Crónica 2 de octubre 1968-2006
Un contingente de unos 500 manifestantes salió aproximadamente a las seis de la tarde de la glorieta de la Normal frente al Centro de Estudios Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara en cuyo auditorio Salvador Allende, previamente, se había proyectado el célebre discurso que ahí mismo pronunciara en 1973 el entonces presidente socialista de Chile Salvador Allende.
Por los carriles en sentido al centro de la avenida Alcalde marchaban al frente del contingente varios Convencionistas, familias e integrantes de diversos grupos sociales. Atrás seguían los jóvenes de La Otra Campaña y en la retaguardia los anarcopunks todos portando banderas, mantas y cantando consignas recordando el 2 de octubre, en solidaridad con el pueblo de Oaxaca y en contra de la represión.
El primer bloque llegó sin problemas a la Plaza de Armas cuando corrió el rumor de que algunos marchistas habían sido víctimas de la represión policíaca. El grupo se empezó a dispersar hacia la Plaza de la Liberación mientras por el altavoz se pedía a los manifestantes que se mantuvieran unidos en la Plaza de Armas.
Jorge Barragán de la Red Insurgente fue testigo y narró que al pasar por la Rotonda un grupo de los de La Otra Campaña hizo un alto ahí para tomarse una foto. Entonces llegó un grupo de policiclos a detenerlos junto con el apoyo de antimotines y de policías municipales. En total fueron ocho personas las detenidas y trasladadas en dos patrullas de la policía municipal. A dos de estos jóvenes se les acusó de haber grafiteado la estatua de Gustavo Díaz Ordáz que se encuentra en Ávila Camacho y fueron detenidos cuando se disponían a pintar la de Efraín González Luna en la Rotonda de los Hombres Ilustres.
Mientras, en la Plaza de Armas el quiosco se encontraba tomado por los policiclos a quienes se les pidió que por favor dejaran subir a los ponentes a pronunciar sus discursos para seguir adelante con el evento pero se negaron. La puerta del Palacio de Gobierno se encontraba fuertemente resguardada por unos veinte antimotines. Hubo un cierto forcejeo entre los policías que resguardaban el quiosco y los manifestantes. Fue cuando se abrieron las puertas del Palacio para dejar salir a un contingente de antimotines que se dirigió directamente al quiosco para apoyar a sus compañeros. Sólo que estos salieron corriendo y con los toletes en alto lo que ocasionó una gritería y desbandada de manifestantes hacia la Plaza de la Liberación en donde ocurrían los otros hechos. Ana, una chica anarcopunk narró que, cuando les pidió a los policías que no apresaran a los muchachos la agredieron verbalmente con la típica mentada.
Ya más tranquilas las cosas, tanto las fuerzas que resguardaban la puerta del Palacio de Gobierno, como los que tenían tomado el quiosco no se libraron de los reclamos fuertes de los manifestantes quienes gritaban la consabida consigna: el pueblo uniformado/ también es explotado. Otra manifestante narró que un antimotín la encaró con que por qué les gritaban a ellos a lo que ella le preguntó que si es que no sabía lo ocurrido el 2 de octubre de 1968 y obtuvo la siguiente respuesta: “pues no seño, si todavía no había nacido”.
Impedidos de llevar a acabo el evento conforme a lo planeado y ante la negativa de que se dejara utilizar el quiosco las consignas fueron en contra de la represión y los discursos en contra del gobierno panista y represor. Se hizo fuerte la demanda de que de ahí nadie se movía hasta que dejaran a los detenidos en libertad.
El Secretario de Seguridad Pública de Guadalajara Aldo Monjardín, hizo presencia en el lugar de los hechos a lo que la gente lo acorraló y la prensa lo asedió y se le suplico que por favor dejaran libres a los detenidos. Cerca de las ocho de la noche se soltó un fuerte aguacero por lo que los manifestantes se resguardaron en los arcos y la policía se resguardó en el quiosco. Desde los arcos y a un lado del campamento permanente a favor de Andrés Manuel López Obrador seguía a voz en cuello la demanda de que se liberaran a los presos.
Finalmente se logró negociar la liberación de seis de los detenidos y después de una hora la de los otros dos. De cualquier manera ya se había hecho una colecta en caso de que se impusiera una multa a los agresores misma que no hubo necesidad de pagar al condicionar su liberación con la limpia, esa misma noche, de la estatua. La lluvia cesó y entre calles inundadas y llenas de patrullas y de policías, los manifestantes se retiraron ya más tranquilos de saber que nadie había quedado preso.
Mónica Pérez Taylor