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sábado, noviembre 18, 2006

Opinión - Rene Delgado

¿A dónde va Andrés Manuel?

René Delgado

Mural 18 de noviembre, 2006
(Tomado de Hemorroidesdefelipillodejesus)

Pasado mañana, Andrés Manuel López Obrador hará pública una decisión importante para sí y para el conjunto de la izquierda mexicana.Con una base social considerable pero movediza y un consenso político decreciente, López Obrador habrá de erigirse como presidente legítimo e instalará su gabinete de sombra. Cada paso y acción resultará determinante en su destino pero, sobre todo, en el destino de una izquierda que, aun cuando no lo parezca, está frente a una oportunidad histórica.Andrés Manuel López Obrador trae una enorme responsabilidad política sobre sí, ojalá la sepa conducir y asumir. La izquierda no se resume en él, pero sí puede perderse o crecer con él.

*** Desde el arranque de su carrera, Andrés Manuel López Obrador se distinguió por alentar, armar y encabezar movimientos sociales de importancia, no siempre sabiéndolos articular con el quehacer político institucional y no siempre decidido a separarlos de ese quehacer.De hecho, cuando encabezó al PRD no supo elaborar el concepto que explicará aquella idea de que esa organización era un partido en movimiento. Lo resolvía en el discurso, pero no en la práctica política. Como quiera, mostró enorme habilidad y audacia política. El perredismo tuvo un momento de ascenso cuando el tabasqueño lo dirigió. Ganó plazas y posiciones de importancia y tuvo una mayor y mejor implantación en la escena política.En cierto modo, la combinación de esa fuerza con la presencia entonces de Cuauhtémoc Cárdenas hizo que el perredismo hiciera suya la capital de la República que, aun hoy, constituye su principal enclave.

*** Por ese camino y siempre dejando ver su madera de líder, Andrés Manuel llegó a ocupar la Jefatura del Gobierno capitalino.Puede debatirse o no si la obra pública que emprendió era la indicada, pero es innegable que supo mostrar algo en extremo importante para la izquierda: el poder y el saber construir. Prácticamente desde la regencia de Carlos Hank, la obra pública en el Distrito Federal no tenía registro. En el mejor de los casos, la ciudad se administraba y punto. López Obrador dio el giro. Construyó los segundos pisos, rehabilitó el Paseo de la Reforma, rescató el Centro Histórico, echó andar el turibús y el metrobús y, fuesen o no obras de relumbrón, mandó un mensaje que ni Cuauhtémoc Cárdenas transmitió: la izquierda podía y sabía gobernar, la izquierda podía y sabía construir. En particular, la pensión mensual a la tercera edad fue un enorme acierto político y social. Tan lo fue que muchos de los que criticaron la medida, hoy la instrumentan.En el campo de la nueva cultura política, López Obrador patinó en varias cuestiones. La resistencia a dar acceso a la información pública y a la cultura de la rendición de cuentas, así como la tendencia a gobernar sobre la base de bandos y decretos -salvando así los complicados acuerdos con sus opositores- dejó ver ciertos rasgos de soberbia y autoritarismo encubiertos, pero su liderazgo daba para pagar esos costos. Su administración arrojaba resultados y la austeridad, que marcaba su conducta gobernante como aparentemente la del Gobierno, le fue granjeando crecientes simpatías. Como agregado, en aquellos años, López Obrador supo relacionarse con los más diversos -y, si se quiere, encontrados- sectores sociales. El slogan era primero los pobres, pero su actuación no se circunscribía a ese ámbito.Aunado a ello, López Obrador mostró enorme audacia frente a la popularidad y la enemistad de Vicente Fox. Cuestionaba el papel del Ejecutivo hasta donde la crítica no se le revertía e, increíblemente, era él quien fijaba y administraba la agenda del debate político nacional. Daba o retiraba treguas y, a paso no firme con base en el Gobierno, construía y acrecentaba su popularidad.

*** Desde antes de la mitad del sexenio, López Obrador supo de sus posibilidades como candidato presidencial y, cuando arreció la ofensiva del foxismo en su contra, supo administrarse y conducirse con enorme inteligencia.Tal parecía que el acoso político, era las aguas donde el tabasqueño mejor sabía nadar. Salvó -no de la mejor manera, pero salvó- el videoescándalo y, sobre todo, salvó el enjuiciamiento al que Fox lo quiso someter. Supo revertir a su favor esa ofensiva. Cuanto más lo atacaban, más se fortalecía y trascendía su popularidad. No sólo en broma se decía que Vicente Fox y Santiago Creel -el delfín que no supo nadar- le ayudaban mucho en su campaña.Hasta ahí, todo hacía pensar que efectivamente Andrés Manuel podría ocupar la Presidencia de la República, pero vinieron los errores. El tabasqueño comenzó a perder oído, exageró la confianza, desprecio a distintos actores y factores políticos así como económicos, minusvaloró a su propio partido, confrontó a buena parte de los medios, canceló su participación en el primer debate, no le dio la importancia debida al crecimiento de Felipe Calderón y, en el exceso, descuidó el armado de la estructura político-electoral de su partido. Sin darse cuenta fue acumulando costos que, combinados con la perversidad política del foxismo, algunos sectores empresariales y la titubeante conducta de la autoridad electoral, no resistía su popularidad y liderazgo, fue perdiendo ventaja en la carrera con meta en Los Pinos.La inteligencia se transformó en soberbia; la audacia, en desplantes; la confianza en el movimiento social que despertaba, en el descuido de la organización, la estructura y la institucionalidad política. Sin desconsiderar el desaseo político con que Vicente Fox y otros factores de poder se condujeron durante la campaña electoral, así como la perversidad de la propaganda negra que el equipo de Felipe Calderón aderezó en su contra, López Obrador vio cómo se le escapó de las manos la Presidencia de la República.

*** A partir del 2 de julio, las virtudes de Andrés Manuel rebasaron esa frontera que las convierte en vicio.Se entendía el tamaño de su protesta, no la imposición de decisiones bajo el amparo de supuestas asambleas públicas. Se entendía la resistencia civil, no el plantón que vulneraba parte del apoyo de la ciudad que le dio cobijo. Se entendía el impulso de un movimiento, no el apartamiento del juego institucional... Y, así, Andrés Manuel comenzó a poner en peligro aquello que él mismo había construido. Paso a paso fue avanzando por un derrotero adverso al fortalecimiento de la izquierda institucional y el movimiento social.Ahora, Andrés Manuel está por llegar a la estación terminal de la ruta que resolvió recorrer. Cuando rinda protesta como presidente legítimo y entre en funciones su gabinete de sombra, el líder tabasqueño estará de nuevo frente a una importante disyuntiva: alienta y fortalece una izquierda organizada y estructurada en un partido con una considerable fuerza y base social o se inserta en el campo de la confrontación que terminará por dividir a su partido, diluir la base social y abrir la puerta a la tentación de la violencia.Lo hecho, lo construido por Andrés Manuel López Obrador no es poca cosa, sería una pena que, en la desesperación de la derrota no digerida, el propio líder tabasqueño comenzara a destruir lo que con tanto trabajo y apoyo hizo. Es la hora de la reflexión y la autocrítica. ¿A dónde va Andrés Manuel?


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Dia con dia queda claro: quienes alaban esta democracia simulada son como los tontos que nunca han visto a Dios y ante cualquiera se hincan. Rayuela, Jornada Jalisco 13Nov06

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