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domingo, julio 06, 2008

La política ambigua del PAN

Jorge Medina Viedas
Público
6 de julio, 2008

El PAN y el gobierno están poniendo toda su energía en movimiento para ganar las elecciones de 2009. Quieren que el presidente Felipe Calderón gobierne con mayoría en la Cámara de Diputados y no necesite del PRI ni de nadie para gobernar el país. Se ven, se imaginan como su álter ego, el ex presidente, José María Aznar, en su segundo periodo de gobierno, aquel de la foto de las Azores, pero de mayoría absoluta.

Su política es demasiado obvia en sus intenciones y nadie les puede quitar el derecho a que tengan ese propósito. Además lo dicen en todas partes, entre otros el reincorporado periodista Juan Ignacio Zavala en su calidad de coordinador de Proyectos Especiales del PAN, así como el nuevo secretario general panista, Rogelio Carvajal; ambos, dicho sea de paso, llegados a la dirección de su partido con instrucciones expresas y precisas del presidente Calderón.

Tal vez para auxiliar con cierta premura al presidente del partido, Germán Martínez, quien sigue sin mostrar atributos de un líder con estatura para un desafío tan grande como el que tendrá que enfrentar en el 2009, empezando por la terquedad de no aceptar, en la práctica, la existencia de otras fuerzas políticas, ni reconocer que su partido, el PAN, apenas tiene un tercio de los votos de los mexicanos.

A la evidencia inequívoca de su poca visión estratégica, el líder panista confirmó, desde su presentación desafortunada en el Congreso, defendiendo la propuesta de reforma de su presidente, pasando por sus inexplicables reuniones con Vicente Fox, y la decisión de remover a Santiago Creel como líder del Senado, una perjudicial fama de arrogante y de carecer de un discurso político aceptable o imaginativo.

Más importante que eso, en este contexto que apremia a los partidos a ser certeros y cuidadosos en sus comportamientos, no ha habido forma de que el PAN oculte la ligereza de sus planteamientos sociales, ni mucho menos que demuestre su capacidad (ni su disposición) para contener o para acallar a varios de sus militantes, los cuales, pasando por encima de la legalidad democrática, hacen caso de los llamados de la selva, donde se refugia su perfil natural más reaccionario, asumiéndose como fascistas. No se puede creer que pocos días después de la elegante prosopopeya maternal del gobernador de Jalisco, el presidente de la República se haya hecho acompañar de él en un acto en aquella entidad.

No es excusa que sea de León el panista presidente municipal Vicente Guerrero Reinoso, para que se justifique su actitud cavernícola, ni la tardía y obligada suspensión de la pedagogía de la tortura que ordenó que se practicara con los policías de la ciudad.

De este mismo católico Bajío son los gobernadores panistas de Guanajuato, Jalisco, San Luis Potosí y Querétaro, cada uno de los cuales ha reafirmado en su ejercicio de gobierno, inequívocamente, estar al servicio de los privilegiados de la sociedad, coaligándose con las jerarquías católicas para que sean ellas las que induzcan a sus respectivas y dóciles greyes, a votar por estos gobiernos de fanáticos y de miembros connotados de el grupo de El Yunque.

“Ni en los peores gobiernos del PRI” se ha agredido tanto a la libertad de expresión, afirma el director Enrique Gómez Orozco del diario a.m. de Guanajuato, a quien habrá que creerle por su histórico rechazo al PRI; y lo mismo que dicen ciudadanos y periodistas del gobernador panista de ese estado, Juan Manuel Oliva, se puede decir del resto de los gobernadores de la región Yunque. Así actúan Emilio González Márquez en Jalisco, Marcelo de los Santos en San Luis y Francisco Garrido Patrón en Querétaro.

Todos ellos son gobernadores con una visión primitiva y premoderna de la política, hombres de horca y cuchillo, católicos delirantes, gobernantes alfombra o miembros de las élites económicas y aristocráticas locales, cuya intolerancia tiene que ver con uno de los rasgos de la ideología de la derecha que siempre ha estado latente en el PAN, y que se antoja decir las cúpulas actuales matizaron y enmascararon con un discurso “democrático” en las luchas contra el autoritarismo priista, y al que, junto con el PRD, siguen hipócritamente satanizando de autoritarios.

Y por si se quiere separar a estos ejemplos de gobiernos prefascistas del gobierno federal, a estas expresiones de política panista, las refuerza —o por lo menos las compromete— el espionaje cometido contra el senador Manlio Fabio Beltrones y otros legisladores, así como contra gobernadores priistas y ¡panistas!

Oí decir que no es lo mismo el trabajo de inteligencia del Estado en democracia que un régimen autoritario o totalitario. No es errónea la apreciación. Pero un error sumamente grave es confundir la razón de Estado con las razones de un partido, o mejor dicho, de los intereses de un grupo que, además de que le pasa por la derecha al presidente Calderón, pavimenta el camino a una regresión autoritaria que ya han demostrado es lo que quieren para México.

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