Páginas

::::

lunes, abril 09, 2007

Opinión - Jorge Gómez Naredo

Nulos resultados en seguridad

Jornada Jalisco

Al iniciar su cuestionada administración y en un intento por legitimarse en la presidencia de la República, Felipe Calderón, con bombo y platillo, anunció operativos en contra del narcotráfico. A lo largo de sus más de cien días de gobierno ha repetido en numerosas ocasiones una especie de reto a la delincuencia: “Soy el primero en reconocer que esta [la batalla contra el narcotráfico] será una batalla larga y difícil […] que nos va a costar muchos recursos, que nos va a tomar tiempo, que por desgracia tomará vidas humanas [sic], pero es una batalla que el gobierno está absolutamente resuelto a librar sin dar tregua ni cuartel”.

Sin embargo, los operativos llevados a cabo no han sido planeados con detenimiento, no se pensó en las causas profundas que han motivado el narcotráfico ni se buscó una coordinación entre los distintos niveles de gobierno; al contrario, se echaron a andar con premura. La intención, en sí, no ha sido detener el tráfico ilícito de droga o erradicar la cruenta lucha entre organizaciones delictivas, sino mostrar a todo ciudadano (a través de la televisión, la radio y los periódicos) que existe gobierno y está dispuesto a utilizar la milicia cuando sea necesario.

El Ejército, una institución que no había tenido una participación preponderante desde muchos años atrás, al arribo de Calderón comenzó a tenerla. Miles de anuncios de televisión han exhibido la unión del poder civil con el militar; incluso, Calderón se ha vestido con una chaqueta y gorra verde olivo. Las reuniones con las fuerzas armadas se han multiplicado y las declaraciones del secretario de la Defensa Nacional poco a poco han tomado mayor relevancia. En un intento para relacionar signos populares con la institución castrense, los jugadores de las “Chivas” del Guadalajara realizaron una sesión fotográfica subidos en un tanque militar, flanqueados por efectivos del Ejército vestidos con traje de combate. La intención ha sido clara: acostumbrar a la ciudadanía a la presencia militar.

El caso de Ernestina Ascencio, una anciana fallecida en el municipio de Soledad Atzompa, en la región de Zongolica, Veracruz, provocó sospechas e indignación en la opinión pública, pues las pruebas hasta ahora recabadas (aunque lo nieguen la presidencia de la República, la Secretaría de la Defensa Militar (Sedena) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos) indican que murió debido a una violación tumultuaria realizada por elementos del Ejército Mexicano. Ello ha provocado una crisis en la credibilidad de la milicia.

Los operativos en contra del narcotráfico han sido un fracaso. La inclusión del ejército mexicano para perseguir y detener a los capos no ha surtido los resultados esperados y, en cambio, sí ha expuesto a la institución castrense al juicio de la ciudadanía. Las ejecuciones se multiplican en varios estados del país: el pasado viernes, un corresponsal de noticieros Televisa fue victimado en Acapulco. En Sinaloa, Guerrero, Tamaulipas, Nuevo León y Michoacán la situación se agrava día a día. De nada sirven los discursos de Felipe Calderón que, cuando habla de inseguridad, siempre se refiere al Distrito Federal, con la intención de desprestigiar la labor del gobierno perredista en la ciudad de México. La batalla en contra del narcotráfico se está perdiendo y la ineficacia del Poder Ejecutivo está a la vista de todos: no se puede anunciar una guerra frontal contra la inseguridad cuando, lo que en realidad se busca, es la legitimación de un presidente.

Felipe Calderón pretendió realizar una campaña mediática donde los militares se mezclaran con el poder civil. Su intención era mostrar a un Estado poderoso, con capacidad para erradicar uno de los problemas más conflictivos en el país; sin embargo, no se puede gobernar a través de la televisión, es imposible emprender una campaña en contra del narcotráfico sin planeación, análisis y acciones coordinadas. Ahora se están pagando las consecuencias: se han incrementado los asesinatos, las luchas entre cárteles y las ejecuciones de policías y periodistas.

La apuesta de Felipe Calderón era legitimarse a través de la fuerza pública y mostrar en la televisión un gobierno que detuviera y encarcelara a los grandes capos del narcotráfico. Desde la campaña presidencial el PAN y el equipo de Calderón propiciaron una ambiente de total inseguridad para, llegado el momento, aparecer como los salvadores de la paz, el estado de derecho y la certidumbre.

Pero todo salió mal y los resultados están a la vista: ejecuciones sanguinarias, lucha cruenta entre cárteles y un ejército que ha comenzado a ser criticado y se ha puesto en duda su credibilidad y su capacidad para detener al narcotráfico. Cada día, el gobierno de Felipe Calderón (aunque en los medios de comunicación electrónicos pretendan ocultarlo) se desmorona y muestra sus abundantes debilidades. Y ni las constantes campañas mediáticas de la presidencia de la República pueden –ni podrán– contrarrestar este fenómeno.

No hay comentarios.:

radioamloTV