Páginas

::::

jueves, agosto 16, 2007

Opinión. Germán Robles

Cuarta República
Germán Robles.
17 de agosto de 2007
El colapso del sistema electoral mexicano: el fin del brazo técnico y de la democracia toda.



La realidad hoy.

Los ciudadanos no sólo somos testigos de piedra en la curiosa democracia mexicana; completamente divorciados, a años luz de distancia de la clase política, somos víctimas también de una pobre y por demás deplorable oferta electoral tanto de candidatos como partidos políticos, los espacios de poder, los bienes nacionales de todo tipo, los medios de producción y las fuerzas productivas han sido secuestradas por un vil puñado.
Por si fuera poco, los órganos electorales- los instrumentos técnicos de la democracia, esos espejismos de la democracia electoral-, tanto en su nivel organizativo-vigilante (IFE) como el que hace a la indagación-sanción (Trife); están quebrados moral y políticamente, sufren su peor crisis de credibilidad y a nosotros al grueso de los mexicanos se nos quitó la democracia, toda y con ello todo lo demás.

Los antecedentes.

Nuestra incipiente democracia tuvo sus primeros escarceos políticos con el régimen partido-estado durante el sexenio de José López Portillo quién asumió el papel de secretario de gobernación tras ganar una elección en solitario donde quedo carente de credibilidad. Es cuando promueve la Reforma Política que consistió en crear al Colegio electoral –que daría registro a más de un partido político que permaneciera en la clandestinidad como el caso del PCM-; así como también la figura de los diputados de representación plurinominal -las sanguijuelas, compadres, líderes de partido, y fuero seguro a criminales priístas que eran perseguidos por el régimen anterior- que pondría por primera vez a la izquierda y a AN en espacios políticos en San Lázaro.

Esa primera reforma establecía implícitamente un pacto político para tener un mínimo de gobernabilidad, y atraer del exilio a la oposición que amenazaba con hacer estallar al país en llamas; pero el fondo no cambiaba, pues el régimen autoritario si bien reconocía cierta pluralidad, mantenía en sus manos el control de la organización de los procesos electorales.

La segunda gran reforma se dio en el periodo 1989 a 1996, que desplegó un proceso gradual y sistematizado de reformas en rango constitucional y en el orden de normas e instituciones, el consenso logro la aprobación de reformas en 1989 a satisfacción de todas las partes se creo en 1990 al IFE y en el mismo año en agosto se promulgó el COFIPE.

En el ínterin destacaron tres importantes reformas; las de 1993, 1994 y 1996, todas fueron violadas y rebasadas por la realidad, en particular la de 1996 que se le daba inclusive carácter de “pacto político nacional” y consistía en el reforzamiento de la autonomía al desligar por completo al poder ejecutivo; poca cosa. Pero todas las reformas quedaban a medias, siempre listas para abrir resquicios leguleyos y paso a la impunidad. Otro detalle: los partidos políticos, en particular el PRI no quedaron desligados, y no sólo eso, las primeras jaurías de consejeros del instituto eran fieles de la militancia priísta, adoctrinados y con cuentas por pagar a sus acreedores políticos que impulsaron sus carreras regalando puestos públicos. La autonomía e independencia fueron siempre una simulación.

Lo que sigue.

El IFE está por cumplir el próximo 11 de octubre 17 años de vida, y quizá muy próximo a firmar jurídicamente su acta de defunción, aunque de facto ya lo hizo, no sólo por su actuar faccioso y contrario al interés nacional al solapar las violaciones flagrantes al COFIPE por parte de partidos, candidatos y peor aún por particulares ajenos a partidos y empresarios –entenados del neoliberalismo- quienes construyeron el escenario para asestar un golpe de estado en su calidad ex ante desde las entrañas del sistema electoral mismo.

Para título de ejemplo la injerencia del CCE, cuya intervención ilegal, infundada y de mala fé es defendida por senadores como Rodríguez Prats –de AN- que a saber del anterior, “los empresarios actuaron en derecho según el Art. 6 º de la constitución” (sic); sí, claro, el eufemismo amparado en la libertad de expresión, pero lo que no dicen es que dicha libertad está condicionada en principio a individuos no a grupos, evidentemente un ciudadano de a pie jamás podría pagar spots en TV que cuestan millones y que al “legal” le salieron gratis por cierto.

Empero, insisto, la defunción se dio antes no sólo del actual consejo, -precedido por el gordillista Luis Carlos Ugalde- sino del IFE mismo cuya estructura logística y técnica fue podrida por la irresponsabilidad y mezquindad de quienes lideran al instituto, mandando así al garete el capital de credibilidad y trabajo que el órgano federado había construido en sus primeros diez años, sobre todo el periodo encabezado por José Woldenberg- quién en 2006 saldría a defender en medios lo indefendible-. Y la defunción se dio antes, porque el 31 de octubre de 2003 se decreto un albazo en la cámara de diputados al disponer de una nueva planilla de consejeros a modo del prianismo y al margen de las demás fuerzas políticas en particular el PRD.

Para esas fechas la jefa de las poquianchis electorales de nombre Elba Esther asumía el control de la recién ascendida bancada priísta en San Lázaro proveniente de las votaciones intermedias del 2003, y que con su aval logró poner a su principal alfil, un obús directo al corazón del sistema electoral y a su servicio: L. Carlos Ugalde, ahí es donde de facto se revisan dos hechos históricos:
1.- Que el PRI desde el 2000 nunca perdió los Pinos, sino que creo un acuerdo de concertacesión política, disfrazada de “alternancia” –la que algunos paleros de la nomenclatura que duermen en literas libres y hacen “nexos” oscuros la querían pasar por transición política (mega ¡sic!) incluso bajo el parangón comparado de la transición española: pobres imbéciles-; 2.- Que fue en ese momento en 2003, cuando se designo al nuevo consejo electoral cuando tronó de ipso el pacto político de la reforma de 1996, ahí se escribió la historia final del IFE. Resulto pues en tener un incondicional frente al IFE como Carlos Ugalde, la cooptación de gobernadores y un dato aterrador: la mitad de los consejeros electorales en todos los estados o son parte del magisterio del SNTE o en su defecto tienen nexos directos con el cacicazgo; razones de peso para calificar al sistema como putrefacto.

En este episodio electorero no se le puede achacar al PRD la automarginación, dado que la junta de coordinación política jamás dio informes detallados sobre los perfiles de los candidatos, los cuáles no cumplían en su mayoría con lo dispuesto en el Art.76 del COFIPE donde se establecen las reglas del juego para designar con-sejeros electorales. Amén de la falta de voluntad política afín al consenso y la inclusión de todos los partidos máxime en una materia tan sustantiva para el ejercicio de la democracia y la representación. Fue una infortunada lectura política que demolió el incipiente trabajo de la cultura electoral.


La otra putrefacción.

¿Que decir del TRIFE? después de su desastrosa labor en el proceso de 2006 dónde le correspondió calificar la elección presidencial, -otro instituto recién creado nació en 1996 a la par de la última gran reforma del IFE, y que hasta 2005 venía ganando algo de prestigio como actor electoral-; no fue capaz de portarse a la altura política de las circunstancias. La mayoría de magistrados terminaban su encomienda en 2006, de ahí que se presume conflicto de intereses dado que los poderosos y el panismo hicieron hasta lo imposible para comprar voluntades volcando recursos millonarios a sus conciencias, mientras que el resto quienes apoyaban a AMLO y constituían la CPBT, no tenían nada que ofrecer, más que la demanda de que se fiscalizara, se diera certeza, se aplicase la ley, a lo más la demanda política fue el voto por voto, pero no hubo nada, es increíble, pero casualmente todos por unanimidad convalidaron la elección.

También este instituto pasa por su peor crisis de credibilidad, dado los dudosos manejos financieros y el conflicto de intereses de la que fue coordinara de “asesores” María Inés Aguilar a cargo del ex ministro Flavio Galván, quién renunció al cargo de magistrado presidente por una supuesta patología ter-minal, curiosamente ese motivo "irreductible" no lo hizo renunciar a su cargo como magistrado. Además el tribunal ha aumentado onerosamente su gasto corriente y prestaciones -más del doble en tan sólo seis meses-; en un país donde la mayoría cotiza 50 (L) pesos como salario mínimo los “magistrados” se despachan 165 mil 659 pesos mensuales más prestaciones y el TRIFE así en medio de este escándalo fue escenario de un albazo, imponiendo de forma por demás sospechosa -la madrugada del 7 de agosto a María del Carmen Alanís- como presidenta, que es del acuerdo de Manlio Fabio Beltrones y del mutuo proprio del “legal” pues la nueva presidenta resulto amiga de su esposa.

En el caso de María del carmen Alanís no sólo preocupa que sea de la cercanía presidencial, sino que su red de relaciones y amistades están atadas al panismo y a distintas dependencias electorales, incluidos el IFE, el IEDF, entre otros. Lo peor es que estos cambios a cuarto para las doce, sin transparencia, ni comunicación fueron para empeorar, el puesto que ocupaba Ma. Inés Aguilar ahora corresponde a Patricio Bullados ex coordinador del programa del voto de mexicanos en el exterior en el IFE, el presupuesto polémico para promover e imprimir formatos para los votos de los paisanos fue 98 millones de pesos, para que apenas votaran unos cuantos miles, es decir un fiasco monumental, bueno, a él, con esas cuentas alegres, le corresponderá la gestión para adquirir bienes inmuebles para el tribunal; y es que con la fuerte amenaza de reformar o desaparecer al IFE el efecto cucaracha de una tarja de estiércol (IFElife) a otra (TRIFElipe) no se ha hecho esperar, es decir la depuración o la purga imposibles serán desde adentro.

¿Y que con el colapso?

El proceso electoral del pasado 5 de agosto en B.C., Oaxaca y Aguascalientes es sintomático de que la vía electoral es fuente de desencanto entre los electores, no se cree en nada ni en nadie, “que se larguen todos” es el grito que emerge, y la exigencia de un cambio de escenario más que de actor, emerge también de forma estruendosa desde el silencio del “abstencionismo”. La vía política es clausurada de facto, la enorme distancia entre las cúpulas, la clase política y ciudadanos deviene en marginación de los últimos.

El brazo de la oferta política está amputado, los brazos técnicos electorales IFE, TRIFE que organizan y sancionan también lo están. Las leyes han sido objeto de un golpe de estado que nos alumbró al “legal”; vivimos así en un régimen de simulación, de desmantelamiento institucional y de las normas que se fueron hace mucho tiempo “al diablo”. Es decir en términos de la democracia electoral los ciudadanos han quedado cojos, mancos, tuertos y sordos; aún habría que reconstituir la institución electoral, desde luego, pensar en figuras como el Instituto Nacional Electoral, o ¿porqué no? un Congreso Federal Electoral, pero en estos casos sería como partir de cero, fórmulas hay muchas, el IFE puede incluso salvarse si se quiere; el meollo está en que el hartazgo de la población no da más paciencia para acuerdos electorales de los cuales siempre está al margen, la olla está a punto de estallar y parece que esa expectativa institucionalizada podría llegar tarde, muy tarde.

Si hoy evaluamos los alcances reales de las reformas políticas desde 1978 en función de los bolsillos, la igualdad y la justicia de los mexicanos se ha hecho muy poco, por no decir nada. La nada halla su exégesis al medir la calidad de vida en educación, salud y oportunidades en 60 millones de mexicanos pobres; al verse de frente dentro de los cinturones de pobreza y las comunidades marginadas; al tener al hombre con más dinero en el mundo entre un montón de pobres; -lo anterior por si algún clase mierdero, perdón, mediero, conformista quisiera inquirir al coterráneo de clase tecleador del por qué de la nada en el avance-.


Estamos entrando en un caldo de cultivo poco encomiable pero necesario, la izquierda política está en crisis; en esta semana pretende salvarse así misma: decidir si sigue en mancuerna con la sociedad o con el pragmatismo cupular. Los sistemas político y electoral asidos de la derecha son un asqueroso desecho, y a la izquierda social y revolucionaria ante el vació de poder, falta de representatividad política y debilidad propia –en términos de la unidad- puede caer en la tentaciones armadas; el hambre y la miseria dirán que hacer, sea o no el momento políticamente correcto.
¿Que escenarios nos quedan por delante?; ¿dejar pasar el tiempo a ver que pasa?; ¿ver como se colapsa frente a nosotros nuestro orden legal y las instituciones, el sistema y esta gran farsa de pacto social, y actuar después? Dejar pasar, dejar de hacer, o quizá pensar, según el entramado de las actuales condiciones en la próxima revolución social del país. Pensar y hacer la próxima revolución; parecen venir como únicas respuestas con la nueva aurora, cuando las cosas se colapsan inevitablemente frente a nosotros.
*politólogo

No hay comentarios.:

radioamloTV