Páginas

::::

viernes, septiembre 22, 2006

Escrito de Victor Eduardo García.

Escritos al Caminar

Caracteres.


En algunos casos lo único que nos une es el fraude del que hemos sido victimas. Desde el dos de julio tenemos en común. el encabronamiento y, no faltaba más, la dignidad que oponemos ante tal atropello. Obviamente, tenemos en común un profundo amor por México; somos democráticos y antiautoritarios. Estamos hasta la madre de un sistema en el que la mentira se maquilla y exhibe, en tanto la verdad se oculta y se simula. De orígenes diferentes, nos alía la palabra “compañero”, la causa de la democracia nos iguala y por fin, después de mucho tiempo, un líder nos unifica. Acá, en Guadalajara, habemos de todo, como en la botica tradicional: campesinos, obreros, estudiantes, profesionistas, empleados, desempleados, maestros, intelectuales… lo cual no significa nada más allá del listado; sin embargo, y eso es lo más importante, habemos personas con sexo, preferencias, habilidades y nombre propios; personas que se llaman Juan y que se llaman María o Irene o Pedro o Teresa o Isaac: gente común, que, citando de memoria al Antonio Machado que musicalizó Joan Manuel Serrat: “con su dinero pagan el traje que le viste y la mansión que habitan”. La mayoría no somos políticos profesionales ni filósofos profundos ni luchadores sociales forjados en la fragua de la lucha contra el estado y su poder. Aunque, siendo justo, debo anotar que sí hay compañeros que desde siempre (por lo menos, desde hace mucho) se han enfrentado al poder que ha sojuzgado al pueblo. Arcadia, por ejemplo, cuya elocuencia y claridad deslumbran y enriquecen al movimiento. O Agustín, que práctico, protestó contra el fraude con una huelga de hambre de setenta y dos horas. O Joel, doctor y político, al que mi memoria ubica como el permanente candidato de la izquierda a finales de los ochenta y principio de los noventa, convertido ahora, por derecho propio, en autoridad moral. O Pepe, hombre de confianza de AMLO, pasado de peso y de trabajo. O Ambriz, que se quedó en el D. F. a organizar las actividades del campamento de Jalisco en Paseo de la Reforma. O Julia, campechana que no pierde su acento ni la energía que le permitía quedarse en el plantón de México City, volver a Guadalajara para ir a un concierto, al día siguiente manejar nueve horas por la sierra para cumplir con sus obligaciones en la osc en que presta sus servicios y retornar a Guanatos participativa y entusiasta. U Oswaldo, doctor formado en Rusia, profesional de la política, rollero como el sólo, pero inteligente y honesto. O Antonio, Toño para los cuates, agrónomo que en el ochenta y ocho tomaba ayuntamientos michoacanos y ahora reparte su tiempo entre el desempleo y el movimiento, alienta, siempre amable, a quien se le acerca (y hasta se da tiempo de leerme y aclarar: “el colmillo del collar de Chanoc era de jaguar, no de tiburón”). O Carlos y Adriana que participan, creo, en cuanta causa haya que participar: Arcediano, la intersindical, la bronca de los globalifóbicos, la reapertura de una caja de ahorro y ahora, también, la lucha contra la imposición (“¿y cómo le hacen?”, “pues durmiendo tres horas”). O el chileno mexicanizado de la Unidad Popular, que llama categórico y elegante a la Unidad. O Humberto, que coordina reuniones, informa, levanta video y toma fotos. O como el compañero, del cual desconozco el nombre, que también coordina reuniones de redes y hace comentarios tan agudos como: “Hay una gran ausencia aquí: los jóvenes, dónde están, cómo los atraemos”. Y al lado, compañeros, compañeras principalmente, cuya experiencia en la cosa pública data del proceso electoral que gestó el movimiento amplio que se apresta a reinventar La República; sus vidas (las vidas de todos nosotros), se han enriquecido con el kilometraje que se presta para la conversación, la reflexión, la enseñanza, el aprendizaje, el ejercicio de la resistencia física y mental. Como Sonia, casada, madre de cuatro hijos; durante algún tiempo fue manager del equipo de fútbol americano en el que ellos jugaban; entonces, como ahora en la resistencia civil y pacífica, se hacía cargo del alquiler de los camiones, entre otras muchas cosas. O como Azucena, que extiende la promoción cultural a la del movimiento. O como Carlos, que tuvo más que una feliz idea y se ofreció para organizar el principio de microempresas de la resistencia, cooperativas, sistemas de autoconsumo, porque como el dice:
“Vamos a generar riqueza, compañero”. Debemos considerar que México no es un país pobre ni los mexicanos, una punta de haraganes e ineptos; que si la pobreza nos abruma, hasta acorralar a millones en sus extremos de mayor oprobio, es por culpa de quienes han ejercido el poder desde las posiciones en las que el cálculo egoísta impera sobre los intereses colectivos. Por haber permitido tal situación durante tanto tiempo, el pueblo debe asumir su parte de responsabilidad. Sin embargo, no debe perderse de vista que la esclavitud, la servidumbre, la sumisión y la miseria no son nunca la elección de una sociedad, sino una imposición, que, de tan repetitiva y autoritaria, se convierte en la única forma de vida. Afortunadamente, la existencia es un juego dinámico, nunca se detiene y así transforma a la historia, a veces, de manera insospechada y, hasta cierto punto contradictoria. Aparentemente, la derecha ganó el proceso electoral, aunque la izquierda haya ganado las elecciones. Ello debería de haber otorgado el poder ilimitado a los retrógrados y, de paso, garantizarles la sumisión incondicional de los progresistas. Eso pasó en el ochentaiocho y eso debería pasar en el dosmilseis. Pero ahora no fue así. Las condiciones son otras. Y otros, los personajes protagónicos. En consecuencia, es otra la partida. La Coalición por el Bien de Todos perdió, con trampas, pero perdió. Sí, pero, sólo aparentemente. A partir del dos de julio, México es testigo de la aparición de una poderosa fuerza política, impresionante no sólo por la cantidad de personas que la componen, sino también por su calidad, su arrojo, su disciplina, su creatividad.


De férrea voluntad y total apego a sus principios, quienes componen la fuerza de la resistencia civil y pacífica están (¡estamos, cómo no!) decididos a cambiar la vida transformando la realidad. Por ello, antes de abolir el dieciséis de septiembre pasado la república simulada, determinamos, por lo menos aquí, los de las redes ciudadanas de Jalisco, generar el principio de una nueva economía, a partir de las habilidades de sus miembros: mexicanas y mexicanos que hacen bien lo que saben hacer y ahora podrán hacerlo en beneficio suyo, del movimiento y del país. La idea parte de la conformación de un directorio donde cada quien anote los servicios y los productos que puede ofrecer a los demás. Así, se pondrá en marcha algo que creo puede llamarse cooperativa de autoconsumo. El siguiente paso será el establecimiento de microempresas, que ofrecerán servicios o productos a toda la comunidad, trascendiendo el ámbito del movimiento. Alguien me comenta que esa idea no es original, que eso hacen los migrantes mexicanos en Estados Unidos. Pero a mí me parece que sí es original y muy importante, que se lo propongan personas reunidas por caprichos de la historia, relacionados con la política, en el contexto del conflicto electoral que unos cuantos armaron para perjudicar a la mayoría. La autogestión es quizá la principal característica de la anarquía, el estado utópico que, sin rey que le gobierne ni dios que le obligue, produce los satisfactores necesarios para sobrevivir y, de paso, los excedentes que le garantizan el futuro. La autogestión podría ser para la resistencia civil y pacífica un buen medio para sobrevivir, fortalecerse y dotar de oxigeno fresco a la economía de todo el país. Mirando hacia el futuro, es mucho lo que debe hacerse para que esta simple idea se convierta en recursos contantes y sonantes; mirando hacia el pasado es mucho lo que México y los mexicanos han hecho para afrontar su destino; ello anima y alienta, revive la fe en nuestras posibilidades y nos descubre la fortaleza de la unidad. (VEG)

radioamloTV