Los valores olvidados
Carlos H. Ortiz Ramírez
México sería un país muy diferente si se promovieran, a todos los niveles, la honestidad y la congruencia como valores fundamentales. Y es que pareciera que de aquella larga lista de comportamientos moralmente aceptados dentro de la sociedad mexicana, los valores antes mencionados han sido olvidos, a veces intencionalmente. Si bien es cierto que es válido encontrar en todas las sociedades y en todos los individuos cierta dosis de ambivalencia, lo cual es algo normal de la condición humana, también es cierto que en México los patrones de conducta que incluyen actos de esta naturaleza alcanzan niveles surrealistas, sobretodo en los círculos del poder. Esto, a pesar de las apariencias, no es incidental; la incongruencia hace posible el doble discurso, que a su vez facilita un control tanto moral como practico del comportamiento, ideologías y decisiones de una población. Es decir, por paradójico que suene, la incoherencia como valor y como práctica en la vida del individuo facilita la sumisión de este ante las acciones también incongruentes (y negativas) que ejercen sobre él aquellos que lo dominan. Se confunde a la población negándole una plataforma objetiva y razonable de la realidad, por lo que se pierde todo punto de referencia sobre lo debería de ser, y lo que no, en un contexto de bienestar y progreso.
Analizando desde esta óptica el escenario social y político de nuestro país, es como pueden concebirse (no sin profunda indignación) las actitudes, comportamientos, y manejos, a veces absurdos, que protagonizan los distintos actores de nuestra clase política y oligarca. Se quebrantan a diario valores como la libertad, la igualdad, y el respeto hacia la diversidad, los cuales resultan fundamentales para el funcionamiento armónico de la vida colectiva, a la vez que se pisotean los conceptos de pluralidad y democracia. Es difícil entender como muchas de estas prácticas tan desafortunadas pasan inadvertidas, ó no provocan la irritación correspondiente. Sin embargo, vivimos en una realidad cuya lectura resulta cada vez más complicada, las intenciones de aquellos que controlan la vida y la dinámica nacional son opacas, cuando menos, y en ocasiones inverosímiles (hablase del partido o inclinación política que se quiera). Es preocupante que en el discurso político se trastorne continuamente el significado de las palabras y se empleen los símbolos a conveniencia. Expresiones como "los violentos" y "los pacíficos", "la legalidad" y "la legitimidad", "la inseguridad" y "el terrorismo", "el estado de derecho", y "la fuerza pública", son utilizadas fuera de contexto con el único objetivo de manipular la opinión pública.
En el mar de desconciertos por el que fluye la vida nacional sobran las proclamaciones vacías y absurdas. Como interpretar, por ejemplo, la reciente declaración del senado sobre la desaparición de poderes en Oaxaca, que por un lado reconoce el estado de ingobernabilidad, pero por el otro considera, de manera contradictoria, que los poderes aún existen y son efectivos. Otro ejemplo singular es el caso de Atenco; como entender las declaraciones de las autoridades implicadas en las agresiones sexuales que sufrieron las mujeres detenidas en dicho poblado, ya que por una parte se reconoce que existieron abusos, pero al mismo tiempo se acreditan porque, según sus palabras, "no fueron lo suficientemente graves". ¿Desde cuando un abuso sexual tiene que ser catalogado como "grave" para ser castigado?, y en todo caso ¿quién se encarga de definir dicha gravedad?. Se recordará también el debate sobre los nuevos libros para secundaria, cuyo contenido sexual indignó gravemente a varios miembros de la iglesia incluido el Cardenal, quien días después fue inculpado de encubrir pederastas dentro de la iglesia; ¿cómo explicar entonces su indignación?: los libros con contenido sexual educativo conducen a la perversión y deben ser censurados, pero las prácticas pederastas son aceptables ¿?. Incluso tenemos las conversaciones telefónicas del gobernador de puebla conspirando cínicamente contra las garantías individuales de una reconocida periodista en un ambiente de completa impunidad. Y para no dejar fuera al mundo empresarial están las declaraciones del tercer hombre mas rico del mundo (según Forbes): Carlos Slim, a quien los movimientos sociales, como la resistencia civil, le han causado fuertes impresiones, calificándolos incluso de "kafkianos"; sin embargo, el hecho de ganar 7 millones de dólares diarios en un país cuya gran mayoría de la población sobrevive con menos de 10, pareciera, por el contrario, no provocarle impresión alguna.
Así pues, la represión, el abuso y la desigualdad se han hecho crónicos en nuestro país. Esta semana la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió una de las críticas mas fuertes a nuestro gobierno; hay una guerra permanente y preventiva contra todo movimiento social o cultural importante que pretenda ser transformador, por lo que es necesario un esfuerzo conjunto para evitar la institucionalización de la violencia y la deshumanización, pero sobretodo, para la construcción de una nueva realidad. La congruencia y la honestidad son valores de gran trascendencia y de gran alcance en la conformación de una sociedad mas justa e igualitaria, pero no son los únicos. Es urgente comenzar a rescatar y a inculcar valores que permitan nuevas formas de relaciones sociales, despertar del entumecimiento crítico y superar la barrera de la indiferencia. Es necesario reconocer la magnitud de la transición política y social que experimentamos, así como las repercusiones de los acontecimientos que se suceden a nivel nacional, de ellos dependerá nuestra convivencia futura y nuestra tranquilidad.
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