Porfirio Muñoz Ledo
Bitácora Republicana
04 de julio de 2008
Sería aconsejable que los dirigentes vieran las decisiones de Canadá y Alemania respecto de su transición energética
La comparecencia de Carstens en el Senado fue anticlimática. Se antoja absurda la participación en un debate que su jefe había minimizado y sólo se explica por la ausencia de expertos que fundamenten creíblemente las propuestas del gobierno. Optan por enviar a sus funcionarios en rango cada vez más alto, hasta culminar eventualmente con el mismo Calderón.
Lo fue también por el retroceso en el curso de una discusión que había sido puntual y eminentemente técnica —a despecho de la descalificación gubernamental. Esta fue una presentación política, que se remontó a la exposición de motivos de las iniciativas y eludió la sustancia misma de la litis. Pareció una invitación al vals dirigida a los colaboracionistas del PRI, que respondieron con gestos altivos de aceptación.
Muy lejos de la “bonanza” prometida y de los “tesoros escondidos”, se concretó al régimen administrativo y presupuestal de Pemex y puso en sordina el triunfalismo de Kessel. Como Arturo Núñez se lo espetó: le importaba defender la supremacía de una casta tecnocrática, “transexenal y transpartidista”.
Se coló en la maniobra una flagrante contradicción. A diferencia del diagnóstico oficial no habló de “aumentar” la producción, sino sólo de “mantenerla”. ¿Dónde quedaron los 4 millones de barriles diarios cacareados por los voceros del proyecto? ¿Cuándo se evaporaron los 6 millones de barriles al fin del sexenio, con los que el Ejecutivo intentaba persuadir a sus interlocutores? La verdad es otra. Cada día del mandato presidencial agonizante las presiones se acrecientan. Por todas partes aprietan las clavijas. El anuncio de Arabia Saudita después de la cumbre es relevante: ha elevado su producción a 9.7 millones, máximo nivel desde 1981, cuando desinfló los precios en alza. Ofrece además aumentarla hasta 12.5 millones para fines de 2009, aun a costa de nuevas inversiones, que no efectuaba hace más de tres décadas.
En Irak —convertido en sexto proveedor de EU— se atribuyeron 41 contratos a compañías extranjeras: 35 a corporaciones occidentales y seis a empresas de países en desarrollo. La semejanza con México va más allá de la legitimidad del régimen: se pretende aumentar la producción de 2.5 a 3 millones y en los próximos cinco años hasta 4.5 millones. Intentan simultáneamente atajar las bajas de suministro a través de operaciones políticas, que van hasta el llamado a la ONU. Es el caso de Nigeria, donde el hostigamiento de los rebeldes a las compañías ha hecho descender la producción a 1.8 millones, muy por debajo de su capacidad instalada, que es de 2.8.
En Alaska —donde se estiman reservas mayores que las del golfo de México— quedaron en suspenso las perforaciones a raíz de la consulta realizada en 2001 por una Comisión del Senado, en la que 53% de la población se manifestó en contra y sólo 35% a favor. A fin de relanzar el proyecto Bush ofrece al gobierno de esa entidad una tajada de los 7 mil millones de dólares que pagarían las empresas por derechos de explotación.
Dice un analista latinoamericano que “con mayor razón presionarán a su aliado natural, Felipe Calderón”, cuya debilidad política es notoria y “cuyo Congreso no está dispuesto a realizar ninguna encuesta nacional para pulsar el sentir de los mexicanos”. Lo harán durante la campaña presidencial para reforzar la alianza entre los republicanos y las compañías y vender electoralmente la disminución de precios que resultaría de reventar la burbuja especulativa.
Sería aconsejable que nuestra clase dirigente volviera los ojos a las decisiones de Canadá y Alemania respecto de su transición energética, tanto como a los preparativos de la reunión de la ONU sobre cambio climático que tendrá lugar en Copenhague el año próximo para revisar el Protocolo de Kioto.
También a los lineamientos de política energética avanzados por Barack Obama, orientados a la reducción del consumo, la disminución del poder de las corporaciones, el incremento de los impuestos, el uso de la reserva estratégica, la reducción de emisiones contaminantes y el reforzamiento de la regulación ambiental. Quizá sería pedir demasiado a quienes nacieron para ser tratados como clavijas.
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