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domingo, enero 04, 2009

JORGE GÓMEZ NAREDO ::El cardenal y la crisis económica artificial::

Catedral de miedo Foto: Cesar Huerta/Extensión Medios

JORGE GÓMEZ NAREDO

La Jornada Jalisco

"No quiero ninguna pregunta tuya, no te quiero ver enfrente de mí. Hazme el favor de hacerte a un lado”, fueron las palabras del cardenal Juan Sandoval Iñiguez (según nota de Juan Carlos G. Partida, aparecida en La Jornada Jalisco el pasado 2 de enero de 2009) al reportero de Notisistema José Luis Jiménez Castro. Eso dijo el purpurado, hombre que en sus homilías llama a la concordia, al perdón y a la munificencia católica.

La ira de Sandoval Iñiguez mostrada el 1 de enero contrasta con sus palabras de perdón y amor. Sí, el hombre que le dijo al reportero “y no te quiero ver nunca, nunca delante de mí”, es el mismo que en el periódico Semanario (órgano de difusión de la Arquidiócesis de Guadalajara) escribió: “Mas también a los malvados, a los viciosos, a los violentos y a los pecadores, Dios les concede pacientemente tiempo, a veces demasiado, para que tengan oportunidad de recapacitar; porque Dios no quiere la condena del pecador, sino que vuelva al redil”. No cabe duda: ¡mucha congruencia!

Para nadie es un secreto que la voz del cardenal pesa en Jalisco, y pesa mucho: empresarios, políticos, comunicadores, etcétera, se cuadran ante las palabras de Sandoval Iñiguez. No hay que ir muy lejos: el gobernador del estado, Emilio González Márquez, intentó donar 90 millones de pesos a la Arquidiócesis tapatía para la construcción del Santuario de los Mártires. La indignación y movilización de varios sectores sociales impidieron el expolio; sin embargo, la influencia del cardenal en el mandatario local es mucha, se nota y no ha menguado. Al fin y al cabo las elites se suelen juntar: la empresarial, la política y la eclesiástica.

Existen varias fotografías donde se ve a los dueños del dinero, del poder civil y a quienes controlan la palabra de Dios muy sonrientes y divertidos, jugando ese deporte tan del pueblo: el golf. Ahí se habla de muchas cosas: de Dios, de perdón, dinero y de jugadas políticas. Seguramente tienen vínculos de clase, aunque ellos lo nieguen: entre iguales, no importa a qué se dediquen, siempre hay concordia.

El pasado 1 de enero, Sandoval Iñiguez no solamente increpó a Jiménez Castro, también habló de crisis y de economía. Argumentó: “La crisis económica, que es provocada, [y] que es artificial, va a durar a lo mejor este año, pero no más, y esperamos que menos. Pero tampoco es para que nos angustiemos y andemos como si se fuera a acabar el mundo, hay que soportarla con espíritu cristiano y con esa capacidad que tienen los mexicanos de absorber la crisis, no es la primera que nos toca, ya hemos tenido varias”. Estas palabras son difíciles de catalogar: ¿consejos de superación personal?, ¿análisis de un reputado economista? o ¿palabras de un purpurado?

La Rayuela de La Jornada Jalisco el 2 de enero fue certera y contundente: “Desde la opulencia y comodidad de los campos de golf es muy fácil ver la crisis como algo artificial y pasajero”. Sí, desde la atalaya del confort, es sencillo decir: “no pasará nada”, “los mexicanos estamos acostumbrados a sufrir”, “pongámonos en paz, no busquemos culpables: ¡aguantemos la crisis!” ¿Cómo soportará la crisis económica (y la incapacidad del gobierno federal para hacerle frente) Juan Sandoval Iñiguez?, ¿dejará de asistir a restaurantes lujosos?, ¿ya no asistirá al médico particular y acudirá al Seguro Social?, ¿hará inmensas filas para conseguir una ficha y ser atendido por un médico que recibe a decenas de pacientes al día?, ¿tendrá el dinero suficiente para comprar la medicina que el doctor le recete?, ¿viajará en el transporte público o continuará trasladándose en camionetas lujosas? ¿Cómo realmente sobrevivirá la crisis don Juan?, ¿la soportará con “espíritu cristiano” entre comilona y comilona, entre campos de golf y aviones rumbo al extranjero?

Abajo, millones de mexicanos sufren desempleo, pobreza y carencias. Abajo, la crisis económica (que ya lleva muchos años existiendo en el país) se siente en los bolsillos, en las lágrimas y la impotencia de los humildes. Abajo, la debacle económica no es artificial, es muy real, tan real que millones de mexicanos han salido del país rumbo a Estados Unidos para vivir dignamente, para tener la esperanza de no ser siempre pobres, de no ser siempre los que trabajan y aún así pasan hambre: para poder tener algo, aunque sea poco, pero algo.

Juan Sandoval Iñiguez, en su homilía del 1 de enero, recomendó a los fieles “cumplan con su deber cívico, que antes de las votaciones traten de conocer bien a los candidatos, informarse bien de sus capacidades para que el voto sea no nomás secreto y libre, sino también responsable”. La pregunta que queda es: ¿y cuándo las autoridades serán responsables?, ¿cuándo pensarán en ese pueblo que vive hambre, que vive desesperanza y carencia?, ¿cuándo? El cardenal recomienda abnegación y soportar la crisis con “espíritu cristiano”, pero, ¿por qué hacerlo así?, ¿por qué se debe ejercer el silencio y reprimir la voz de la inconformidad?, ¿será acaso que Sandoval Iñiguez es uno más de esos políticos o empresarios que buscan, por todos los medios posibles, acallar las resistencias para que todo siga igual, para que los distintos miembros de la elite mexicana puedan carcajearse en un campo de golf mientras la pelota se mueve lejos, muy lejos?, ¿será esa la labor de quien ahora es el máximo líder de la Arquidiócesis de Guadalajara?

jorge_naredo@yahoo.com



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