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jueves, abril 26, 2007

Opinión - Roberto Castelan

El cambio

Publico

Los incrédulos ya estarán lamentando su poca fe. Primero, el partido en el gobierno ofreció que con ellos el reino de los cielos sería de este mundo. Adiós corrupción, adiós impunidad, adiós acuerdos en lo oscurito. La democracia por fin se había estacionado en la cochera de todos los mexicanos.

Adiós a las víboras prietas. En México no habría más lugar para las tepocatas o algo así. La ética también es parte del gobierno. El ángel exterminador portador del fuego purificador por fin había llegado.

El cambio no tenía que ser sólo político. Claro que no se trataba de cambiar a un partido por otro. Los principios son los principios y ésos no se negocian. Nada de que si no le gustan traigo otros, como acostumbran repetir los seguidores del filósofo Groucho Marx.

Los principios del panismo son firmes y no se discuten. Ni se cambian tampoco. La palabra empeñada es sagrada. Y lo sagrado sólo puede responder a lo divino. Y así sucesivamente.

Por eso México tenía que cambiar de raíz. El gran movimiento democrático tendría que arrasar con todas las lacras que durante más de 60 años sometieron a este gran país. Las dictaduras, por muy perfectas que se presentaran, ya no tenían cabida en el mundo moderno. Adiós muros. Adiós a las antiguas prácticas políticas.

En segundo lugar, los visionarios prohombres pronto se dieron cuenta de que el general Porfirio Díaz tenía mucha razón cuando dijo que México aún no estaba preparado para la democracia.

Tampoco para recibir los beneficios del panismo. El que los aprendices de ciudadanos hayan aportado su voto útil no les da derecho a sentirse libres e independientes. Los pueblos, ya lo decían los ideólogos del siglo XIX, son como los niños: primero gatean, luego caminan y después corren.

Los mexicanos olvidaron este principio y después de depositar su voto útil quisieron salir corriendo. La precipitación nunca ha sido buena consejera. Una cosa es que se buscara el cambio y otra es renunciar porque sí a los beneficios de la continuidad.

El gatopardismo enunciado por Lampedusa fue inspirador: que todo cambie para que todo siga igual. Ya es suficiente con que la mitad de la población esté convencida de que en este país las cosas ya cambiaron.

En tercer lugar, si en realidad se buscaba el cambio, también pudieron haber votado por el Partido Independiente de los Trabajadores Organizados, cuya sede se encuentra en San Juan de los Lagos.

Ese partido, aunque local, existe. Modestos, sólo invitan a sentir el cambio.

rcastela@cencar.udg.mx, rcastelan@milenio.com

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