Acerca de la reforma energética: López Obrador y la defensa del petróleo
La Jornada Jalisco
La televisión, la radio y la mayoría de la prensa escrita repiten, repiten y vuelven a repetir: “¡los senadores se pusieron de acuerdo!”, “¡es un logro para el país!”, “¡un ejemplo de diálogo y de consenso!”. Quieren que todos los mexicanos estemos orgullosos de los legisladores, los cuales, en sede alterna, con decenas de cientos de policías resguardándolos e intimidando a quienes osaran protestar, y con miles de personas en las calles diciendo no, dijeron sí a una reforma energética que no prohíbe la entrega a particulares de bloques para explorar yacimientos petroleros.
Quienes en los medios de comunicación han atacado a Andrés Manuel López Obrador durante más de cuatro años, que lo han querido acabar, aniquilar y callar, ahora resulta que se preocupan por él: “¿por qué no acepta el triunfo que significó no haber aprobado la reforma privatizadora de Calderón?”, se preguntan confundidos. Se preocupan también por el PRD, por su imagen y su viabilidad como partido ganador. Vaya, hasta parecen perredistas e insisten: si el partido del sol azteca se deshace de AMLO, pronto vendrán los triunfos electorales y así México tendrá, por fin, una izquierda moderada, moderna, digna de estos tiempos que corren (y claro, una izquierda que se olvide de sus principios y del compromiso con sus bases –eso no lo dicen, seguro se les olvida–).
Las pantallas de televisión escupen la misma cantaleta que han escupido durante más de cuatro años, las radiodifusoras las secundan y en varios diarios se dice: AMLO quiere acabar con el país; a AMLO no le importa el bienestar de los mexicanos; AMLO es malo, muy malo, malísimo; AMLO manipula a unos cuantos ignorantes que no tienen capacidad para pensar; AMLO no sabe perder ni sabe ganar; AMLO está loco, loco de atar; AMLO ya perdió piso, apoyo, bases; AMLO, ahora sí, ya se murió políticamente; AMLO se pelea hasta con el PRD; la gente que sigue a AMLO es fascista, no entiende de razones, no entiende nada; AMLO, un megalómano, un enfermo, un desquiciado, un peligro.
Esta andanada de descalificaciones no es nada nuevo. Se ha repetido durante más de cuatro años. Hace algunos meses fue verdaderamente purulenta: cuando Felipe Calderón presentó una iniciativa de reforma energética que entregaba descaradamente la industria petrolera a capital privado extranjero, se acusó a AMLO de no querer el progreso del país, de ser irracional, de ser lo mismo que ahora se dice que es. Se tomaron las tribunas de las cámaras de Senadores y Diputados y, ¡oh, sorpresa!, se mencionó lo mismo que ahora se menciona. La gente se movilizó y se formaron brigadas con adelitas que siempre resistieron pacíficamente: por supuesto, se recitó lo mismo que ahora se recita: que AMLO está loco.
Sin embargo, en esta nueva andanada hay una variable que está siendo utilizada: repiten que el PRD ya se “deshizo” de la sombra de AMLO. Y claro, ese PRD, para los que repiten, repiten y vuelven a repetir, es el PRD bueno, el que representa a la izquierda educada, bien portada y modosita. Una izquierda alejada de sus principios y que se ha olvidado de la gente, del pueblo, de lo que éste piensa y de lo que éste espera. Por eso, gritan, gritan y vuelven a gritar que ya ni en el PRD le hace caso a las “locuras” y “caprichos” de AMLO.
Pero, ¿qué hay detrás de esta descarga mediática? El día de ayer, Jaime Avilés publicó en Desfiladero, su columna en La Jornada, que empresas extranjeras se frotan las manos para obtener bloques de exploración de yacimientos petroleros en el Golfo de México. Sin duda, la “terquedad” de López Obrador para rechazar la reforma energética no fue un subterfugio para “hacerle daño al país”, sino una insistencia en la defensa del petróleo. Ahí es donde radica la fortaleza del tabasqueño: ante la imposición, ante las negociaciones en las cúpulas, ante la andanada en su contra de los medios de comunicación, lo principal es la defensa del patrimonio nacional. Por eso surge la identificación de AMLO con las bases, porque además de terquedad, hay congruencia: una congruencia que es inexistente en la mayoría de los políticos mexicanos.
Lo que ahora pretende el Movimiento en Defensa del Petróleo es simple: que se incluyan 12 palabras en los dictámenes aprobados en la Cámara de Senadores. Doce palabras que hacen temblar a los legisladores que tan conspicuamente se pusieron de acuerdo; 12 palabras que aterran a Felipe Calderón y a quienes lo impusieron en la Presidencia; 12 palabras que la mayoría de los medios de comunicación ni ha mencionado. Sí, 12 palabras que dicen: “No se suscribirán contratos de exploración y producción que contemplen el otorgamiento de bloque en áreas exclusivas”. ¿Por qué esos legisladores tan plurales, tan dados al acuerdo, al consenso y al diálogo, no incluyen esas 12 palabras en los dictámenes de la reforma energética?
No cabe duda, lo que se aprobó el jueves pasado en la Cámara de Senadores deja la puerta abierta para la privatización de ciertas áreas de Pemex. Por eso la insistencia en que se agreguen las 12 palabras que propone el Movimiento en Defensa del Petróleo. Si los legisladores tan dialogantes y tan prestos al acuerdo no quieren la privatización de la industria petrolera nacional, ¿por qué no incluir las 12 palabras? Ahí está el misterio. O más bien, ahí está el desenmascaramiento de las intenciones del PRI, del PAN y de esa parte del PRD tan dada a defender sus intereses olvidándose de los intereses del pueblo.
jorge_naredo@yahoo.com
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