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lunes, noviembre 12, 2007

Opinión - Jorge Gómez Naredo

Artículo publicado en El Occidental el 12 de noviembre de 2007

Tabasco y la hipocresía presidencial

La situación en Tabasco es crítica: decenas de miles de personas perdieron todo o casi todo; su patrimonio de una vida se vino abajo, se esfumó en unos cuantos días. El dolor está ahí, adentro; la impotencia se vive, se siente, se experimenta. Llanto y más llanto. La sociedad tabasqueña sufre y aunque hay apoyo por parte de la sociedad civil nacional, nunca será suficiente, las cosas nunca volverán a ser las mismas.

En este contexto, es deleznable el proceder de los gobiernos estatal y federal. Andrés Granier, gobernador de Tabasco, se ha exculpado él mismo de cualquier falla, de negligencia y de no haber realizado las obras necesarias para que las lluvias copiosas no se convirtieran en catástrofe social. Además, en estos momentos críticos, en lugar de invertir todo el dinero público en apoyar a los damnificados, ha mandado hacer anuncios de radio y televisión donde ensalza su imagen y donde se ponen en boca de un supuesto tabasqueño las siguientes palabras: “nunca se ha visto un gobernador como éste. Está trabajando muy bien”. El cinismo en su máxima expresión. ¿Cómo es posible que en la situación actual de Tabasco, el “químico”, como se le conoce a Granier, haga este tipo de anuncios que son, en realidad, un insulto a la población tabasqueña y a la inteligencia?

Felipe Calderón, que llegó a la presidencia a través de un fraude y que ejerce dicho cargo sin apoyo popular, ha utilizado la tragedia para tratar de legitimarse, para que en las pantallas de televisión se le observe donando cajas de víveres a los damnificados. Todo para que la gente, en sus casas, piense: “mira, el presidente está ahí, con los damnificados, apoyándolos, uniendo a México”. Pero todo es imagen, todo está calculado: el interés es posicionar a Calderón como un presidente justo, comprometido, legítimo. Nada más alejado de la realidad.

Quien hoy ocupa sin merecimientos la presidencia de la República, ha elaborado en días pasados discursos hipócritas. Ha dicho que no se debe de lucrar con la tragedia, que son momentos de unidad, que no hay banderas políticas, que se prohíbe utilizar la catástrofe electoralmente. En una alocución el 4 de noviembre, Calderón mencionó: “Aquí no hay banderas, aquí no hay colores, aquí sólo hay una bandera que es la nacional y hay un solo pueblo que está unido por encima de diferencias, de religión, de región, políticas o de otro símbolo, aquí estamos unidos los mexicanos en favor de Tabasco y así vamos a permanecer”. Pero, ¿qué ha hecho el gobierno federal? Simple: ha utilizado la tragedia como el momento oportuno para legitimar a Calderón. Pura hipocresía, pues.

El jueves pasado, Calderón reinició los ataques al Gobierno del Distrito Federal. Pidió que se realizaran obras de infraestructura en la ciudad de México porque, si no se llevan a cabo, arguyó, se podría inundar la capital como Tabasco. ¿Acaso esto, a pocos días de las inundaciones en el sur del país, no es usar la tragedia para golpear al adversario?

Poco a poco se van aclarando muchas cosas respecto a la catástrofe en Tabasco. Se sabe que las presas en Chiapas (manejadas por el gobierno federal), tuvieron que ver con las inundaciones. Si esto que ahora resulta una hipótesis más o menos fundamentada se llega a confirmar, estaremos hablando que, además de ilegítimo, este gobierno panista sería ineficaz y asesino.

El viernes pasado, con hipocresía y cinismo, Calderón declaró: “Es cierto que la lluvia, las inundaciones, los deslaves han dañado a las comunidades y les ha arrebatado a sus seres queridos, ha destruido casas, ha afectado a miles de personas, pero no ha dañado lo más importante que es el espíritu de unión, de trabajo en equipo y de fraternidad entre los mexicanos”. Vaya unidad mexicana: por un lado los gobiernos panistas y priístas, que no actuaron para impedir la tragedia, y por otra los cientos de miles de damnificados. No cabe duda, “la fraternidad entre los mexicanos” solamente habita en la cabeza de un presidente ilegítimo que en tan poco tiempo ha dañado tanto a la sociedad mexicana.

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