Poco a poco, los responsables y principales organizadores de la represión estudiantil de 1968 y 1971 van muriendo. El lunes se fue a calacas el general Alonso Aguirre Ramos, jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional en 1968. Y ayer colgó los apolillados tenis el general Manuel Díaz Escobar, quien fue ni más ni menos el creador del grupo paramilitar conocido como Los Halcones. La muerte, justiciera inexorable, hizo por fin lo que la “justicia humana” nunca se atrevió: acallar para siempre la voz de esos represores.
Se fueron sin castigo. Impunes. Como el mandril asesino Pinochet, que luego de una breve estancia en la cárcel, fingió demencia senil para que los jueces chilenos, compadecidos del anciano decrépito, lo liberaran. Y así fue, sus últimos años, que deberían haber transcurrido en el oprobio y la humillación de estar en la cárcel, los pasó en libertad. Como en libertad murió también Batista, el tirano de Cuba que huyó cobardemente durante la noche de Año Nuevo (Fecal, ve tomando nota). Tampoco recibió su castigo Francisco Franco, que en lugar de ser ajusticiado en el garrote vil como merecía, murió plácidamente en su cama. Y eludiendo la horca, su justo destino, Arturo Durazo se petateó como hombre en libertad, aunque habiendo purgado una condena que ni por asomo era la que merecía.
En 2006 unos soberbios arribistas, que además resultaron muy buenos LADRONES, se ROBARON la presidencia de la República. Lo hicieron apoyados por una pandilla de ladrones de cuello blanco, del ámbito político, empresarial, artístico, etc. Y por supuesto con apoyo del exterior. Esos ladrones golpistas dieron un golpe frontal a la democracia mexicana, que detestan. Esa punta de criminales son además TRAIDORES A LA PATRIA, delito que anteriormente se castigaba con la pena de muerte.
Y sin embargo, ahí los tienen, tan campantes. Confían en que la misma impunidad que cobijó durante años a gorilas militares como los dos generales ya mencionados, los beneficiará también a ellos. Se atienen a que en México, no importa qué tan criminal seas, no importa qué tan carnicero de la democracia quieras ser, “la gente olvida”…
Tal vez haya muchos que olviden. Nosotros no. Les garantizamos a los que hoy usurpan el poder y se ríen, que nosotros no olvidamos. Y de eso, tarde o temprano, se van a acordar. No va a ser la muerte la que, como en el caso de los dos carcamanes que ya son pasto de gusanos, los libre del justo y merecido castigo.
FUENTE: SDP
::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando a Andrés Manuel López Obrador en 2008::
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