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lunes, noviembre 26, 2007

Opinión - Jorge Gómez Naredo

Artículo publicado en El Occidental, el 26 de noviembre de 2007


Sobre el documental Fraude: México 2006 y la censura

Jorge Gómez Naredo

El documental Fraude: México 2006, del reconocido cineasta mexicano Luis Mandoki, ha sufrido varias embestidas; en un primer momento, para impedir que se terminara y se exhibiera en salas comerciales y, después, para lograr que su permanencia en las mismas sea lo más corta posible. Los ataques han venido de varias empresas relacionadas con la distribución de cintas cinematográficas, con los medios de comunicación tradicionales (varias radiodifusoras y televisoras) y con los exhibidores de películas. Pero no solamente eso: muchos “analistas políticos”, “comunicadores” o simples presentadores de noticias se han fijado como uno de sus principales objetivos desprestigiar la cinta. Por ejemplo, Ciro Gómez Leyva, quien no hace mucho tiempo tenía fama de ecuánime y hasta cierto punto era un moderado crítico del poder (cosa que ha cambiado por un servilismo excesivo hacia los potentados y por mentir sistemáticamente), ha dicho que el documental de Mandoki es propagandístico, además de propinar una andanada de descalificaciones al director de la cinta, a López Obrador y a todos sus seguidores.

Sin embargo, lo único que ha demostrado esta exagerada ofensiva al documental de Luis Mandoki es el miedo que los de arriba (los que idearon y consumaron el fraude electoral de 2006) sienten hacia la verdad. Las principales cadenas de exhibición cinematográfica han buscado por todos los medios posibles que Fraude: México 2006 salga lo más pronto de sus carteleras, aunque las entradas sean buenas y sea ya uno de los documentales mexicanos más vistos en la historia del cine nacional. Desde el poder ejecutivo se ha iniciado, también, una estrategia para buscar que las personas no acudan al cine a ver la cinta: han mandado cientos de correos electrónicos diciendo que el documental (¡vaya sandez!) fue financiado por un ser demoníaco: Hugo Chávez.

Esta censura de facto al filme Fraude: México 2006 contradice lo que en el discurso Felipe Calderón ensalza: la libertad de expresión. En una alocución el pasado jueves, quien ganó la presidencia gracias a un fraude electoral ha dicho, en el marco del Acuerdo Nacional por una Comunicación de Calidad (ideado por la Asociación a Favor de lo Mejor, que preside nada más y nada menos que Lorenzo Servitje, presidente del monopolio llamado Bimbo), que México “vive una democracia sólida en la cual la libertad de expresión es una premisa y una realidad cotidiana. Mi Gobierno tiene el firme compromiso de garantizar y promover la libertad de todas las formas de expresión de la sociedad y así lo ha hecho”. Vaya manera de ser cínico e hipócrita: quien llegó a la presidencia a través de una defraudación electoral, de campañas de mentiras, miedo y desprestigio, aduce que en el país existe una firme democracia y que la libertad de expresión se respeta. Y eso lo dice él, que no puede aparecer en ningún lugar sin medidas de seguridad extremas porque cientos de personas le recuerdan, siempre, que es un presidente ilegítimo, espurio.

El cinismo es verdaderamente elocuente: habla Calderón de libertad de expresión cuando un documental ha sufrido infinidad de impedimentos para llevarse a las pantallas comerciales no porque no sea negocio o porque la gente no acuda a ver el filme, sino porque lo que se expone en él es incómodo para el poder ejecutivo constituido a partir de unas elecciones fraudulentas. La censura existe, se da, de ello no cabe la menor duda. Y se da con el apoyo de los grandes consorcios mediáticos, que impiden que muchas cosas se publiquen, se digan o se vean. El movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador ha sufrido esto en carne propia, pues se ha instaurado un cerco informativo. Y siempre que se habla del lopezobradorismo es para desprestigiarlo. Por ejemplo, un acontecimiento nimio, como la entrada a la catedral metropolitana de personas que se dijeron simpatizantes de AMLO, ha llenado las páginas de los diarios, las voces en las radios y las imágenes en la televisión, y todo para decir: “miren, las huestes de López Obrador son violentas”.

La libertad de expresión no se da en México porque simple y llanamente no todos los mexicanos tienen acceso a los grandes medios de comunicación, y si alguien busca establecer uno para decir lo que realmente piensa, siempre hay impedimentos. Tan es así que una película (alrededor de 100 minutos) sobre lo que sucedió en las elecciones presidenciales de 2006, ha sufrido una censura inmensa y constante. Por eso el discurso de Calderón resulta una verdadera burla a la inteligencia y representa nítidamente el cinismo y la hipocresía.

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