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lunes, noviembre 27, 2006

Opinión - Jorge Gómez Naredo

Los primeros pasos o el inicio de la caída

Jorge Gómez Naredo
Tomado de El Occidental -27/11/2006-

En días pasados el gobierno de Vicente Fox anunció un aumento considerable en los precios de la leche Liconsa, la gasolina y el diesel. Sin embargo, no debemos observar esta medida, como el último coletazo de un gobierno mediocre y asfixiado; solamente algunos ingenuos podrían pensar así. Quien verdaderamente decidió dichos incrementos es el equipo (y los intereses detrás de él) del presidente fraudulentamente electo, Felipe Calderón. Las alzas, contrariamente a las versiones gubernamentales y de los medios de comunicación cercanos al régimen panista, afectarán a la población más desprotegida, pues pagar un peso más por cada litro de leche Liconsa, incide en la economía de millones de familias pobres; por otro lado, el transportista se verá forzado a incrementar sus tarifas y todo ello producirá un aumento generalizado en los precios de infinidad de productos y servicios. Estos problemas, sin embargo, no tienen importancia para Eduardo Sojo, próximo secretario de economía del gobierno espurio, quien argumentó en un tono irónico e hipócrita: “son los costos que se deben pagar para mantener la estabilidad económica del país”. El mensaje es claro: “no nos interesa el pueblo”.

Felipe Calderón es presidente electo gracias a un fraude, a la inquina de instituciones antes respetables (el IFE y el TRIFE) y al apoyo de grandes consorcios empresariales (que le han impuesto buena parte de su gabinete). Su campaña se basó en la mentira y en la hipocresía. Es más, en varios de sus discursos prometió no aumentar el precio de los energéticos ni de los alimentos básicos, ¿y qué pasó?: pactó, antes de tomar posesión, dichos incrementos. Calderón es la mentira andando y su gestión, que aún no inicia (y quizá, sería lo mejor, no debería iniciar) se vislumbra complicada: un presidente sin legitimidad, apoyado solamente por las televisoras, varios empresarios y por una élite política podrida y aristocrática; con un gabinete mediocre –la mitad neófito y la otra impuesto–, además de un ambiente de crispación y lucha de clases, donde una parte de la población, malinformada y acrítica, piensa que reprimir es la solución a todos los conflictos; y la otra, consciente de la injusticia cometida, del fraude electoral, la desigualdad, y encabezada por el presidente que eligieron, reconocen y al cual le dieron el triunfo, no deja de movilizarse ni permite salir a la calle al dizque ganador de las elecciones, sin miles de policías defendiéndolo del escarnio público. Difícil situación, no cabe duda.

Es cuestión de tiempo el polvorín que se avecina. Las clases medias de hoy (especialmente las del norte del país), tan dadas a la ignorancia y al pavoneo de sus pírricas conquistas (un auto nuevo, una casa pequeña, una escuela privada de bajo costo) no han comprendido del todo lo que significa un gobierno de derecha como el de Felipe Calderón. Argumentan, basados en falta de conocimiento e informaciones de la televisión, verdaderos absurdos. Es una verdadera lástima. Hasta que la situación empeore (y no hablamos acerca de más baches en las calles tapatías, sino de una pobreza extrema generalizada), se darán cuenta del significado de un gobierno de derecha y para la derecha. Y eso sucederá tarde o temprano.

Comenzamos el sexenio de Felipe Calderón (habría que ver si toma posesión) con un incremento en precios, hartazgo de buena parte de la población y una oposición estructurada en rededor de Andrés Manuel López Obrador como presidente legítimo de México. ¿Podrá mantenerse el michoacano, chaparrito, de lentes y pelón, en la presidencia? Seguramente no. Los gobiernos débiles y las personas sin capacidades políticas ven como única salida la fuerza pública (y Ramírez Acuña la garantizará con muerte, sangre y lágrimas). Pero, al final, ni toda la policía ni toda la crudeza de la represión, ni los violentos como el ex-gobernador jalisciense, son suficientes cuando un pueblo se encuentra harto de vivir en la desigualdad aberrante. Calderón comienza cayendo, y no lo dudemos, caerá con estrépito.

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