Fecha :11/27/2006
Los cambios en cinco meses han sido dramáticos. Es probable que antes del 2 de julio Andrés Manuel López Obrador estuviera absolutamente seguro de alcanzar la Presidencia. También es probable que Felipe Calderón tuviera serias dudas en su propósito de ganar la elección. La contienda había arrancado con el perredista como claro favorito, y aunque el margen se estrechó, todavía unos días antes la mayoría de las encuestas le daban una cierta ventaja. El caso es que el resultado oficial favoreció al candidato del PAN por un escasísimo e inédito medio punto. Calderón fue proclamado ganador y AMLO denunció un fraude cuyas pruebas desestimó el Tribunal Electoral para declarar finalmente a Felipe como presidente electo.
Lo cierto es que en estos 10 días recientes ambos parecen estar sellando su destino. López Obrador asumió como "presidente legítimo" en una ceremonia popular entre las aclamaciones de por lo menos 200 mil que desafiaron al frío en un acto que igual despertó el fervor devoto de sus fieles que las más crueles burlas de sus detractores. Esta semana que comienza Calderón Hinojosa llega a su día D, el 1 de diciembre. Se encuentra con la historia para protestar como Presidente de la República.
Las cabezas de ambos deben ser mares de pensamientos agitados: uno, empeñado en una cruzada que muchos califican de imposible, obstinado en un gobierno simbólico, que quiere ser alternativo, liderando a quienes creen que el triunfo les fue arrebatado y reavivando a los que ya se han resignado a la inevitabilidad de las instituciones. El otro: convencido de que tiene derecho a su destino, de que puede gobernar a un país dividido pero también exhausto, de que puede ser un presidente no sólo para los silentes que votaron por él, sino también para los exaltados que en las plazas públicas vitorearon a su adversario.
Las expectativas son desquiciantes: ¿qué va a pasar exactamente el 1 de diciembre? ¿Cómo quedará marcado el inicio de un nuevo gobierno? ¿Todo quedará en amagos y amenazas? O será un parto necesariamente doloroso. Qué dilemas atraviesan por la mente de López Obrador. Hasta dónde están dispuestos a llegar él y sus seguidores. Qué inquietudes invaden a Felipe Calderón. Qué certidumbres le pueden garantizar los aparatos de seguridad. Hasta dónde lo perseguirán las masas enardecidas.
Hasta ahora, da la impresión de que Andrés Manuel se ha resignado a su suerte. No habla de derrocar al nuevo presidente. Pero sí pretende quitarle un bien muy valioso y que él cree que ganó en las urnas: la legitimidad. De tal suerte que Felipe sea el presidente legal, nada menos, pero nada más.
Es por ello que Calderón es hoy un presidente electo asediado: primero por quienes ya le han pasado facturas para la conformación de su gabinete y sus primeras acciones de gobierno; luego por los halcones del PAN, El Yunque y la ultraderecha que en nombre de un Dios que ellos han defraudado protegiendo a curas pederastas le exigen el bóxer en lugar del guante; lo asedian también los demonios de la abyección y la lambisconería de los que "siempre estuvieron con él" y ahora quieren un pedazo del pastel del poder; lo presionan igual sus propias determinaciones, menos mal que ya dijo que estará vigilante de sus secretarios de Estado y que no le temblará la mano para cambiarlos cuantas veces sea necesario.
No es casual que en el propio Consejo Nacional Panista se pronunciara "por el rumbo de la paz", por acuerdos con sus opositores y por comprensión y respaldo sin regateos de su partido "para hacer frente a esta hora dramática de la vida nacional". En cambio, la dirigencia panista quiere imponerle una línea de gobierno en la que "aplique la ley sin indulgencia ni disimulo". En otras palabras, que aplaste a los insurrectos de una Oaxaca que está que arde, sobre todo por los nuevos enfrentamientos del sábado entre appistas y soldados de la PFP con su cauda de muertos y heridos. Cómo va a reaccionar Felipe Calderón a partir del viernes en que empiece a ejercer la Presidencia de la República es todavía una incógnita.
Por lo pronto, Andrés Manuel López Obrador sigue caminando por ciudades y pueblos de este país intentando reactivar el fenómeno social que es en sí mismo. En tanto, el primer día de diciembre está ya a horas de distancia.
http://www.radioformula.com.mx/programas/ricardor/articulos.asp?ID=53142
Los cambios en cinco meses han sido dramáticos. Es probable que antes del 2 de julio Andrés Manuel López Obrador estuviera absolutamente seguro de alcanzar la Presidencia. También es probable que Felipe Calderón tuviera serias dudas en su propósito de ganar la elección. La contienda había arrancado con el perredista como claro favorito, y aunque el margen se estrechó, todavía unos días antes la mayoría de las encuestas le daban una cierta ventaja. El caso es que el resultado oficial favoreció al candidato del PAN por un escasísimo e inédito medio punto. Calderón fue proclamado ganador y AMLO denunció un fraude cuyas pruebas desestimó el Tribunal Electoral para declarar finalmente a Felipe como presidente electo.
Lo cierto es que en estos 10 días recientes ambos parecen estar sellando su destino. López Obrador asumió como "presidente legítimo" en una ceremonia popular entre las aclamaciones de por lo menos 200 mil que desafiaron al frío en un acto que igual despertó el fervor devoto de sus fieles que las más crueles burlas de sus detractores. Esta semana que comienza Calderón Hinojosa llega a su día D, el 1 de diciembre. Se encuentra con la historia para protestar como Presidente de la República.
Las cabezas de ambos deben ser mares de pensamientos agitados: uno, empeñado en una cruzada que muchos califican de imposible, obstinado en un gobierno simbólico, que quiere ser alternativo, liderando a quienes creen que el triunfo les fue arrebatado y reavivando a los que ya se han resignado a la inevitabilidad de las instituciones. El otro: convencido de que tiene derecho a su destino, de que puede gobernar a un país dividido pero también exhausto, de que puede ser un presidente no sólo para los silentes que votaron por él, sino también para los exaltados que en las plazas públicas vitorearon a su adversario.
Las expectativas son desquiciantes: ¿qué va a pasar exactamente el 1 de diciembre? ¿Cómo quedará marcado el inicio de un nuevo gobierno? ¿Todo quedará en amagos y amenazas? O será un parto necesariamente doloroso. Qué dilemas atraviesan por la mente de López Obrador. Hasta dónde están dispuestos a llegar él y sus seguidores. Qué inquietudes invaden a Felipe Calderón. Qué certidumbres le pueden garantizar los aparatos de seguridad. Hasta dónde lo perseguirán las masas enardecidas.
Hasta ahora, da la impresión de que Andrés Manuel se ha resignado a su suerte. No habla de derrocar al nuevo presidente. Pero sí pretende quitarle un bien muy valioso y que él cree que ganó en las urnas: la legitimidad. De tal suerte que Felipe sea el presidente legal, nada menos, pero nada más.
Es por ello que Calderón es hoy un presidente electo asediado: primero por quienes ya le han pasado facturas para la conformación de su gabinete y sus primeras acciones de gobierno; luego por los halcones del PAN, El Yunque y la ultraderecha que en nombre de un Dios que ellos han defraudado protegiendo a curas pederastas le exigen el bóxer en lugar del guante; lo asedian también los demonios de la abyección y la lambisconería de los que "siempre estuvieron con él" y ahora quieren un pedazo del pastel del poder; lo presionan igual sus propias determinaciones, menos mal que ya dijo que estará vigilante de sus secretarios de Estado y que no le temblará la mano para cambiarlos cuantas veces sea necesario.
No es casual que en el propio Consejo Nacional Panista se pronunciara "por el rumbo de la paz", por acuerdos con sus opositores y por comprensión y respaldo sin regateos de su partido "para hacer frente a esta hora dramática de la vida nacional". En cambio, la dirigencia panista quiere imponerle una línea de gobierno en la que "aplique la ley sin indulgencia ni disimulo". En otras palabras, que aplaste a los insurrectos de una Oaxaca que está que arde, sobre todo por los nuevos enfrentamientos del sábado entre appistas y soldados de la PFP con su cauda de muertos y heridos. Cómo va a reaccionar Felipe Calderón a partir del viernes en que empiece a ejercer la Presidencia de la República es todavía una incógnita.
Por lo pronto, Andrés Manuel López Obrador sigue caminando por ciudades y pueblos de este país intentando reactivar el fenómeno social que es en sí mismo. En tanto, el primer día de diciembre está ya a horas de distancia.
http://www.radioformula.com.mx/programas/ricardor/articulos.asp?ID=53142
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