Camilo Ná
Bravucón como siempre, Felipe Calderón declaró que asistirá el 1° de diciembre a San Lázaro y ello “no será por un capricho o estrategia de grupo, simplemente es una obligación constitucional que debo cumplir”. Por su parte, Ulises Ruiz le pidió al presidente electo-espurio-pelele “apoyo”..., que “le responda al pueblo de Oaxaca”. Estos dos especimenes de la política mexicana representan la corrupción, la hipocresía, la violación al estado de derecho y, además, la ironía, el fraude, la represión, la guerra sucia y el desprecio a la voz del pueblo, a la sociedad, a la ciudadanía. Son hermanos de ideología porque Calderón y Ruiz piensan, como única regla para solucionar los conflictos, la “aplicación” irrestricta de la ley; claro, siempre que no sea a ellos, que la violan y la maltratan siempre. Ruiz mata, a través de sus sicarios, a miembros de la APPO; por su parte, Calderón se frota las manos por ver, en los encabezados de los periódicos mediocres y cercanos al régimen: “mueren cientos de revoltosos. Fue su culpa, protestaron cuando no debían”.
Es preocupante la actitud tomada por estos señores. Su única visión del país es la represión, la guerra sucia y la intimidación. Son un peligro para México, para la libertad de expresión y para la cordialidad entre los mexicanos. No nos engañemos, el Ulises Ruiz de hoy es el Felipe Calderón del mañana. Represión y más represión, esa es la única consigna que entienden. Por eso la única salida de esta encrucijada nacional es la organización y la protesta, además del convencimiento. Los días que se avecinan se observan grises, pero cuando escampe (como diría Silvio Rodríguez en su canción “Rabo de nube”), habrá esperanza. Hoy huele a duras batallas por librar, pero después de ellas, después del polvo, la sangre, las lágrimas, vendrán las risas, las ansias de construir y de hacer de México un país libre, igualitario y justo. No nos dejemos ni nos rajemos.
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