzábamos hacia El Zócalo, ellos se encaminaban a la Villa de Guadalupe. Nosotros nos disponíamos a celebrar el mitin que clausuraría los trabajos de la segunda reunión de la Convención Nacional Democrática. Ellos, como es su costumbre, se manifestaban a favor de la vida (o sea: de la concepción de la vida en la que ellos creen, con todo derecho, y que, sin derecho alguno, pretenden imponer a todos los mortales). No sé si marcharon con la alegría que caracteriza a las mujeres y a los hombres libres o si lo hicieron molestos por la reprobable conducta de sus antagonistas insumisos o con la natural congoja de quienes viven bajo el temor de Dios. Sí sé que los de la CND marchamos y bailamos con una alegría que, de tan próxima a la felicidad, podría resultar difícil de explicar.

El motivo de la alegría. Para intentar explicar tanta alegría, y de alguna manera retomar mi celebración personal por los ochenta años de Gabriel García Márquez, tomo una idea del maestro colombiano sobre cierta forma de locura latinoamericana, ejemplificada por el coronel Aureliano Buendía, quien emprende la revolución 32 veces y, aunque siempre pierde, no lo abandona la convicción de que, la próxima vez, sí va a triunfar. Y sí: así somos… (¡y vamos a ganar!) Nunca lo he dudado ni lo dudaré jamás. Sobre todo, después de asistir a la segunda asamblea de la Convención Nacional Democrática, cuyo signo distintivo, desde mi punto de vista, fue la alegría desplegada por quienes participamos en ella. Parecía que celebrábamos algo más que el simple hecho de estar reunidos, pero creo que lo más gusto nos dio, fue, precisamente, el hecho de volver a reunirnos y, así, corroborar que el movimiento está vivo y goza de buena salud. Ello en sí mismo podría resultar intrascendente e incapaz de explicar el por qué de tal alegría (el PRI no se ha desmembrado y los priístas no parecen estar demasiado contentos; el PAN consumo el fraude electoral, mantiene su unidad institucional y, sin embargo, el único que luce alegre es Vicente Fox). Podría calificarse esta alegría como un acto irresponsable, estar tan contentos cuando el país está como está… Pero no, debido a que el país está como está, nos alegró volver a vernos e identificarnos como uno de los factores que de manera más directa y decidida, hace frente a un gobierno usurpador, apoyado por un clero perverso y una clase empresarial voraz e inescrupulosa.

La reunión de marzo de la CND fue una ardua sesión de trabajo en la que participaron mexicanos llegados de todo el país. Si bien fuimos menos que el primero de diciembre, hay que considerar que aquella vez fuimos de entrada por salida y que esta última por lo menos hubo que pernoctar una noche en el Distrito Federal. Además, y esto es importante, no fuimos a protestar, sino a proponer. De toda la patria se pusieron a consideración de la Convención acciones y temas de reflexión. Así, lo que percibimos y tanta alegría nos causó es que el movimiento ha madurado y que, sin desdecirse de su origen electoral, evoluciona y se involucra en el análisis y la solución la problemática profunda de la República, la que involucra tanto la conservación de nuestro patrimonio y de nuestro ser laico, como el respeto irrestricto a los derechos humanos y el mejoramiento radical de las condiciones de vida de millones de personas.

En el caso del baile que se organizó con el ilusorio fin de recaudar fondos, el motivo de la alegría, me parece, era otro: Nos urgía vernos con cualquier fin que no tuviera que ver con la lucha en sí. Las redes ciudadanas y ciudadanos independientes no han dejado de reunirse, por lo menos, desde el proceso electoral pasado, que concluyó con la segunda usurpación en menos de 20 años. A veces, las reuniones son enriquecedoras; otras, no tanto: las discusiones son arduas y a veces ríspidas, el avance poco visible. Las acciones publicas invariablemente son pastoreadas por una fuerza policíaca, que si bien no se ha empleado a fondo, no deja de mostrarse amedrentadora. Quizá por eso, todos los que fuimos al baile (de todos los grupos e independientes de todos colores) estábamos tan alegres. La verdad nos hacía falta cierta distensión, distraernos con algo que no fuera la práctica política y tuviera que ver sólo con el simple, aunque al mismo tiempo muy complicado, acto de gozar la vida. Quienes mejor lo entendieron fueron las compañeras, que, sin excepción, llegaron “tirando tiros” de tan elegantes y garbosas como fueron. Salvo por el aspecto económico, la fiesta fue un éxito, un colofón apropiado para la reunión nacional de redes ciudadanas en resistencia que se llevó a cabo el día anterior y un pequeño paréntesis que nos aisló durante una noche de la realidad que queremos cambiar.

La tarde anterior, la del sábado cinco de mayo, aniversario de la Batalla de Puebla, aquella en la que las armas nacionales se cubrieron de gloria, asistimos en compañía de los compañeros que vinieron de México a El Salto y a Juanacatlán a conocer de cerca la problemática del río Santiago. ¿Río? No, los ríos son vida y fomentan la vida alrededor, el Santiago ahora es una cloaca, daña la vida a su alrededor y es causa de muerte. Al día siguiente, además de enterarnos por la prensa que el cardenal de acá declaró la guerra al PRD por la legalización del aborto en el Distrito Federal, supimos con indignación que tres líderes de Atenco fueron condenados a 67 años de cárcel. Carajo, siempre habrá motivos para alegrarse, pero ahora parece que hay más para preocuparse. Así es la vida, pero algo hay que hacer para que sea mejor. (VEG)

notengomail69@yahoo.com.mx

Notas:
Al azar Baltasar es una película francesa de finales de los 50, creo que de Robert Breson.
Lo de Dios y dios son cuatro… es una ocurrencia vuelta canción de cuna por el poeta Orlando Guillén.

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