I PARTE
Por qué será que Andrés Manuel López Obrador llega a cualquier pueblo y no precisa ni policías ni vallas, ni toletes ni escudos, ni multitud de elementos de seguridad que lo resguarden? Hay situaciones difíciles de comprender en este país: un mandatario “legal” encerrado en su burbuja, rodeado siempre de elementos del Estado Mayor Presidencial que lo cuidan, que lo guardan, que le impiden reunirse con el pueblo; y un “presidente legítimo” no legal, que es siempre recibido con abrazos, con besos, con “vivas” y coros. Extraño, sí, demasiado extraño este país.
El ex jefe de Gobierno del Distrito Federal está de gira por Jalisco. Ha visitado Poncitlán, Zapotlán del Rey, Ocotlán, Jamay, La Barca, Tototlán, Tala, Ameca, San Martín Hidalgo, Cocula, Villa Corona y Acatlán de Juárez. En todos estos municipios ha recibido afecto de sus seguidores, que no son pocos, que no se cansan, que son tercos y mantienen sus esperanzas, porque éstas son fuerza, dan energía, proveen vida.
López Obrador viaja acompañado de no más de 10 personas que lo apoyan en cuestiones logísticas. De un mitin a otro, de un municipio a otro, siempre es recibido por seguidores eufóricos. Los lopezobradoristas se apretujan para obtener del político tabasqueño un abrazo, un autógrafo, unas palabras de aliento, para fotografiarse junto a él. Así sucedió con Rosa, una tototleca que nerviosa, se logró acerca a López Obrador y le dijo: “señor presidente, ¿me puede firmar algo?”, a lo que AMLO respondió: “dónde”; Rosa, con voz casi ausente, contestó: “no tengo pluma ni papel, pero aquí está mi brazo”. El ex candidato presidencial, sonriendo, mencionó: “mejor te doy un beso”. Rosa después del ósculo se sonrojó y cuchicheó con sus amigas.
La cercanía con la gente
Los municipios que no son capitales de estados o regiones boyantes son siempre desdeñados por los “políticos”. Los diputados locales y federales van antes de las elecciones y ya nunca se les vuelve a mirar. Los senadores siempre están ocupados en la ciudad de México y se les olvida que son representantes de personas y no de organismos políticos: problemas de memoria, seguramente. Los gobernadores, la mayoría de las veces llegan en helicópteros y se van en helicópteros, y como los ciudadanos suelen ser muy distraídos, ni se enteran. Felipe Calderón va poco a los más de 2 mil municipios del país, y cuando llega, la gente se entera, de eso no cabe duda, pero no porque se le vea ahí, caminando por las calles, sino porque las vallas, los soldados, los toletes y los escudos hacen su aparición.
Por ese desdén las giras de Andrés Manuel López Obrador son acontecimientos. Y por eso, también, la gente lo busca y quiere tocarlo, saludarlo, abrazarlo, tener algo de él. Eso se llama cercanía con la gente, o así se le puede nombrar, si se desea tener un concepto. Muchos lopezobradoristas experimentan una emoción indescriptible cuando, su pueblo (olvidado por todas las autoridades), es visitado por López Obrador. El poder como virtud
Gran parte de la población piensa que el político es quien se transporta siempre en avión, que baja de él y sube a un auto último modelo con rumbo a un restaurante lujoso donde habla con otros políticos y con empresarios. Que cuando se acude a él, está reunido con una persona “importante” tratando un asunto, también, “importante”. Y que casi siempre no está en sus oficinas porque anda en el extranjero, haciendo patria y dando la vida por el país. Esa es una concepción arraigada en la mayoría de los mexicanos.
Los seguidores de López Obrador aprecian en él que no sea el típico político, que camine con la gente, que la salude y vaya de pueblo en pueblo, de plaza en plaza. Y también lo quieren porque él está en contra del político fantoche. En San Martín Hidalgo, en el auditorio municipal, que como la mayoría de los auditorios municipales de México se llama Benito Juárez, el ex candidato presidencial señaló: “Cuando llega un ciudadano a autoridad surgido de las filias de nuestro movimiento y empieza a hacer mal las cosas, y empieza a tratar de manera despótica al pueblo y deja de ser gente humilde; y además empieza a corromperse, eso nos acaba, nos afecta muchísimo”. Y es que la política en México es manejada como un asunto de unos cuantos, de poquitos. El pueblo de México lo sabe, y detesta eso. Por eso se precisa, si en realidad se quiere cambiar este país, de una concepción distinta de la política.
Los recorridos del presidente legítimo son un acercamiento con la gente, con el pueblo. En los 12 municipios que ha visitado en el Estado de Jalisco estos dos días de gira, se observa la necesidad de los mexicanos de estar en contacto con sus representantes. Porque de eso se trata la democracia participativa: que quienes ocupen un puesto en un congreso, en un ayuntamiento o en gobiernos estatales o en el federal, rindan cuentas a los votantes. Y eso no pasa. López Obrador ha puesto el dedo en la llaga y lo pone en cada mitin que celebra: “No se trata de llegar a los cargos públicos para enriquecernos. No se busca el poder para eso. El poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás”.
Y la inconformidad crece
En Jamay nació el ex gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña. Este hecho no impidió que el poblado fuera uno de los municipios visitados por López Obrador. Alrededor de 400 personas lo esperaban en la plaza principal estoicas ante un sol que quemaba, y quemaba mucho. Y también lo esperaban dos docenas de empleados municipales que salieron al balcón del Ayuntamiento (gobernado por el PAN) para escuchar las palabras del político tabasqueño. Lo querían ver, aunque no pudieron escuchar todo el discurso, ya que a los cinco minutos de iniciado el mitin un funcionario salido de las oficinas del palacio presidencial ordenó que todos regresaran a sus labores.
Abajo, cuando terminaron las palabras de López Obrador, Agapito Hernández Navarro, oco- tlense de 91 años, pidió el micrófono, tomó la palabra y habló con tono vigoroso: “estoy muy molesto con las acciones del gobierno. La gente no está contenta, ya no dejan otra. A los gobernantes si les dice uno ‘sinvergüenzas’, se rascan la panza (como los puercos). Hay gente que está dispuesta a un estallido social: y yo a mi edad también estoy dispuesto a empuñar un arma y defender el patrimonio de México”.
Quienes escuchan a López Obrador concuerdan que el país va mal, que hay hambre, mucha hambre, demasiada hambre: los sueldos no alcanzan, los precios de productos básicos suben, se incrementan mucho, se van volando; el campo no deja y hay migración y dolor y familias rotas, separadas, alejadas. Por eso la inconformidad crece.
“Lipe”
Para la mayoría de los asistentes a los mítines de López Obrador, en 2006 el PAN cometió un fraude y se robó la presidencia. Por eso Felipe Calderón es el “usurpador”, por eso también le llaman “traidor”. Es la representación de la corrupción, de la falta de democracia, del alejamiento del político con el pueblo. Cuando López Obrador señala que Felipe Calderón se siente intranquilo con su consciencia y que “sabe que es un usurpador y así va a pasar a la historia”, la gente aplaude y grita, grita con ánimo, con entusiasmo, como queriendo que sus gritos se escuchen en Los Pinos, que sus gritos no desaparezcan por ningún momento de los oídos del panista michoacano.
De cierta manera los asistentes saben que allá, en México o donde esté Felipe Calderón, sabrá que hay muchas personas que lo repudian, que lo detestan, que no lo consideran presidente de México. Incluso el ex candidato a la presidencia por la Coalición por el Bien de Todos ha dicho en sus alocuciones que siempre hay enviados de la Secretaría de Gobernación: se infiltran en las asambleas “reporteros” de “Bucareli News, es decir, espías que recaban todo lo que digo”.
Hay muchos asistentes a las asambleas de AMLO que no son perredistas, ni siquiera lopezobrarodistas. Para ellos, que quizá confiaron (engañados por las campañas mediáticas) en Felipe Calderón, señala: “Ya no le dicen Felipe, le dicen Lipe, porque ya le perdieron la fe”.
Panistas apoyan la defensa del petróleo
En Tototlán, Andrés Manuel López Obrador recibió un reconocimiento de manos de Blanca Mireya Vázquez González, suplente del presidente municipal. La militante del blanquiazul mencionó que, “respetando los ideales de cada quien, si estamos hablando de un tema que muy en lo particular crees que va a beneficiar a la República, hay que olvidarnos de clases sociales, razas, partidos políticos en específico. Entonces se tratan de hacer a un lado las opiniones personales e intentas trabajar en conjunto. Es por un bien común: en este caso la defensa del petróleo de México”.
En este país, los militantes de los partidos políticos están muy distantes de ser enemigos o adversarios. Arriba, en los altos mandos, existen diferencias y peleas. Pero abajo, las coincidencias son muchas. La pobreza la viven simpatizantes del PAN, el PRI, del PRD, el PT o Convergencia. Todos la experimentan, la sufren, tienen que convivir con ella. Por eso López Obrador siempre insiste que el problema no es con las bases de los demás partidos, sino con los de arriba. Y Blanca Mireya Vázquez lo reafirma: “la gente que estamos dentro de los municipios, en parte no tenemos nada que ver con las decisiones que toman los del alto poder”. Ella es un claro ejemplo.
“ Somos pobres, por eso seguimos a López Obrador”
En todos los municipios que ha visitado López Obrador en estos días de gira por Jalisco, la mayoría de las personas que asisten a sus mítines llevan sombrero y huaraches. Son de piel morena y tienen las manos curtidas. Sonríen, asientan cuando habla AMLO, se enfurece cuando escuchan mencionar nombres como el de Felipe Calderón. Comprenden a su líder cuando les habla de pobreza y dificultades económicas: y lo comprenden porque ellos viven y conviven con la pobreza. Son parte de esas cifras que los de arriba solamente mencionan y jamás entienden porque no han experimentado qué es el hambre, la falta de oportunidades, la necesidad de vivir en otro país.
Los recorridos de la caravana de López Obrador muestran la marginación existente en Jalisco. Exhiben el fracaso del sistema económico neoliberal que ha imperado en el país desde hace más de veinte años. Y la gente sabe que vive mal, sabe que tiene hambre, sabe que los fertilizantes son caros y que el campo ya no es redituable, que el gobierno no apoya a los pequeños productos. Lo sabe bien porque lo vive a diario: son los nadie, los que no se ven, los que sólo aparecen en los discursos cuando se habla de índices de pobreza.
Pedro Rubio habita en el pueblo de Buenavista, en el municipio de San Martín Hidalgo. Es campesino, vive de la agricultura pero cada día la situación es más difícil. Hay mucha migración, los jóvenes se van a trabajar a Estados Unidos y se sufre, se sufre mucho: “estamos cansados de este gobierno que no nos apoya en el campo para nada, estamos aporreados”. Cuando se le pregunta por qué es seguidor de López Obrador, quiere decir mucho pero no sabe cómo explicarlo. Desea ir punto por punto: “porque me gustan sus propuestas…”, pero se calla, no le salen las palabras; entonces, decide resumirlo todo con una frase: “estamos con López Obrador porque está con los pobres, y nosotros somos pobres. Por eso”.
Artículo publicado en La Jornada Jalisco
::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Peje en 2008::
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