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jueves, marzo 05, 2009
Venganza de la abundancia
Paul Krugman / The New York Times
04 de marzo de 2009
Ahora sabemos que los préstamos de alto riesgo eran apenas una pequeña fracción del problema. Incluso los malos préstamos hipotecarios en general eran sólo una parte de lo que salió mal.
Vivimos en un mundo de deudores en aprietos, desde constructores de centros comerciales hasta economías “milagrosas” de Europa. Y simplemente siguen surgiendo nuevos tipos de problemas de deuda.
¿Cómo se produjo esta crisis deudora global? ¿Por qué está tan extendida? La respuesta, creo, puede encontrarse en un discurso que Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, ofreció hace cuatro años. En ese momento, Bernanke buscaba crear tranquilidad. Pero lo que dijo entonces anticipó el desmoronamiento que vendría.
El discurso, titulado “El exceso global de ahorro y el déficit en cuenta corriente de Estados Unidos”, ofrecía una novedosa explicación sobre el rápido ascenso del déficit comercial estadounidense a principios del siglo XXI. Las causas, sostenía Bernanke, no se encuentran en Estados Unidos sino en Asia.
Hasta mediados de los 90, destacó, las economías emergentes de Asia habían sido grandes importadoras de capital, tomando créditos en el extranjero para financiar su desarrollo. Pero luego de la crisis financiera asiática de 1997 (que parecía la gran cosa entonces pero luce trivial en comparación con lo que está sucediendo ahora), estos países empezaron a protegerse a sí mismos amasando enormes cantidades de activos extranjeros, de hecho exportando capital al resto del mundo.
El resultado fue un mundo anegado de dinero barato buscando un lugar a donde ir.
La mayor parte de ese dinero se fue a Estados Unidos, y de ahí nuestro gigantesco déficit comercial, pues el déficit comercial es la otra cara de la moneda de los influjos de capital. Pero como Bernanke acertadamente destacó, el dinero se volcó hacia otras naciones también. En particular, varios países pequeños de Europa registraron influjos de capital que, aunque mucho menores en términos de dólares que los inyectados en Estados Unidos, eran mucho más grandes en relación con el tamaño de sus economías.
No obstante, gran parte del excedente global de ahorro terminó en Estados Unidos. ¿Por qué?
Bernanke citó “la profundidad y sofisticación de los mercados financieros del país (que, entre otras cosas, han permitido a las familias un acceso fácil a la riqueza inmobiliaria)”. Profundidad, sí. ¿Pero sofisticación? Bueno, podría decirse que los banqueros estadounidenses, fortalecidos por un cuarto de siglo de celo desregulatorio, encabezaron al mundo en el proceso de crear formas sofisticadas de enriquecerse ocultando riesgos y engañando a los inversionistas.
Y sistemas financieros totalmente abiertos y débilmente regulados caracterizaron a muchos de los otros receptores de grandes flujos de capital. Esto podría explicar la casi espeluznante correlación entre los encomios lanzados por los conservadores hace dos o tres años a algunos países y el desastre económico que viven hoy. “Las reformas han convertido a Islandia en un tigre nórdico”, declaró un ensayo del Instituto Cato. “Cómo se convirtió Irlanda en un tigre celta”, fue el título de un artículo de la Fundación Heritage; “El milagro económico estonio”, fue el título de otro. Esos tres países sufren profundas crisis actualmente.
Por un tiempo, la inyección de capital creó la ilusión de riqueza en estos países, justo como en el caso de los dueños de casa estadounidenses: los precios de los activos subían, las monedas se mostraban firmes y todo parecía positivo. Pero las burbujas siempre estallan tarde o temprano, y los milagros económicos de ayer se han convertido en los casos de locura de hoy: naciones cuyos activos se han evaporado, pero cuyas deudas siguen siendo muy reales. Y estas deudas son una carga especialmente pesada porque la mayor parte de los préstamos estaban denominados en monedas de otros países.
Tampoco está confinado el daño a los prestatarios originales. En Estados Unidos, la burbuja inmobiliaria se desarrolló principalmente a lo largo de las costas, pero cuando la burbuja explotó, la demanda de bienes manufacturados, especialmente autos, se colapsó, y ello ha cobrado un precio terrible en las zonas industriales de la nación. En forma similar, las burbujas europeas se concentraron principalmente en la periferia del continente, y sin embargo la producción industrial de Alemania —que nunca tuvo una burbuja financiera pero es el corazón industrial de Europa— está cayendo rápidamente debido al desplome de las exportaciones.
Si quiere saber en dónde surgió la crisis global, piense entonces de esta forma: estamos viendo la venganza de la abundancia. Y el excedente de ahorro sigue ahí. De hecho, es más grande que nunca ahora que consumidores repentinamente empobrecidos han redescubierto las virtudes de la frugalidad y que el boom mundial de propiedades, que proporcionó un cauce a todos esos excedentes de ahorro, se ha convertido en un derrumbe mundial.
Una forma de ver la situación internacional actual es que estamos sufriendo una paradoja global del ahorro: por todo el mundo, el ahorro deseado supera la cantidad que las compañías están dispuestas a invertir. Y el resultado es una crisis mundial que deja a todos en peores condiciones. Fue así entonces como llegamos a este embrollo. Y seguimos buscando la salida. (Traducción: Gregorio Narváez)
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