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viernes, septiembre 07, 2007

Opinión - EDUARDO GONZALEZ VELAZQUEZ

Nuevamente la censura

La Jornada

En democracia no hay más opciones: un gobierno, son democráticos o no lo son. No podemos aceptar que somos “medio democráticos”. Así no funcionan las cosas. Una de las características principales de una sociedad democrática es el respeto irrestricto a la libertad de expresión de todas las manifestaciones, sean éstas a favor o en contra del gobierno. A pesar de la tan cacareada democracia mexicana, incluido el “cambio con continuidad”, en México aún persiste la censura como “la intervención que ejerce el censor gubernativo”, sobre alguna práctica o discurso de la sociedad que se gobierna y que siente que le es adversa. La censura, pues, se significa como una de las prácticas más antidemocráticas en nuestro país, que lo mismo se ejerce hacia la sociedad civil como hacia los miembros del Poder Legislativo.

El primero de septiembre asistimos al espectáculo de censura ejercida sobre la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, la diputada Ruth Zavaleta. Los que observamos el “simulacro” de informe presidencial de Felipe Calderón pudimos percatarnos de la manera tan burda en la que fue sacada del aire la imagen y el sonido de la diputada Ruth Zavaleta mientras explicaba las razones por las cuales ella y las bancadas del PRD y PT abandonarían el salón de sesiones antes de que arribara al Congreso Felipe Calderón. La justificación del comportamiento del PRD y PT se argumentó con base en la naturaleza ilegítima del presidente de México. Mientras eso sucedía, aparecían a cuadro dos presentadores de las televisoras Televisa y TV Azteca, quienes solamente informaban que los diputados del PRD y PT abandonaban el salón de plenos.

Ese mismo día, el secretario de Gobernación, el represor y violador de los derechos humanos, Francisco Ramírez Acuña, atribuía lo sucedido a “fallas técnicas”. “Fallas” que, por cierto, no afectaron la transmisión completa, sin cortes, en Estados Unidos. Al paso de los días crecieron las contradicciones, y las explicaciones terminaban en un callejón sin salida. Se decidió cortarle la cabeza a un chivo expiatorio para salir al paso de la situación. Quien pagó la factura ocasionada por las “fallas técnicas” fue René Antonio Palavicini Sánchez, director del Centro de Producción de Programas Informativos y Especiales de la Presidencia (Cepropie). En todo caso, si se trató de “fallas técnicas”, la cabeza de ese funcionario segundón no tendría por qué haber sido cortada.

Es evidente que las órdenes que salieron de la Secretaría de Gobernación fueron las de censurar el discurso de Ruth Zavaleta. Cómo podemos explicar técnicamente las “fallas” si en el salón de plenos había cuando menos tres señales de televisión diferentes. La primera, del equipo de la propia Cepropie; la segunda, la del Canal del Congreso, y la tercera, la de la Dirección de Comunicación Social de la Cámara de Diputados. En caso de que se hubiera presentado una “falla técnica” en una de las señales, cualesquiera de las otras dos estaban disponibles para evitar que la transmisión, en cadena nacional se viera afectada, por lo que en ningún momento estuvo en peligro el programa. Solamente la ingenuidad podría aceptar la explicación de las “fallas técnicas”. Lo que ocurrió no fue un error técnico, fue un grave horror político. Si la censura fue ordenada por Felipe Calderón, es una situación muy grave y peligrosa en el contexto de una transición democrática que no termina de darse. Y si no fue así, aún más delicado. Si la orden no la dio el Presidente, entonces fue Francisco Ramírez Acuña quien planeó la censura, por lo tanto, el secretario de Gobernación debe renunciar.

Por otro lado, vemos cómo debido a “presiones de Televisa”, la distribuidora Warner Bros se negó a exhibir la película de Luis Mandoki sobre el proceso electoral de 2006. A través de Videocine, filial de Televisa, “el director de Warnes Bros México, Juan Manuel Borbolla, fue amenazado con que podría perder su empleo si insistía en exhibir la obra de Mandoki”, argumentó Federico Arreola, productor del documental. Más aún, las cadenas de exhibición cinematográfica Cinemex y Cinépolis apoyaron la censura, con el argumento de la amistad que existe entre Alejandro Ramírez, cabeza de Cinépolis, y Felipe Calderón. A media semana, Videocine y Warner dijeron que no distribuirían el documental “porque no es negocio y no por razones políticas”. No sólo desde el Poder Ejecutivo, sino desde los grupos de poder económico se está llevando a cabo una campaña de censura hacia todas las manifestaciones contrarias a la elite en el poder.

Con todo lo anterior, el gobierno de Felipe Calderón intenta vendernos soluciones imaginarias para los problemas del país. En nueve meses en el cargo, Felipe Calderón se ha dedicado a inventar un país desde su presente histórico. Un país a modo. Un país de la maravilla, calderolandia. Lo construye utilizando el espacio y poder mediático, de ese modo construye un México virtual muy distinto al de la realidad; edifica una imagen mental de un país que cada día está mejor. Aunque acepta con modestia: “todavía falta mucho por hacer, pero lo estamos logrando”. El gobierno describe un país que no existe. Un país irreal. No nos dejemos engañar, el país está de cabeza, y en algún momento habrá que reconocer el orden correcto de las cosas. En algún momento la sociedad mexicana deberá despertar del letargo en que se encuentra y reclamar que nuestros gobernantes cumplan con su deber.

ihuatzio@hotmail.com


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