Código Político
5 de septiembre de 2008
5 de septiembre de 2008
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UdeG…se jodió
Ante la llamada crisis universitaria, abundan las dudas y la incertidumbre social, particularmente de la comunidad académica sobre su futuro inmediato y el de la universidad de Guadalajara. Pero pocos advierten que algo ya falló y casi de forma definitiva en esta crisis.
No fue la educación pública universitaria, ni la clase dirigente -como de costumbre- que nos hace ver una crisis política y de gobernabilidad; por el contrario la verdadera crisis está en la comunidad académica en pleno. ¿La causa? su lamentable reacción.
Por un lado no son pocos los incrédulos, los que auguran para el rector depuesto Carlos Briseño el fracaso de su pelea por la vía legal –se le restituya o no- y de su convocatoria para una organización cívica con la que pretende rescatar y reformar a la universidad; pero más que por eso vemos por varias razones aún muy distante el supuesto “fin de la era Raúl Padilla”.
¿A qué viene esto a cuento? A que ha quedado marginada la disidencia política que desde rectoría podía fracturar las redes de control del capo –condición clave para la recuperación de la casa de estudios y la reforma- y con ello también cualquier intento de movilización de la base académica. “El meollo” del asunto es que a estos últimos ni se les avisó a tiempo y tampoco la pretendieron menos les interesó.
Por donde se le vea, ni arriba ni abajo parece haber la posibilidad real de que haya fuerza capaz de construir un cambio. Y es que sin voluntad la falla parece aun más irreparable y no hay mecánico que componga esto.
Y en efecto el cambio no podía esperarse desde la cúpula porque tanto Carlos Briseño como Raúl Padilla son el resultado y producto de ese mismo cuerpo histórico tras la refundación de la universidad en 1925 y que a más de ochenta años ha dado lugar a un legado de mafias, grupos políticos al amparo del poder.
Hemos atestiguado en los últimos días el alcance de los tentáculos y el tamaño de la bota bajo la que que están sometidos grandes intereses y personajes de la clase política que le dieron ese gran espaldarazo político y mediático a su jefe, al capo mayor. Y luego motejan al cardenal Sandoval como el verdadero gobernador de Jalisco.
El capo mayor nos resultó tan grande como el mito y la farsa social del “circo y la carpa cultural” dónde muchos con argumentos de frivolidad y numeralia superflua se niegan a tomar el antídoto democrático y de justicia social para rechazarlo. Nos resulto tan grande como un gorila cuyo único merito formativo fue el haber “macheteado” y el haber seguido a "pie juntillas" el manual de Maquiavelo para darle un giro al lema de la universidad…“Piensa y trabaja…en cómo joder y transar a los demás”
Y se equivocan quienes pretenden asustar y disuadir con el “petate del muerto” derechista, de que en este conflicto el yunque e iglesia quieren recobrar injerencia en la educación universitaria pública.
Las prácticas de derecha, de liberalismo económico, de clasismo, de exclusión estudiantil, de negocios privados y groseros privilegios en la universidad son ostensibles y palpables. Ya los tienen en sus campus, oficinas, estacionamientos, auditorios y aulas. No se necesita de la ultraderecha, ni de la iglesia... con el capo mayor y su déspota corte nos basta y sobra.
En todo caso, son los mismos vicios del grupo universidad, el silencio cómplice y comodino de su comunidad vasalla los que podrían meter a la ultraderecha en algún cargo directivo de la universidad tarde que temprano, ¿Por qué?
Porque Carlos Briseño ya les dio picaporte en la universidad a los gobiernos azules en Jalisco gracias a las denuncias penales presentadas por el supuesto tráfico de órganos en la red de hospitales civiles; y por tanto resultado que pueda arrojar una futura auditoria e información que tenga el gobierno estatal sobre el cochinero en el feudo del capo.
Casi por nada, esa será la carta fuerte de los azules para pactar políticamente la no investigación ni acción penal en contra de personajes del grupo universidad. De ahí la posibilidad de negociar espacios que podrían llegar hasta la misma intromisión de la derecha panista en la universidad; es decir como coparticipe en su manejo.
Se nos pasa el tiempo.
Los tiempos para la renovación democrática, para la sacudida de conciencias y movimientos ciudadanos como estudiantiles son escasos y precisos, se espera mucho tiempo por ellos -permítame la alegoría- es como si esperásemos el paso de un gran cometa y quisiéramos asirnos de la cola del mismo para que nos transporte a un lugar deseado.
Nos cuestionábamos aquí que no sabíamos que era lo peor o más lamentable, si la casta, el grupo o mafia universidad o si por el contrario, la inmovilidad, el silencio la condición vasalla de su comunidad; ahora consideramos que se trata de la última.
Carlos Briseño tuvo el valor civil, la ambición y la locura precipitada si se quiere, de enfrentar a un poder superior. Haya sido bajo presión, porque estaba en un callejón sin salida y lo que gusten; pero pudo pactar intramuros y no lo hizo; pudo más que su conformismo, su condición de vasallo y pelele y asumió su defensa por la vía legal. Les dio una lección a toda la plebe universitaria y los desnudó también en su naturaleza.
Cierto también, que los cambios democráticos en la universidad deben venir desde abajo, y que toman tiempo en insertarse, que caminan a una velocidad distinta; pero justo porque abajo en la comunidad académica no se hace nada o muy poco, es que resulta que la disputa por el poder y el dinero- que no por una democracia ampliada- empieza y termina arriba, en la casta maldita de ese “grupo universidad”. Como diría el clásico “la libertad no se otorga, sino se conquista,”…igual pasa con la democracia y resulta que la comunidad nos demostró en los hechos que ni la quiere ni le importa.
A continuación copio y cito a dos periodistas que refieren la lamentable actitud de la comunidad universitaria, en primer término a Antonio Ortuño -que amén de su defensa a la FIL – reclama a los universitarios: “Para cualquier reportero que frecuente el tema, hay una cosa clara: fuera de unos pocos académicos coherentes, lo que hay es una maraña de miedo, silencio, omisiones y desorganización de los propios universitarios. ¿No deberían ser ellos los primeros que se movilizaran para tener focos, enchufes, azulejo, equipo, programas, estímulos, claridad, transparencia?”…
Y en este mismo contexto Rubén Martín dice: …”Además de permitir discutir más abiertamente los asuntos de la Universidad, este conflicto también ha dejado en claro que un cambio de fondo en la casa de estudios no vendrá de las disidencias del grupo de poder en turno”.
En efecto, si ese cambio de fondo no viene de las disidencias de los grupos de poder ni necesariamente de sus tiempos, ¿entonces de quién?... Sí, de la comunidad universitaria, de docentes, administrativos y alumnos. ¿Pero…Dónde están?, ¿sino es ahora, en que después de 20 años se da la coyuntura entonces para cuando?
Ni Raúl Padilla, ni Carlos Briseño, ni sus lacayos, ni los debates en exceso academicistas, introspectivos y de retórica democrática lo van hacer, ni ciudadanos comprometidos, tampoco los frentes ciudadanos ni personas por fuera, ni los miles de litros de tinta que se puedan gastar en torno a este tema lo harán.
Si no se hace nada de fondo por establecer cambios democráticos que derrumben la sumisión propia, como tanto la estructura y los perversos mecanismos de poder y control en la universidad, así sean difíciles y dolorosos, será la propia comunidad la gran irresponsable al permitir que la tragedia universitaria se siga extendiendo.
Casi todos recuerdan que Raúl Padilla y su grupo llegaron fuertes por la traición pero débiles para la gobernabilidad en un contexto histórico de descomposición social, del fraude electoral en 1988 y de los inicios de los gobiernos neoliberales en México, cuando el mundo parecía derrumbarse, en tiempos de la Perestroika en la Unión soviética, del derrumbe del socialismo real y sus ideólogos. Tiempos donde erróneamente muchos auguraban que llegaba “el fin de la historia”.
Pero la cualidad cíclica y pendular de la historia se repite, y después de casi veinte años precisa decir que las políticas neoliberales incluidas las educativas están en pleno fracaso y que terminarán por destruir al país; que el mundo observa de nuevo hacia la izquierda; que la llamada globalización se desinfla.
En este contexto nacional, de una ambiente enrarecido por el desempleo, la acumulación de la pobreza, la impunidad, la inflación, salarios bajos, 3,000 muertos este año como producto de la delincuencia y su fallido combate; así como por gobiernos débiles, de reajustes en el poder… ¿Qué pitos toca la educación en todo esto… y que pasa con las universidades públicas?, ¿Qué nos dice en este contexto a los universitarios de Guadalajara la toma de la universidad autónoma de Zacatecas, la toma de rectoría de la UABJ de Oaxaca o las marchas de profesores en contra de la desaparición de las escuelas normales? ¿Les dice algo?
Casi todos lo ignoran o le restan importancia, porque Jalisco es un feudo, una isla, un gallinero y el grueso de la comunidad académica nos falló en momentos clave en su responsabilidad histórica de defender al más elaborado proyecto de educación universitaria pública de occidente, que costó el trabajo, el fuego y la sangre de miles, quienes en la historia valen más y se encuentran primero que la extinta tradición fegista.
La mafia terminará cayendo sí, pero eso no resuelve las cosas, porque para la educación pública en Jalisco quizá sea demasiado tarde.
También falló la izquierda política aglomerada en el PRD porque la mezquindad de pretender el poder por el poder no permite criticar a golpistas ni sus cotos, menos cuando en ciernes pretenden a la vez derrocar al “señor legal”; en la prensa afloró el mutis, la arrogancia, la pobreza del análisis político y la crítica; periodistas y escritores que fueron superados rotundamente por las “cartas de los lectores” en los diarios; y que decir de los pocos tamaños, el “amiguismo” sinvergüenza de la intelectualidad orgánica del capo y la irresponsabilidad social de universitarios en todos los niveles.
Se jodió la universidad, -claro no para sus clientelas mejor acomodadas y privilegiados, para quienes ya le sacaron raja- para las nuevas generaciones... por la neutralidad, por el golpe de estado, por la impericia política de Briseño, por el cierre de filas de potentados y la clase política en torno al grupo universidad, por el cacicazgo, por la inmovilidad de su comunidad. Por todos.
Y la puntilla fue ese injustificado miedo universitario propio de la santa inquisición, del Medievo, de las dictaduras, como si se tratase del régimen cubano, del socialista, de la guerra sucia, de los más recónditos tiempos del régimen priísta -ahora en momentos de “transición democrática”- que creíamos ya por desaparecidos. Miedo que ni la generación de 1968 en condiciones más difíciles toleró. Pero en el fondo pudo más el privilegio, la cooptación, la mezquindad y la supremacía de los cotos.
La universidad ha perdido toda credibilidad crítica y qué decir de “la izquierda” dentro de la universidad. Más les vale no volver a abanderar más causas sociales y democráticas porque no habrá quién se trague más a sus impostores ni sus actos de comedia.
::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando a Andrés Manuel López Obrador en 2008::
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