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domingo, noviembre 19, 2006

Opinión - Jorge Gómez Naredo

La Jornada Jalisco, 19 de noviembre de 2005
La realidad oculta
Jorge Gómez Naredo

Joachimn Fest, controvertido historiador y periodista alemán, es uno de los grandes conocedores del régimen nazi y de la vida de Hitler (sus puntos de vista al respecto son cuestionables y han sido criticados en no pocas ocasiones). Hace algunos años publicó El Hundimiento (Der Untergang), una crónica de los últimos días de Hitler en el poder, cuando todo estaba perdido para los alemanes en la segunda guerra mundial, pues por el este el ejército rojo avanzaba sobre Berlín y, por el oeste, Estados Unidos, Francia e Inglaterra tenían el control hasta el río Elba. El Hundimiento fue base para la película conocida en México como La caída (dirigida por Oliver Hirschbiegel y protagonizada por Bruno Ganz), una estremecedora visión de las últimas horas del tercer Reich, donde se observa cómo el mando nazi, sin importarle el sufrimiento del pueblo alemán, seguía empecinado en ganar una conflagración perdida de antemano.

En El hundimiento, Fest describe admirablemente cómo el régimen alemán, a unos días de la entrada de los soviéticos a suelo berlinés, seguía obstinado en transmitir por radio una visión halagüeña de la situación. Joseph Goebbels, incondicional de Hitler y creador de la estrategia de propaganda del partido nazi (una de sus famosas frases fue “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, seguida a rajatabla en la reciente campaña electoral panista), continuaba azuzando a los alemanes para defender la capital germana; auguraba éxitos inexistentes cuando las tropas soviéticas masacraban la poca resistencia civil. Es decir, mientras el régimen nazi fenecía, Goebbels ofrecía en la radio y en los pocos periódicos publicados, una visión irreal y alejada de todo sentido común. Pese a ello, dicha estrategia aún tenía encanto y muchos alemanes salían a las calles y se alistaban para “ganar la guerra”, participar en la victoria y defender al Führer. No todos creían las falacias. Fest menciona al respecto: “La propaganda, decía una frase muy corriente entonces, es como la orquesta de un barco que se está hundiendo, que, cuando la vorágine ya lo está arrastrando al fondo del mar, aún sigue tocando alegres melodías..., porque todas las demás partituras han sido requisadas”.

¿Por qué hablar ahora de la propaganda nazi a finales de la segunda guerra mundial? Simple: en México sucede, guardando las distancias pertinentes, lo mismo. El gobierno encabezado por Vicente Fox está empecinado en jugar a lo irreal y a lo inexistente. Los discursos tanto del presidente todavía en funciones (si a eso se le llama funcionar) y de su vocero, solamente demuestran un alejamiento de lo realmente habido en el país. Para Los Pinos la economía va bien, el crimen ha sido sofocado, el narcotráfico está “controlado” y la democracia es un hecho consumado, sin vuelta atrás. Cada uno de los secretarios de estado siguen dicha lógica: en sus informes y declaraciones observamos una realidad jamás vista en las calles ni en los rostros y bolsillos de los mexicanos.

Las cifras oficiales, siempre amenas y halagüeñas (y también risibles), silencian una realidad donde la pobreza y la desigualdad aumentan día a día. La constante salida de miles de mexicanos hacia Estados Unidos nos recuerda, cotidianamente, que las esperanzas y expectativas en el país son escasas. Sin embargo, en lugar de mostrar preocupación por un ambiente tan alarmante, el gobierno panista prefiere soñar y habitar en un mundo fantástico llamado “foxilandia”.

Si comparamos esta situación con lo vivido en la Alemania de 1945, nos encontramos grandes similitudes. Allá, en la Alemania derrotada y ocupada por los ejércitos aliados, la radio fungía como un elemento de distorsión de la realidad, donde lo negro era blanco y la derrota se disfrazaba de una victoria próxima. Acá, en el México de 2006, la televisión ocupa dicho papel. Los espots repetidos hasta el hartazgo en la pantalla chica nos muestran un país democrático, viable y lleno de energías para continuar por el camino del desarrollo y la estabilidad; sin embargo, abajo, entre el pueblo y las capas más desprotegidas, dicha verborrea carece de sentido, pues la realidad se impone y nos dice, con feroz elocuencia, que el dinero no alcanza, el trabajo es mal remunerado, la desigualdad (donde unos cuantos tienen todo y millones nada) es la constante; y, por supuesto, que las vías democráticas para un verdadero cambio, han sido clausuradas. ¿Qué pensarán los asesores y publicistas de Vicente Fox y del PAN? ¿Acaso estarán realmente convencidos de las falacias enunciadas? Seguramente no: como Gobbels, Hitler y la élite del régimen nazi al final de la conflagración, saben, de antemano, que la batalla está perdida y que su única victoria son unas palabras huecas que, a la población, poco dicen. ¿Cuándo entenderán los panistas que la realidad no es una pantalla de televisión?

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