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jueves, julio 10, 2008

Opinion - Octavio Rodríguez Araujo

Es bueno recordar

La Jornada

Hace 20 años se le preguntó a Manuel Bartlett, secretario de Gobernación, si el sistema de cómputo electoral se había caído. Bartlett contestó que no, que se había callado. Se refería a una supuesta saturación de las líneas telefónicas mediante las cuales se habría de proporcionar, lentamente, la información electoral desde los distritos correspondientes.

El secretario de Gobernación y presidente de la entonces Comisión Federal Electoral (CFE) le argumentó a Heberto Castillo que los 160 teléfonos instalados habían resultado insuficientes y que, con tantas llamadas, el sistema se había bloqueado por lo que no se podían sumar resultados. Añadió que se instalaría otro sistema con 300 líneas telefónicas, para que funcionara mejor. Ese mismo día se presentaron en Gobernación: Rosario Ibarra (candidata presidencial del Partido Revolucionario de los Trabajadores), Cuauhtémoc Cárdenas (candidato del Frente Democrático Nacional) y Manuel J. Clouthier (candidato del Partido Acción Nacional). Cuando los candidatos de oposición llegaron a Bucareli el sistema de cómputo del Registro Nacional de Electores, como se dijo, ya se había caído. Se aseguró que esto había ocurrido a las 17 horas con 15 minutos.

Bartlett anunció un receso y los candidatos le pidieron que la CFE, controlada por Gobernación, no avalara ningún anuncio de triunfo hasta que no se tuviera el cómputo completo. Esa noche, empero, Jorge de la Vega Domínguez, presidente del Partido Revolucionario Institucional, aseguró que Carlos Salinas de Gortari había triunfado de manera rotunda, contundente, legal e inobjetable. Bartlett, sin embargo, informó ante todas las televisoras presentes que las objeciones exteriorizadas por los candidatos presidenciales (Ibarra, Clouthier y Cárdenas) carecían de sustento y los acusó de haber violado las más elementales normas de civilidad política. Nada dijo, en cambio, de las declaraciones del presidente de su partido al anunciar el triunfo de Salinas de Gortari.

La televisión, dicho sea de paso, no transmitió la réplica del panista Juan de Dios Castro, quien hiciera notar el silencio de Bartlett sobre el albazo declarativo de De la Vega Domínguez y que, en esos momentos, no había un solo resultado de la elección. Jorge Alcocer, del Partido Mexicano Socialista, intervino (sin que la televisión divulgara sus palabras) para decir que Bartlett había acusado de falta de ética política a los candidatos opositores, pero que no había dicho nada de la proclamación de triunfo que se había adjudicado el PRI sin ningún dato que lo avalara. Añadió que nadie podía proclamar triunfo alguno, pues de Bucareli, donde estaban reunidos, no había fluido ningún dato, ni siquiera de una casilla electoral. Eduardo Andrade, del PRI, expresó que se estaba dramatizando la situación.

La promesa del secretario de Gobernación había sido que minuto a minuto se tendría información pública de los resultados, algo así como el ahora Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), que tampoco funcionó correctamente en 2006. Nada de eso ocurrió.

Cuando en Gobernación los priístas se dieron cuenta de que los resultados favorecían al candidato Cárdenas Solórzano, interrumpieron el sistema y se inició, probablemente en la oficina de Óscar Lassé, director de Servicios de Información del Proceso Electoral, la invención de los datos que darían el increíble triunfo a Salinas de Gortari, quien ocupaba el tercer lugar en la votación registrada en las computadoras de la oposición. Hubo, debe mencionarse, una danza de computadoras: todas sirvieron, incluidas las del PRI (con cuyos supuestos datos Jorge de la Vega anunció el triunfo de Salinas), salvo las de Gobernación.

Y luego dicen que a los mexicanos les falta imaginación y capacidad de inventiva. Es probable, pero de este cliché se salvaban, sin lugar a dudas, los priístas y más recientemente los panistas, es decir, quienes tienen el poder institucional (por las buenas o por las malas, da lo mismo). “La razón de Estado debe prevalecer sobre la razón”, diría Maquiavelo o Jesús Reyes Heroles (también da lo mismo).

Tres días después de aquellas elecciones, si mi memoria no me traiciona, Cuauhtémoc Cárdenas declaró en conferencia de prensa que si se consumaba el fraude “equivaldría técnicamente a un golpe de Estado”. En cambio, en 2006 no expresó algo semejante a pesar de que lo ocurrido en las pasadas elecciones presidenciales fue tan burdo como en 1988, incluso más.

Pero no es cosa para alarmarse, la gente cambia: muchos defensores del triunfo de Cárdenas hace 20 años son ahora voceros y garantes de Calderón y críticos furibundos de López Obrador, y viceversa: sostenes entonces de Salinas son ahora apoyos del triunfo del PRD hace dos años (prefiero no dar nombres, pero ahí están registrados en la prensa escrita).

Cuando Manuel Bartlett declaró, 20 años después (La Jornada, 3/7/08), que el presidente Miguel de la Madrid le ordenó no informar que Cárdenas iba en la delantera, como que quiso decir que no fue su culpa lo que pasó. Pero ni modo, tuvo la posibilidad de renunciar por las presiones que estaba recibiendo, y no lo hizo.

Dentro de 20 años, o quizá antes, es probable que algún alto funcionario del gobierno de Fox (¿Creel, por ejemplo?) nos revele algo más o menos significativo de lo ocurrido el 2 de julio de 2006, desde dentro, porque desde fuera sabemos muy bien cómo se cometió el fraude y el golpe de Estado ex ante que todavía estamos padeciendo.

Es sano recordar. Vale la pena.


::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Peje en 2008::

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