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lunes, septiembre 08, 2008

Universidad y poder público: hablar de… sin hablar de

Germán Robles
Código Político

08 de septiembre de 2008

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Universidad y poder público: hablar de… sin hablar de

A Pepe Zamarripa, comprometido demócrata y mucho mejor persona. Por su descanso.




Poderes públicos, gobierno y partidos, al igual que la universidad en Jalisco demostraron su verdadera vocación antidemocrática y con ello exhibieron al más fiel espejo, ese penoso reflejo de la sociedad toda en su más puro estado de descomposición.


Bastó una semana para que en Jalisco se supiera quién es quién; en medio de la polarización por la crisis institucional que atraviesa la universidad cada quién y cada cual se dijo, escribió o al menos medito en silencio lo que tanto uno piensa del otro.

Poderes públicos, gobierno y partidos, al igual que la universidad en Jalisco demostraron su verdadera vocación antidemocrática y con ello exhibieron al más fiel espejo, ese penoso reflejo de la sociedad toda en su más puro estado de descomposición.

Pero para comprender a fondo a la universidad, a la educación y poderes públicos así como la grave señal de degradación y sinvergüenza que Jalisco está proyectando como paradigma de lo que ocurre a nivel nacional; es necesario hablar, hacer algunas precisiones “de” sin necesidad de hablar “de”; es decir partir sin aquello u lo otro, sin mito alguno o falacia de por medio que sólo distraiga el debate.

No hablemos del depuesto rector Carlos Briseño, ni del “otro rector” ni del capo mayor Raúl Padilla. Hablemos más bien de lo que se esté haciendo o de lo que está obligado a hacer la comunidad académica para reformar la ley orgánica, exigir y aumentar los espacios de participación y establecer una democracia realmente representativa de sus intereses y personas.

No hablemos de la Feria del libro, del Festival de Cine ni del CCU, teatros, auditorios, ni de la “carpa y el circo”. Hablemos mejor de la transparencia, rendición de cuentas, de que el gobierno audite a fondo la operación de los recursos, de los mínimos de pundonor para que se eliminen partidas en esos eventos tales como comilones, banquetes y ceremonias groseras con cargo al erario.

Hablemos de la democratización en el modelo de decisiones, elección de puestos y personal para dichos eventos, de revisar las figuras jurídicas de patronatos, fideicomisos y presidencias honorarias y de lo poco ético del que estas sean manejadas por un solo hombre. Que cada ciudadano consciente y en libertad decida si paga o no un boleto para asistir a dichas ferias. Que no haya acarreo de estudiantes de preparatoria y que de los ciudadanos con su presencia dependa su continuidad.

No hablemos del neoliberalismo que tanto Raúl Padilla, Carlos Salinas y Elba Esther Gordillo pactaron para la educación media y superior en Jalisco. Tampoco hablemos de las reformas llevadas por Raúl Padilla, ni del “éxito” de programas y su gestión. Por el contrario hablemos de los más de 46 mil rechazados por la universidad en todos los niveles en el último calendario escolar.

De cómo por ejemplo la universidad cierra el ciclo educativo en el nivel básico para los hijos de los trabajadores, de la dictadura a cuál más modelo autoritario priísta ha sido llevado en nivel escala a la universidad y aderezado con privilegios y cooptación económica para su élite que mantiene los controles en ese “feudo perfecto”.

Hablemos mejor aun de la sutil exclusión social, del neopositivismo llevado al extremo, de privilegios, estímulos, reconocimientos y equipo didáctico de primer nivel confinados a los guettos del grupo en el poder y a quiénes son leales a la mafia imperante.

No hablemos de la “descentralización” de las decisiones y el “adelgazamiento” de rectoría; hablemos de la nueva y simulada distribución de poder y cooptación llevada a los centros universitarios y rectores de centro que reciben las diásporas del poder del “señor licenciado”, cosa que hará aún más fuerte su poder y menos difícil cortarlo de tajo. Se trata, claro, de un “autoritarismo atomizado”.

Hablemos de la exigencia a autoridades civiles y militares de todos los niveles de no intervenir en asuntos propios de una universidad, de permitir que esta dirima sus diferencias en base a sus leyes y reglamentos internos. También hablemos de que autonomía no significa impunidad, anarquía ni cheque en blanco para delinquir, gobernar, decidir ni establecer acto o relación alguna por encima de la ley suprema.

No comentemos sobre falsas autonomías, ni la Ley Orgánica universitaria, ni su Estatuto General, así como de sus “hoyos negros” que solapan el gobierno de las mafias haciendo del asqueroso amiguismo, el nepotismo y la cooptación los medios inexpugnables de poder que mantienen secuestrada a la institución.

Por el contrario hablemos de decretos como el emitido por el otrora Presidente de la República, José López Portillo, publicado en el Diario Oficial de la Federación, el 9 de junio de 1980, en el que en la exposición de motivos dispone: “la autonomía universitaria jamás será fórmula de enfeudamiento ni un poder por encima de las facultades primigenias del Estado”.

Así también hablemos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos como ley suprema y de la adecuación plena de las leyes y reglamentos que de la misma emanen.

Para que hablar del “servicio social” universitario. Mejor hablemos de su exhaustiva revisión, de ajustes que sean plenamente acordes con la Ley de Trabajo a nivel Federal. Donde se exija que ningún estudiante sea obligado a prestar un servicio de trabajo en actividades fuera del ámbito académico o de estricta utilidad pública, es decir que no exista trabajo impago en la organización logística de eventos privados, negocios y demás con fines de lucro tales como la FIL, festivales y banquetes.

No hablemos de la universidad de tal ciudad o tal estado; hablemos mejor de la educación y universidad pública por y para todos en todos los niveles, que sea del pueblo y sus hijos; hablemos de que el rango de obligatoriedad del estado para con la educación sea a nivel medio superior; dinero hay, que se lo robe el hampa política es otro asunto.

Hablemos de tener un Campus de la UNAM en Jalisco, ¿o que tal uno del IPN?; es decir la exigencia social de que los institutos nacionales sean realmente de presencia nacional y que aumenten la oferta pública para miles de jóvenes en este estado.

No pensemos en las “escuelas incorporadas” de Raúl Padilla y de su claque. Exijamos que la PROFECO persista de manera puntual en señalar la calidad, las quejas y denuncias que tiene sobre las “escuelas patito” en la Zona metropolitana de Guadalajara y la entidad y que si no cumplen con la reglamentación se clausuren; hablemos de su papel y revisión legal por parte de la SEP.

No hablemos de la purga de trabajadores universitarios. Sino de sus derechos laborales, de la responsabilidad de la Junta de Conciliación y Arbitraje, de la creación de una nueva cultura laboral y respeto en el marco de la administración, docencia y vida académicas. Hablemos de un verdadero sindicalismo, sin líderes charros cooptados por el “líder moral”.

No hablemos del control del capo mayor, ni del miedo a romper el silencio, ni de la apatía socio-universitaria. Hablemos de exigir, de denunciar, de convocar, de unir fuerzas y crear modelos comunes para la protección de derechos, para la denuncia, para garantizar la libre y decidida manifestación de las ideas dentro y fuera de la universidad pública sin temor a ser molestados en nuestras pertenencias y personas.

Hablemos de convergencias donde la disciplina, la responsabilidad laboral y estudiantil, donde la asistencia y los puntos no sirvan ni se confunda como medios de coerción para el control político y la amenaza laboral que coarta libertades básicas.

Así bien no hablemos de levantamiento político de actas administrativas, inasistencias, de calificaciones, de la “perdida” de expedientes, ni de la provocada “reprobación” de asignaturas; no hablemos de estigmas marcadas en la frente con los hierros de Éfeso retorcidos por la mafia del “señor licenciado”.

Hablemos de la libertad, del artículo tercero constitucional; hablemos de la libertad de asociación y deliberación colectiva, del conocimiento como meta que sólo puede ser alcanzada con la calidad educativa. No hablemos de estatus estudiantil, ni de universitarios, sino de ciudadanos con derecho a la educación universitaria pública y gratuita.

No hablemos de esa entelequia cerril llamada Jalisco; ni de su podrida y sinvergüenza clase política. Tampoco hablemos de gentilicios como “jaliscienses” o “tapatíos”.

Hablemos de que somos ciudadanos mexicanos, de la Federación; de la Carta Magna y sus derechos como obligaciones. Hablemos de re dignificar al poder público, a la educación y a la universidad pública.

Y a todo esto: ¿alguien menciono al gobierno de Jalisco?... ¿y quién habló de la universidad de Guadalajara?; ...¿Qué es eso?… ¿acaso hizo falta?

En el tintero.
EL SACO NO ME LO PONGO Y NO ME LO PONGO...

En el debate sobre esa universidad, hubo de todo “como en botica” en la opinión pública. Pero mucho peor que los silentes, fueron los “lambiscones”, los hipócritas y los sinvergüenza “anónimos”; los hubo quienes se aventaron la puntada de ponerse sobre la cabeza una "bolsa de papel" para así criticar la apatía, la antidemocracia de sus correligionarios políticos y universitarios. Mordida de lengua o escupir para arriba, usted diga; pero no podemos negar que hasta para eso los farsantes tienen ingenio y causan bastante humor.



roblesgerman@prodigy.net.mx








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