José Agustín Ortiz Pinchetti
jaorpin@yahoo.com.mx.
■ Cómplices patrióticos
Lo peor de nuestra vida pública es el cinismo. Violaciones constantes y atroces a la ley y a la ética son recibidas con olímpica frescura por quienes deberían perseguirlas y por gran parte de la población. La impunidad es más sólida que la catedral metropolitana. Cuando cuestiono a mis, cada vez más escasos, amigos conservadores el apoyo que recibe Calderón de los peores de la política, me contestan: "Ni modo, hay que ser prácticos". Una cosa es ser opositor y otra cosa es el poder. Quizá algún día toque a ustedes".
Así, el senador priísta Fernando Castro Trenti defendió a M.F. Beltrones (uno de los personajes más transparentes de la política) diciendo que su partido se vio obligado a aceptar el fraude de 2006 porque de no hacerlo habría tenido que "desconocer a las instituciones". ¡Oh!, así es que sacrificaron su apasionada convicción democrática para no tumbar el respetabilísimo aparato. El PRI no cometió, esta vez, el fraude patriótico, eso se lo dejó al PAN. Prefirió ¡la complicidad patriótica!
No soy un amargado y prefiero poner humor en el asunto. ¿Por qué no nos disculpamos a nosotros mismos y atribuimos el cinismo a nuestra historia? Recordemos que el primer fraude electoral se produjo tan temprano como 1824 y que su autor fue un héroe nacional: Vicente Guerrero. Parece que organizó un carrusel avant-la-lettre. Veo al emancipador mirando hacia un horizonte con un puño sobre la Constitución de 1824 declarando: "Aceptar el triunfo de nuestros adversarios es deber sagrado, pero la patria es primero".
Desde entonces la cadena de fraudes patrióticos en elecciones presidenciales no se interrumpió, salvo en la de Fox (aunque algún espíritu maligno podría reprochar a Zedillo haber roto la tradición).
Duele escribir esto. Creo que una aportación mayor del obradorismo es impugnar y derrotar el cinismo y la impunidad, peores aún que la corrupción. Pronto tendremos otro episodio para poner en práctica nuestro escepticismo. El auditor mayor de la Federación, Arturo González de Aragón, cumpliendo con su deber (lo que en México es una hazaña portentosa) denunció que los excedentes petroleros servían para tapar la monstruosa elusión fiscal y que Pemex oculta las finanzas de 21 de sus filiales. En cualquier país donde existan relojes, esto habría provocado la renuncia y la fuga precipitada del secretario de Hacienda y del director de Pemex. Se conmovería de la base a la cúspide el gobierno. En México, los medios adormecerán a la conciencia pública (para eso están). Y como en otros casos escandalosos
¡no sucederá nada!
Fuente: La Jornada
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