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miércoles, abril 18, 2007

El aborto, entre la farsa y la dura realidad


Ayer, el centro de Guadalajara fue el escenario de una marcha bufa a favor de la despenalización del aborto, misma que logró sembrar el desconcierto entre los espectadores-transeúntes.
ABRIL 18 - 2007
A un sacerdote pederasta “se le puede mentar la madre. ¡Pero un aborto! ¡Es un pecado mortal!”, dijo ayer Jasmín, cuando vio pasar por la avenida Alcalde al padre pederasta y tras él a un centenar de mujeres, hombres, ancianos y niños en la marcha a favor de la despenalización del aborto, una de las primeras que se realiza en Guadalajara con ese fin. El contingente había partido de la glorieta de la Normal. El padre pederasta iba al frente: “¡Que se mueran todas las viejas, pero que no maten a los niños, porque necesito material!”, gritaba irónico un hombre canoso, con sotana. Enseguida, dos camilleros ancianos y escuálidos cargaban una camilla y sobre ella a una mujer con el vestido ensangrentado, una víctima de un aborto clandestino. Justo tras ella, otra blandía un gancho de alambre, una comadrona de peluca rubia y lentes oscuros, también con la bata manchada de sangre. A mediodía, dos activistas solitarios, del Partido Católico, se habían adelantado a sus enemigos, primero, sobre la avenida Hidalgo, a bordo de un Datsun viejo con un altavoz y una gran manta: “No al aborto. Asesinos”. Y los gritos de Francisco Saldaña Pérez diciendo que no hay que tolerar a los maricones, que las que abortan son prostitutas, que cero tolerancia, que la Comisión de Derechos Humanos tolera la pornografía, que los del Partido Acción Nacional llegaron al poder anunciando que son católicos, pero condescienden con todos los males putrefactos de esta sociedad... Frente al palacio de gobierno, les pusieron una multa por estacionarse en un sitio prohibido. Por la tarde, el padre pederasta tenía más o menos el mismo discurso, pero añadía la demanda de niños. El resto de los manifestantes coreaba: “El aborto no es un gusto/es el último recurso”. “¡Fuera rosarios/de nuestros ovarios!”. “¡Si el cardenal se embarazara/el aborto se aprobara!”. “¡El que esté a favor de la vida/que pague la comida!”. La marcha fue una iniciativa de la Red de Mujeres Insurgentes, misma que esperaba reunir a unas 1,500 personas. Reunió a muchas menos, aunque fueron variadas en talante: había representantes de varios organismos civiles y políticos: militantes del Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina, el Partido de la Revolución Democrática, el grupo lésbico Patlatonalli, la Red de Salud, la Asociación Nacional de Abogados Democráticos, la revista magisterial La Tarea. También a ciudadanos comunes, como Sujey, de 18 años y embarazada de siete meses, que caminó con su madre Esperanza Romero, de 54 años y con la madre de ésta, María Vargas, de 78 años. Por la avenida Alcalde, muchos estaban confundidos. Confundidos de verdad, porque aplaudían el paso de las manifestantes, creyendo que éstas pugnaban por la censura del aborto. “¡Ahhh! ¿Es a favor?... ¡Viejas cabronas!”, dijo uno. Una anciana rompió la propaganda y la tiró al bote, con un aspaviento. La propaganda era la “estampita laica”, una imagen de la Virgen de Guadalupe: “Concédenos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y danos la gracia de no ser vírgenes ni madres […] Venga a nosotros el derecho a cuestionar si es bendito el fruto de nuestros vientres…”. Las manifestantes llegaron al Congreso del Estado. Ahí los esperaba un militante anónimo del Partido Católico con su propaganda: “La homosexualidad provoca la muerte, porque corrompe al sexo, revolcándose con mierda-sida”. Otro joven, alto, fortachón y colérico, se lanzó contra un manifestante y rompió una pancarta”. Nada pasó a mayores. El padre pederasta tampoco obtuvo su botín.

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