¿Será que lo que vemos es irreal: el dólar a 15 pesos, el desempleo desbordado, el dinero insuficiente para lo necesario, la pobreza, la desesperanza, un modelo económico que no funciona, un país que se viene abajo y un gobierno inepto e ineficaz? ¿Será que mentimos?, ¿que nuestros ojos y nuestros bolsillos nos engañan: son falaces?, ¿será que somos catastrofistas?, ¿que pensamos siempre de manera pesimista?, ¿que sembramos la desilusión y somos agoreros de fatídicos hechos?, ¿será que engañamos y, además, enconamos a la sociedad? ¿Será?
El jueves pasado, en la ciudad de Querétaro, Felipe Calderón condenó a todo aquel que piense que algo falla en el país a ser una especie de traidor a la patria, a la democracia y a las instituciones: “debemos rechazar todos el catastrofismo sin fundamento, particularmente ahora llevado a extremos absurdos, que daña sensiblemente al país, a su imagen internacional, ahuyenta inversiones y destruye los empleos que los mexicanos necesitan. Hagamos a un lado el alarmismo, que ignora los esfuerzos que todos hacemos por superar nuestros desafíos. […] Se puede discrepar, pero no deliberadamente falsear, dividir y enconar. Se puede opinar distinto en el marco de libertad que el propio Estado garantiza, pero no atentar contra el Estado mismo”. Quien critica, quien alza la voz, quien busca salidas a la crisis, quien desespera ante el inmovilismo de un gobierno ineficaz, quien quiere a su patria y la defiende, quien busca la democracia a partir de la participación de todos, ¿es catastrofista? En la visión de Felipe Calderón, sí. Y además, es una amenaza, porque ahuyenta las inversiones y “destruye” empleos: un peligro para México, pues.
Felipe Calderón ha buscado que los efectos nefastos de la crisis sean conceptuados como externos. En Querétaro dijo: “No es ésta la primera vez que México enfrenta una crisis económica, pero aquí, también lo verdaderamente nuevo es que a diferencia de otras, esta crisis ni se origina en México ni en la irresponsabilidad de sus gobernantes”. La intención es clara: convencer a la población que la crisis es externa y que el gobierno (es decir, Felipe Calderón y su séquito de secretarios de estado) nada tiene que ver con ella. Esto es, simple y llanamente, una falacia. Si bien es cierto que la crisis se origina en el exterior –el capitalismo (y especialmente su fase neoliberal) está en decadencia– también es verdad que los diversos Estados del mundo tienen la capacidad de hacerle frente y organizarse para que no afecte tanto. Esto, Calderón, simple y llanamente no lo ha hecho.
Las declaraciones del michoacano muestran, por un lado, su intolerancia y su vocación autoritaria y, por otro, su debilidad. Desde hace mucho tiempo, Calderón no se refería tan claramente a Andrés Manuel López Obrador. Durante buena parte de su gestión lo había omitido de todo discurso y había pactado con la mayoría de los medios de comunicación (en especial las televisoras) para que no dijeran nada del ex candidato de la coalición Por el Bien de Todos, y cuando lo mencionaran, se hablara mal del tabasqueño. Pero ahora, la situación es distinta: la inestabilidad económica ha llevado al país al borde de una crisis catastrófica (sí, catastrófica, palabra que, según el diccionario de la Real Academia Española, significa: “Suceso infausto que altera gravemente el orden regular de las cosas”). Y Felipe Calderón no sabe qué hacer. Como no lo saben tampoco sus secretarios y sus asesores. Esto es entendible: Calderón no estaba preparado para ser presidente de México, su inexperiencia era mucha (y muy obvia) y su ineficacia y corrupción (recuérdense sus controvertidas y venales estancias en la Secretaría de Energía y en Banobras) evidentes. ¿Cuál es la salida? Fácil: culpar al exterior y a la oposición del derrumbe del país.
Además del indudable cinismo, en su discurso del pasado jueves Calderón mostró su inclinación autoritaria: quien critica, quien habla en contra de su política económica, quien se atreve a decir que las cosas van mal, está atentando contra el Estado mismo. ¿Acaso ésta no es una actitud autoritaria?, ¿un comentario nacido de la debilidad? Porque hoy, más que nunca, Calderón se muestra débil: débil ante quienes lo impusieron en la Presidencia, débil ante la oposición, débil ante una crisis económica que no sabe cómo manejar y que está llevando al país a un precipicio, débil ante el exterior y débil ante un sector de la sociedad inconforme con su gestión. Sí, Calderón se mira débil, tan débil que exhibe su intolerancia. Como lo mencionó López Obrador en su visita a Temacapulín el jueves pasado: “Calderón es como si no existiera, no tiene capacidad, es muy inepto”. Sí, y además de inepto, autoritario.
jorge_naredo@yahoo.com
::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2008::
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