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miércoles, septiembre 05, 2007

Opinión - Jorge Souza Jauffred

El gobierno de Calderón construye su propio país virtual

Jornada Jalisco

Los anuncios del gobierno se despliegan día y noche en la radio y la televisión; tal profusión nunca antes se había visto. Principalmente, en medio de los noticieros, programas clave de gran auditorio y horarios pico. Pareciera que cada una de las secretarías del gobierno federal hubiera recibido la orden de exponer sus programas (o mejor dicho, la dimensión imaginaria de sus programas) para en esa forma integrar sus acciones y objetivos al imaginario colectivo de los mexicanos. Así, la lucha del gobierno contra el narco, la búsqueda del “país que queremos”, la “fuerza de la democracia”, el número de consultas que da el “nuevo” ISSSTE, el Seguro Popular y muchos otros programas y acciones oficiales son repetidos hasta la saciedad para que los mexicanos los incorporemos a nuestras creencias, para que nos saturemos de ellos..

No es una tendencia ingenua. Es una estrategia perfectamente planeada, bien configurada y dirigida por los poderes reales que exprimen a México. Es una forma de construir, en el espacio mediático, un México virtual muy distinto al de la realidad; una forma de edificar una imagen mental de un país pujante, luchón, que tiene un gobierno justo, honesto y limpio. Es una forma de construir imágenes que hagan pensar a los mexicanos que las cosas andan bien y que si algo anda mal no es el sistema, sino por culpa de las personas en particular, que no han aprovechado las oportunidades y libertades que les concede. Por culpa de los violentos, por culpa de los tercos, por culpa de los necios.

El que aparece en los medios masivos de comunicación es un México muy distinto al que vemos en la vida real. En el primero, si falta el agua potable a diez millones de mexicanos, el gobierno está trabajando para que dentro de cinco años, “el 95 por ciento de los mexicanos” tenga el líquido a su disposición. En el segundo, vemos cómo cada día la pobreza se extiende, como consecuencia de un sistema político y económico injusto e inequitativo.

Una nueva forma de esclavismo

Calderón, en su mensaje del domingo, ampliamente difundido, presumió que se ha logrado generar 618 mil empleos en lo que va del año. Los organismos empresariales, minutos después, se apresuraron a rectificar que en México se requiere por lo menos un millón de empleos al año para más o menos salir al paso. Pero además, la enorme mayoría de esos empleos son trabajos mal pagados, que permiten apenas a las familias mal comer, siempre y cuando trabajen tres o cuatro de sus integrantes.

Y dígame si no es una nueva forma de esclavitud, cuando en la mayoría de las maquiladoras, las fábricas, las oficinas, las franquicias, pagan a las personas que ahí laboran menos de 3 mil 500 pesos mensuales. Dígame cómo vive usted con tres mil 500 pesos mensuales. Qué come, qué ropa usa, a dónde va a divertirse, en qué casa vive, qué calidad de vida disfruta. Y aún así, con esos sueldos de hambre estimulados por un bajísimo salario mínimo determinado por un comité anacrónico, el presidente presume… La verdad es que no veo razón para enorgullecerse. Sin embargo, lo que difunden la televisión y el radio en cadena nacional es el gesto de triunfo, la sensación de que las cosas se están haciendo bien, la seguridad, el aplomo de un hombre que se dice limpio, aunque sus manos estén sucias.

El mensaje de Calderón afianza el México virtual

El mensaje de Calderón, puesto (a pesar de todo) en la categoría de lo ritual por los medios masivos, se convierte en la palabra anual que establece y refunda el país en el imaginario de los mexicanos. Ahí, en ese espacio intangible, las palabras presidenciales que llaman en un gesto dramático a transformar a México parecen verdaderas al oído ingenuo de la gente. Para muchos, se convierten en un estímulo, un acicate que el pueblo entiende e integra a sus creencias, porque para muchos es cierta la sinceridad del mensaje. Asimismo, hace creer a la gente que son los ciudadanos quienes tienen la posibilidad de transformar el país. Naturalmente, ambas premisas son absolutamente falsas. Ni el mensaje es honesto, ni tampoco (pobres ingenuos) tenemos la capacidad de transformar al país. Una sola palabra de Carlos Slim lo transforma más, mucho más, que los intentos que realicen a lo largo de un año los 40 millones de miserables que habitan en el territorio nacional.

Pero ahí, en el país virtual que ha erigido la repetición mediática y el discurso calderonista se abren espacios imaginarios, sólo imaginarios, para que la gente recupere la confianza en un gobierno que llegó al poder a través de un proceso electoral sucio, y herido en el costado más sensible: la legitimidad.

Los pavos felices son más sabrosos

La tecnología ha hecho avances impresionantes. Para que den más y mejor leche, lo sabemos, en las granjas suizas obligan a las vacas a escuchar a Mozart; y en los grandes gallineros (o paveros) estadunidenses brindan a los animales estupendas condiciones para que engorden y no padezcan estrés. Guardando las proporciones, el mensaje de Calderón busca proporcionar a los mexicanos un efecto similar: disminuir las tensiones, tranquilizar a un país cansado de la explotación y la pobreza, mantener quieta a la gente. Esa es la mejor medicina para que unos cuantos sigan chupando la riqueza nacional sin la protesta pública generalizada. Y eso es todo por ahora. Nos leemos mañana, ya lo saben, pero en esta misma Feria.


::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Peje en 2007::

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