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miércoles, agosto 22, 2007

Opinión. Germán Robles



Cuarta República
Germán Robles
22 de agosto de 2007




Caricaturas alegóricas

X Congreso nacional perredista: la división entre los mencheviques y bolcheviques de pacotilla.

La mezquindad y el caudillismo los instrumentos “ideológicos” en disputa.

Concluyó el pasado domingo el décimo congreso nacional extraordinario del sol azteca, la cita que tuvo lugar entre los días 16 al 19 de agosto comenzó con ánimos fraternos y de solidaridad, con ánimo de unidad, los trabajos habían avanzado en acuerdos, sin embargo, a cuarto para la hora, la corriente denominada de los “chuchos” eliminó de los resolutivos finales un párrafo alusivo al no diálogo con quién usurpa la presidencia.

Ergo, en cambio, propuso abrir la posibilidad de debate con “el legal” a partir de 2008 una vez puesta en vigor la reforma del estado, que regularía la figura del “debate entre poderes” (sic) el resultado de este décimo congreso fue la cuasi división del Partido de la Revolución democrática, -que todos niegan, pero es algo que el tiempo irá procesando-; en las facciones “institucional-negociadora” y la “progresista- base social”, estas denominaciones quizá sean aventuradas o demasiado formales, por no decir forzadas; pues la praxis política perredista hace difícil asentar algunos eufemismos cuando el pragmatismo, la mezquindad y los tufos caudillistas son la gasolina que hoy ponen al partido al borde de la quema y el efecto diáspora.

Para fines de una hipótesis de trabajo, preferiría llamarlos los nuevos “mencheviques” y “bolcheviques” pero en una versión caricaturesca, calificada de pacotilla. Permítame hacer un pequeño viaje alegórico a uno de los capítulos de la historia de la izquierda internacional, que posiblemente, después de la revolución francesa, el proceso histórico más significativo en la historia zurda sea el de la revolución rusa en su conjunto.

Corría el año de 1903, cuando el Partido Socialdemócrata Ruso de los trabajadores celebró su segundo congreso, ahí los dirigentes chocaron por un tema aparentemente menor: la composición del comité editorial del periódico del partido, Iskra, tal como lo refiere Sheila Fitzpatrick, en La Revolución Rusa: el resultado del segundo congreso fue la división del partido socialdemócrata de los Trabajadores en las facciones “bolchevique” y “menchevique”. Los bolcheviques eran quienes seguían la conducción de Lenin (…) y los mencheviques (que incluían a Plejánov, Martov y Trotsky) constituían un grupo de integrantes mayor y más diverso, que consideraban que Lenin se había excedido en sus atribuciones.

Aquí para alimentar el imaginario de esta alegoría pongo al pie la mayoría tramposa que por medio de mapacherias le dieron a los “chuchos” la mayoría de delegados en el décimo congreso, claro los mencheviques tuvieron un origen político y social completamente distinto, pero compartían ese rasgo de escaso compromiso y pragmatismo, además como las mayorías partidistas que están con el pragmatismo siempre propician las rupturas.

Bueno que sucedería si en este paseo dantesco un siglo atrás buscáramos esas analogías y concatenáramos actos similares entre ambos congresos partidistas, para darnos cuenta de que estas fricciones y el divisionismo en la izquierda son proverbiales como diría Elena Poniatowska y algunos vicios casi endémicos desde que la izquierda se dice izquierda. Trotsky aseguraba que Lenin había caído en “una suspicacia maliciosa”; Lenin argüía entonces que su apuesta radical estaba por grupos más pequeños pero más comprometidos y con mayor unidad ideológica dado sería más efectivo para la revolución.

Dicha argumentación y práctica fue atribuida por círculos revolucionarios, en particular los mencheviques a su dificultad por tolerar el desacuerdo; de nuevo “esa suspicacia maliciosa” que Trotsky llamó “caricatura de intolerancia jacobina” por las refriegas y linchamientos paranoicos de la revolución francesa por parte de los jacobinos -de Jacob Rousseau, filósofo francés nacido en Ginebra, impulsor del pensamiento liberal- que temían por las revueltas reaccionarias de la aristocracia.

Aquí es donde la alegoría nos da pie a comparar al propio AMLO con Lenin –guardadas todas las asimétricas proporciones- en un rasgo: al tener el apoyo mayoritario de las bases sociales, (fuera estas de la militancia perredista; a la vez de no tener la mayoría de la militancia dura, los afiliados,- ídem-) y al ser víctima de un fraude y poseer la envestidura caudillista de quién debe transformar a las instituciones del país; (viene la comparación) son convicciones que ocultan su dificultad para tolerar el desacuerdo, esté o no esté fundado, un grado de cierta soberbia.


Que conste no es la misma soberbia que los intelectuales de la nomenclatura le quieren endilgar como una de las causas “por las cuáles no gano la presidencia” y que ese sambenito ha sido tomado cómodamente por las tribus chuchistas como parte de la necesaria “autocrítica” convalida- fraudes. El obradorismo padece también de cierta "intolerancia jacobina" pues a pesar del enorme riesgo que significa la división en el PRD, los chuchos son sujetos de linchamiento público, de traidores, de panistas no se les baja.

Quizá la comparación fuera de contexto entre las tribus amarillas y las ilustres fracciones revolucionarias rusas parezca grotesca y sin un norte comparativo, empero hay rasgos comunes y más si observamos como históricos vicios de la izquierda se repiten de forma caricaturesca. Lo cierto es que aquellas eran clases ilustradas, que compartían la teoría revolucionaria y la crítica económico política del marxismo; aún los propios bolcheviques, -siendo los heterodoxos del marxismo-; estaban formados por una pujante y emergente clase trabajadora con conciencia de clase, altamente politizada y en constante ilustración aún cuando sus posturas radicales apremiaran el paso rápido por una revolución obrera.

En cambio el PRD carece de cuadros políticos competitivos, cuyo recelo partidista y electorero lo confronta con la base social obradorista y las redes ciudadanas que destacan por sus cuadros potenciales, más profesionales que de facto le son cerradas las puertas en el sol azteca; en el X Congreso no hubo debate ideológico, con miras al futuro; no hay proyecto. Así, siguiendo con las comparaciones, los “mencheviques” tenían un origen de clase cercano a la burguesía, eran la parte segregada de la burocracia zarista y la inteliguentsia ortodoxa marxista, que en su origen discernían del movimiento populista ruso.

Cuando forma es fondo, se provocan diferencias irreconciliables, los miembros del partido socialdemócrata obrero –ascendente del partido comunista de la ex –URSS- establecieron definiciones y rumbos claros; el PRD hoy es como un matrimonio insostenible y que sólo lo une el aguardar de las apariencias y la búsqueda de un buen arreglo post nupcial. Las definiciones se exigen ya, no es admisible la simulación, ni las medias tintas en pos de darle respiración artificial a la “unidad del partido” que nunca ha tenido una cualidad monolítica –cosa que no es criticable- y lo único de partido es que siempre ha estado partido; las corrientes tribales siempre han estado por encima de los estatutos, la disciplina partidista, ajenas a la voluntad política de transparentarse y organizar mejor sus procesos internos.


Lo curioso es que mientras AMLO dominaba la escena los amarillos fueron disciplinados, no hubo contienda interna -cosa que si es democrática, dado que hubo consenso- y por unanimidad decidieron que AMLO sería el candidato presidencial. Ahora resulta que esa "disciplina partidista" desapareció, se convirtió en disidencia, "autocrítica" y redefinición.

El motivo de esta comparación histórica, es además, en el fondo, establecer que en la historia de la izquierda internacional, destacando la revolución francesa, el pensamiento socialista europeo del siglo XIX, la Comuna de Paris la revolución rusa en sus etapas 1905 y 1917, así como demás ejemplos de la lucha de izquierda internacional; todos ellos se han distinguido por anteponer los fines sociales y revolucionarios a intereses meramente de grupos, y si bien han sufrido escisiones, disidencias y desacuerdos que los han llevado a la ruptura, siempre se destaco el debate y las diferencias ideológicas en su estado puro, discusiones de altura.

¿Pero que es lo que hoy hace pender de un hilo la integridad perredista?; ¿son los debates teóricos, diferencias de programas basados en alguna auténtica tendencia revolucionaria o teoría social?, ¿diversos proyectos? No, nada de eso destaca, son argumentos lejanos. Lo que está en disputa son los principios del propio partido, y la ética pública, dado que hay dos visiones confrontadas: una ávida de negociar con el poder de quién usurpó la presidencia; el ala pragmática, que conduce a la mezquindad y a la obtención de recursos económicos tras pactar con la oposición y legitimar a un falso poder.

La otra ala, la que pretende refundar las instituciones, la del compromiso social con la base (idem); empero, cuyo programa está basado en cierto caudillismo, en el voluntarismo de un hombre con tendencia populista, dado que no es un radical revolucionario, ni promueve explícitamente el concepto de lucha de clases.


Es entonces la “mezquindad” y el “caudillismo” lo que genera la disputa, el uno no sabe como deshacerse del otro, pero no hay un debate ideológico de altura; ni que sacuda la atención ni el interés de los de abajo, ni es un debate que en el fondo le vaya a resolver sus problemas más apremiantes; lo que convierte a las corrientes contrarias en “mencheviques” y “bolcheviques” de pacotilla, que es significante de la enorme distancia entre clase política y la base social, el obradorismo se salva de alguna manera, pero el resto del perredismo chapalea en el lodo de los intereses de grupo, el cortoplacismo, y la prostitución de los postulados.

La lógica parlamentaria actual exige negociación política, componendas en lo oscurito pues; y la bancada perredista -que obtuvo escaños históricos gracias al efecto cascada de la simpatía obradorista- cree que ese activo es permanente y se basa en la militancia perredista: craso error.

Al grueso de la bancada amarilla en San Lázaro y aún la de la casona de Xicotencatl, le causa terror el sólo hecho de pensar en que les pasaran seis años de frente y por asumir un veto al “legal” dejaran de participar en ese jugoso juego de las componendas a costa de sus representados, sudan sangre al pensar que no se llenarán los bolsillos más de lo que pueden, por no pactar con el panismo y “el legal”.

La mezquindad pecuniaria puede ser una fuerza suficiente que respalde a Jesús Ortega en su afán de legitimar al poder a cambio de cañonazos económicos, puestos y futuras prebendas; el interfecto a López Obrador está anunciado; esto es de la conveniencia felipista, las coyunturas políticas del “septiembre caliente” serán el escenario de ensayos, definiciones, rumbos y estrategias por ambas partes; el tiempo apremia, y si esto es un cisma pronto veremos sus efectos que no podrán ser matizados por el deliberado retardo del discurso de la cúpula amarillo y negro.

El PRD no se merece esta disyuntiva; pero se empecinó en empujarla; AMLO quién tiene el respaldo popular y la dignidad probada, no debe marginarse del partido y dejarlo a los indignos mezquinos de “nueva izquierda”; si ellos quieren legitimar al “legal” que se larguen y lo hagan desde otra plataforma; dimitir de esta lucha al interior del PRD sería como cederles el partido a quienes fomentan su putrefacción; se vendría abajo el FAP, se pulverizaría la izquierda, le tronaría la línea de flotación y la moral a AMLO y el éxodo de perredistas novo zurdos ni tardos no perezosos irían a bajarse las bragas frente al “legal”, parece un callejón sin salida.

Empero si el diálogo y los acuerdos se agotan, así sea la empresa más difícil la vía de un nuevo partido político –con la base obradorista- no debe ser descartada como vía. En cuanto al tema de la autocrítica oportunista: ¿Qué sentido tiene la autocrítica, si quienes la hacen no tienen argumentos morales?; ¿es una coartada para justificar la legitimidad del “legal”, como principal capital político y dinerario esperando ser vendido por los chuchos?; ¿pesa más la “soberbia” de AMLO; o la estupidez y la impericia de la maquinaria electoral perredista; la falta de representantes y la promoción eficaz del voto?; ¿autocrítica mata fraude?

¿De que diablos hablan los Chuchos, el intelectual comodino Marco Rascón, y la inteligencia orgánica de las derechas cuando se refieren a la dinámica institucional, al respeto de las formas parlamentarias y una izquierda moderna “como la europea”?; si estas no están precedidas de una legitimidad, de la salvedad republicana y el respeto al voto popular; ¿de que pitos de república y vida parlamentaria están hablando?; ¿Qué parte de la palabra República y golpe de estado no entienden?

No saben enmascarar su mezquindad, creen que su capital político les es consustancial y han decidido la felonía hacia AMLO y enviarlo al exilio de un nuevo partido; pero son ingenuos, al no considerar que la base se las va a cobrar, que en 2009 retornarán a ser tercera fuerza y su votación irá en declive si asumen posturas timoratas y contrarias al interés popular.

Esperemos recapaciten, la reforma del estado abre la vía al debate entre poderes, pero hay una responsabilidad política, no jurídica; bonito congreso y democracia sería si se les obligase a punta de pistola a debatir; la aplicación de esta norma debe de acatarse en 2008 pero no cumplirse hasta el 2012 cuando haya un nuevo presidente o en su defecto se haya restablecido la república misma.


::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Peje en 2007::

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