Cañada del Yuro.
Por: Javier Mendoza Aubert
Un calcetín rayado, rojo, sobre un calcetín más bien azul, sobre un calcetín color verde, sobre dos pies ampollados que han caminado lo que nadie más ha andado, apoyándose sobre la tierra que en círculos se esculpe a sí misma, con flores que van creciendo a su lado entre las piedras y el aire que tose, el alma sobre los huesos, los huesos sobre Inti Peredo, un relámpago que les recorre, las manos que ya no están armadas y un rastro de sangre que es rastro nuestro, sobre la Cañada del Yuro -aunque bien pudo haber sido en cualquier lado-, y el corazón íntimo, plateado, de una bala que rompe el verde olivo de su uniforme, el mismo que tantas veces su piel le ha venido guardando.
Latinoamérica tiene asma y va jadeando, va jadeando...
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