El Occidental
5 de enero de 2009
Yo no me siento diferente. Y eso que hace unos días vivía en el año 2008 y hoy, dicen, todos lo repiten, habito en el 2009. Las campañas de publicidad me desean (y les desean a todos) parabienes para este año que recién comienza. En mi teléfono celular recibo mensajes de amigos y no tan amigos que me comentan: "Feliz año", "Todo lo mejor para este 2009", etcétera. Pero, ¿qué cambia?, ¿cómo cambia mi alrededor?, ¿cómo cambio yo?
Sin duda un día no transforma el mundo. No hay diferencia entre la noche del 31 de diciembre de 2008 y la mañana del 1 de enero de 2009. Las sociedades occidentales hacen todo lo posible por mostrar que otro año llega, que otros somos, que lo que fuimos ya no lo seremos, o quizá lo seguiremos siendo, pero de manera distinta. Muchas personas toman bríos, energías para enfrentar este novel año. Hacen propósitos: dejar de fumar, comer menos, hacer ejercicio, no enojarse con sus parejas, con sus hijos o con sus padres, aprender inglés, francés o alemán. Algunos otros simple y llanamente desean seguir sobreviviendo. Pero, ¿qué realmente se transforma?
No cambiará, por ejemplo, la desigualdad en el país: los ricos seguirán explotando a los pobres y los pobres se harán más pobres. Quienes hoy "gobiernan" a México continuarán gastando borbotones de dinero en viajes, comilonas y gastos de representación, mientras el pueblo se jode, mientras el pueblo no come, mientras el pueblo brega por el mar de las cuitas. Estados Unidos tendrá otro presidente, pero, ¿acaso se transmutarán de potencia colonial en organización humanitaria? Israel proseguirá bombardeando palestinos y seguirá matando, continuará siendo un gobierno asesino que no es castigado por nadie: las bondades de la impunidad mundial. ¿Qué realmente se transformará en este 2009?
Seguirán muriendo niños por hambre, y adultos y jóvenes y ancianos también. Los países ricos no dejarán sus ganancias por hacer de este mundo un mundo más justo. Los empresarios continuarán pensando en ganar más y más dinero, sin importar la pobreza mundial o los ecocidios, tan comunes hoy en nuestro planeta. Europa seguirá siendo Europa y muchos latinoamericanos, africanos y asiáticos buscarán visitar dicho continente: se impresionarán ante edificios, vías de comunicación veloces y el confort. La mayoría no se enterará que esa comodidad que los europeos gozan es gracias a la miseria de los países periféricos.
En México las mafias seguirán dominando: las mafias de la política y las del narcotráfico. Los discursos de Felipe Calderón serán parecidos a los que dio el año pasado: vamos bien, la crisis nos afectará poco, el gobierno actúa, estamos casi en el paraíso. Pero la realidad no cambiará: la impunidad, la corrupción y la violencia estarán ahí, sin variar un ápice. Los medios de comunicación electrónicos continuarán mostrando programas indignos para la inteligencia.
No sé si peco de pesimista. Pero, ¿cómo no serlo ante lo que veo? En 2006 se cancelaron muchos avances democráticos que pensábamos ganados y garantizados. Quien actualmente usurpa la presidencia de la república prometió empleo, estabilidad económica y bonanza. Y lo que hemos tenido es desempleo, devaluación y desesperanza. Sí, soy pesimista, pero no por lo que pueda o no hacer Calderón: de él no espero nada, siempre me ha parecido un pelele, un tipo inepto e inútil. No, mi desesperanza y pesimismo no es respecto a Calderón y sus mentiras. Mi pesimismo es respecto a esta sociedad que parece dormida, que no se levanta y no exige lo que le corresponde. Hay esfuerzos, y esfuerzos dignos. Pero parecería que una telenovela es suficiente para dormir las conciencias, que un merolico dando las noticias en Televisa o TV Azteca es más letal que las bayonetas y la represión. Sí, soy pesimista, pero guardo mis esperanzas.
Y mis esperanzas se basan en la terquedad, en pensar que aquí, en México, un verdadero cambio se puede dar. En pensar que la humanidad toda podrá transformarse, en pensar que el sistema capitalista (que vive una de sus peores crisis) por fin quedará enterrado y los gobiernos del mundo pensarán que vale más una vida humana que millones de dólares en una cuenta bancaria. Sí, soy pesimista, pero un pesimista que piensa en la esperanza. Y la esperanza es lo que mueve a cientos de miles de pobres en este mundo. Tener esperanza es ir ganando la batalla. Una batalla, por cierto, que no se puede perder.
jgnaredo@hotmail.com
Sin duda un día no transforma el mundo. No hay diferencia entre la noche del 31 de diciembre de 2008 y la mañana del 1 de enero de 2009. Las sociedades occidentales hacen todo lo posible por mostrar que otro año llega, que otros somos, que lo que fuimos ya no lo seremos, o quizá lo seguiremos siendo, pero de manera distinta. Muchas personas toman bríos, energías para enfrentar este novel año. Hacen propósitos: dejar de fumar, comer menos, hacer ejercicio, no enojarse con sus parejas, con sus hijos o con sus padres, aprender inglés, francés o alemán. Algunos otros simple y llanamente desean seguir sobreviviendo. Pero, ¿qué realmente se transforma?
No cambiará, por ejemplo, la desigualdad en el país: los ricos seguirán explotando a los pobres y los pobres se harán más pobres. Quienes hoy "gobiernan" a México continuarán gastando borbotones de dinero en viajes, comilonas y gastos de representación, mientras el pueblo se jode, mientras el pueblo no come, mientras el pueblo brega por el mar de las cuitas. Estados Unidos tendrá otro presidente, pero, ¿acaso se transmutarán de potencia colonial en organización humanitaria? Israel proseguirá bombardeando palestinos y seguirá matando, continuará siendo un gobierno asesino que no es castigado por nadie: las bondades de la impunidad mundial. ¿Qué realmente se transformará en este 2009?
Seguirán muriendo niños por hambre, y adultos y jóvenes y ancianos también. Los países ricos no dejarán sus ganancias por hacer de este mundo un mundo más justo. Los empresarios continuarán pensando en ganar más y más dinero, sin importar la pobreza mundial o los ecocidios, tan comunes hoy en nuestro planeta. Europa seguirá siendo Europa y muchos latinoamericanos, africanos y asiáticos buscarán visitar dicho continente: se impresionarán ante edificios, vías de comunicación veloces y el confort. La mayoría no se enterará que esa comodidad que los europeos gozan es gracias a la miseria de los países periféricos.
En México las mafias seguirán dominando: las mafias de la política y las del narcotráfico. Los discursos de Felipe Calderón serán parecidos a los que dio el año pasado: vamos bien, la crisis nos afectará poco, el gobierno actúa, estamos casi en el paraíso. Pero la realidad no cambiará: la impunidad, la corrupción y la violencia estarán ahí, sin variar un ápice. Los medios de comunicación electrónicos continuarán mostrando programas indignos para la inteligencia.
No sé si peco de pesimista. Pero, ¿cómo no serlo ante lo que veo? En 2006 se cancelaron muchos avances democráticos que pensábamos ganados y garantizados. Quien actualmente usurpa la presidencia de la república prometió empleo, estabilidad económica y bonanza. Y lo que hemos tenido es desempleo, devaluación y desesperanza. Sí, soy pesimista, pero no por lo que pueda o no hacer Calderón: de él no espero nada, siempre me ha parecido un pelele, un tipo inepto e inútil. No, mi desesperanza y pesimismo no es respecto a Calderón y sus mentiras. Mi pesimismo es respecto a esta sociedad que parece dormida, que no se levanta y no exige lo que le corresponde. Hay esfuerzos, y esfuerzos dignos. Pero parecería que una telenovela es suficiente para dormir las conciencias, que un merolico dando las noticias en Televisa o TV Azteca es más letal que las bayonetas y la represión. Sí, soy pesimista, pero guardo mis esperanzas.
Y mis esperanzas se basan en la terquedad, en pensar que aquí, en México, un verdadero cambio se puede dar. En pensar que la humanidad toda podrá transformarse, en pensar que el sistema capitalista (que vive una de sus peores crisis) por fin quedará enterrado y los gobiernos del mundo pensarán que vale más una vida humana que millones de dólares en una cuenta bancaria. Sí, soy pesimista, pero un pesimista que piensa en la esperanza. Y la esperanza es lo que mueve a cientos de miles de pobres en este mundo. Tener esperanza es ir ganando la batalla. Una batalla, por cierto, que no se puede perder.
jgnaredo@hotmail.com
::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2008::
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