“Perdonen que no me levante”.
- “Jamás pertenecería a un club que admitiese de socio a un tipo como yo”, decía Groucho Marx.
“Perdonen que no me levante”, fue lo que quiso que pusieran en su tumba. No le hicieron caso y le pusieron otro epitafio, pero para Groucho Marx una frase genial, irónica, sarcástica, nunca estaba de más. Eso y muchas otras líneas de humor inteligente engrandecieron su leyenda. El 19 de Agosto pasado se cumplieron 30 años de su muerte.
Su inmenso talento lo convirtió casi en un personaje de dibujos animados, por su falso bigote y sus enormes cejas, su caminar desgarbado y sus gestos exagerados, imagen característica de la meca del cine junto a las faldas de Marilyn Monroe o el bombín de Charles Chaplin.
Pero detrás de la aparición circense se escondía un genio del humor, un pensador que llegaba mucho mas allá con sus sarcasmos, un talento único como el de Picasso, según dijo Woody Allen de él en alguna ocasión.
Sus célebres frases, que marcaron más de una docena de películas con sus hermanos, siguen siendo citas habituales, y de ser un cómico que rayaba en lo ridículo, se convirtió en un fenómeno de culto para muchos fans de la gran pantalla.
Pese a eso, su muerte, un 19 de agosto de 1977, recibió mucha menos atención de la esperada, ya que tres días antes Elvis Presley había sido la causa de una conmoción nacional por su fallecimiento sorpresivo a los 42 años.
Quedaron pocas lágrimas para Groucho, que sin embargo fue elegido dentro de la lista de los 50 actores más influyentes de la historia por el Instituto Americano de Cine.
Hijo de inmigrantes alemanes judíos, Julius Henry Marx nació en Nueva York en 1890, en una familia de cinco hermanos que años más tarde se harían famosos por sus actuaciones cómicas.
Curiosamente Groucho, el tercero de los hermanos, era el introvertido y callado de la familia, el niño que no recibió la atención de los mayores (Harpo y Chico) ni de los dos pequeños, Zeppo y Gummo, por lo que logró desarrollar con los años una personalidad cortante para lograr atención.
Comenzó con voudeviles durante dos décadas hasta que Broadway le abrió las puertas a él y a sus cuatro hermanos con la obra I’ll Say She Is, en 1924. De ahí saltaron al éxito de Cocoanuts y su posterior paso por estudios de cine como la Paramount Pictures y la Metro Goldwyn Meyer que los hicieron verdaderamente famosos en Hollywood.
Groucho lideraba las cintas con personajes de nombres estrambóticos, suplantando a médicos, doctores o directores de hotel, a los que siempre acompañaban Harpo y Chico con su endiablada habilidad para tocar el arpa y el piano, respectivamente.
Títulos como Una noche en la ópera, Un día en la carreras o Sopa de ganso están en los registros de mejores comedias de la historia, con escenas como la aglomeración en el camarote de los hermanos o la persecución en un tren en el lejano oeste al grito de “¡Más madera, es la guerra!”
Y después está el recuerdo de sus frases míticas como: “partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria” o “jamás pertenecería a un club que admitiese de socio a un tipo como yo”, que lo encumbraron como gran humorista.
Pese a su éxito en la gran pantalla, Groucho logró más reconocimiento y fama que nunca con su programa de televisión Apueste su vida, pues una gran parte del publico estadunidense desconocía sus películas y su trabajo en el teatro.
Además de todo lo anterior, de Groucho dicen que tenía buenos amigos, que conoció a Charles Chaplin de sus días teatrales, que tenía insomnio y que cuando le daba, llamaba por teléfono a gente para insultarlos. Y mantuvo correspondencia constante con escritores de la talla de T.S. Eliot y Carl Sandburg.
Un personaje admirable, que a pesar de que sus padres apostaron por la escuela de medicina, al escasear los recursos en casa tuvo que acudir al canto. Aunque fue en realidad la improvisación lo que le llevó al estrellato. Habilidad que desarrollo de su amor por los libros.
Dicha pasión inspiró su mítica frase: “Me parece que la televisión es muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, yo me voy a otra habitación a leer un buen libro”.
Nunca quiso ser un cómico grotesco usando chistes sexuales y se mantuvo siempre cerca de sus hermanos. Sobrevivió a tres de ellos. Incluyendo al menor, Gummo, que falleció cuatro meses antes que Groucho.
Tuvo tres hijos y estuvo casado tres veces, aunque para una mayoría su única mujer fue la incorruptible Margaret Dumont, su compañera de reparto en infinidad de títulos, la viuda millonaria con la que siempre se explayaba, cigarro en mano y avasallándola con frases fugaces y devastadoras.
Groucho era siempre así.
Su inmenso talento lo convirtió casi en un personaje de dibujos animados, por su falso bigote y sus enormes cejas, su caminar desgarbado y sus gestos exagerados, imagen característica de la meca del cine junto a las faldas de Marilyn Monroe o el bombín de Charles Chaplin.
Pero detrás de la aparición circense se escondía un genio del humor, un pensador que llegaba mucho mas allá con sus sarcasmos, un talento único como el de Picasso, según dijo Woody Allen de él en alguna ocasión.
Sus célebres frases, que marcaron más de una docena de películas con sus hermanos, siguen siendo citas habituales, y de ser un cómico que rayaba en lo ridículo, se convirtió en un fenómeno de culto para muchos fans de la gran pantalla.
Pese a eso, su muerte, un 19 de agosto de 1977, recibió mucha menos atención de la esperada, ya que tres días antes Elvis Presley había sido la causa de una conmoción nacional por su fallecimiento sorpresivo a los 42 años.
Quedaron pocas lágrimas para Groucho, que sin embargo fue elegido dentro de la lista de los 50 actores más influyentes de la historia por el Instituto Americano de Cine.
Hijo de inmigrantes alemanes judíos, Julius Henry Marx nació en Nueva York en 1890, en una familia de cinco hermanos que años más tarde se harían famosos por sus actuaciones cómicas.
Curiosamente Groucho, el tercero de los hermanos, era el introvertido y callado de la familia, el niño que no recibió la atención de los mayores (Harpo y Chico) ni de los dos pequeños, Zeppo y Gummo, por lo que logró desarrollar con los años una personalidad cortante para lograr atención.
Comenzó con voudeviles durante dos décadas hasta que Broadway le abrió las puertas a él y a sus cuatro hermanos con la obra I’ll Say She Is, en 1924. De ahí saltaron al éxito de Cocoanuts y su posterior paso por estudios de cine como la Paramount Pictures y la Metro Goldwyn Meyer que los hicieron verdaderamente famosos en Hollywood.
Groucho lideraba las cintas con personajes de nombres estrambóticos, suplantando a médicos, doctores o directores de hotel, a los que siempre acompañaban Harpo y Chico con su endiablada habilidad para tocar el arpa y el piano, respectivamente.
Títulos como Una noche en la ópera, Un día en la carreras o Sopa de ganso están en los registros de mejores comedias de la historia, con escenas como la aglomeración en el camarote de los hermanos o la persecución en un tren en el lejano oeste al grito de “¡Más madera, es la guerra!”
Y después está el recuerdo de sus frases míticas como: “partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria” o “jamás pertenecería a un club que admitiese de socio a un tipo como yo”, que lo encumbraron como gran humorista.
Pese a su éxito en la gran pantalla, Groucho logró más reconocimiento y fama que nunca con su programa de televisión Apueste su vida, pues una gran parte del publico estadunidense desconocía sus películas y su trabajo en el teatro.
Además de todo lo anterior, de Groucho dicen que tenía buenos amigos, que conoció a Charles Chaplin de sus días teatrales, que tenía insomnio y que cuando le daba, llamaba por teléfono a gente para insultarlos. Y mantuvo correspondencia constante con escritores de la talla de T.S. Eliot y Carl Sandburg.
Un personaje admirable, que a pesar de que sus padres apostaron por la escuela de medicina, al escasear los recursos en casa tuvo que acudir al canto. Aunque fue en realidad la improvisación lo que le llevó al estrellato. Habilidad que desarrollo de su amor por los libros.
Dicha pasión inspiró su mítica frase: “Me parece que la televisión es muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, yo me voy a otra habitación a leer un buen libro”.
Nunca quiso ser un cómico grotesco usando chistes sexuales y se mantuvo siempre cerca de sus hermanos. Sobrevivió a tres de ellos. Incluyendo al menor, Gummo, que falleció cuatro meses antes que Groucho.
Tuvo tres hijos y estuvo casado tres veces, aunque para una mayoría su única mujer fue la incorruptible Margaret Dumont, su compañera de reparto en infinidad de títulos, la viuda millonaria con la que siempre se explayaba, cigarro en mano y avasallándola con frases fugaces y devastadoras.
Groucho era siempre así.
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