El agua embotellada fue primero un lujo, luego una opción saludable y, ahora, casi un pecado
Los ambientalistas prefieren cargar recipientes que se puedan volver a usar.
Publico
En unas recientes vacaciones familiares a Cape Cod, la neoyorquina Jenny Pollack, de 40 años, hizo algo de lo que sabía que se arrepentiría. Lo hizo de último minuto. Porque estaba desesperada.
Además, la gigantesca e iluminada máquina vendedora de agua Dasani estaba justo ahí, como un faro, y ella, con sus botellas reusables vacías y su hijo Charlie haciendo sed en un patio de juegos, se rindió y compró una botella de agua.
A la mayoría le parecería una acción ordinaria para refrescarse, pero para Pollack fue una ofensa menor contra el planeta: piense en todo el petróleo usado para empacar, transportar y refrigerar el agua.
“Algo en ello se sintió como una traición”, dijo Pollack, que fuera de eso, no se considera una ferviente ambientalista. Dijo que decidió dejar de comprar agua cuando oyó a sus amigos discutir sobre el impacto de el hábito estadunidense de tomar agua embotellada. Y ahora hace lo que puede para difundir esta información.
“Casi le he dicho a cada uno de mis amigos ‘¿puedo contarte mi rollo del agua embotellada?’”.
El argumento no se centra en el agua, sino en el petróleo. Se usan 1.5 millones de barriles al año para fabricar el plástico de las botellas de agua que beben los estadunidenses, según el Earth Policy Institute, en Washington. Además están los otros incontables barriles que se gastan en transportarlos desde lugares tan lejanos como Fiji, y para refrigerarlos cuando lleguen.
El problema se plantó de lleno en la conciencia este verano, luego de que los alcaldes de San Francisco, Salt Lake City, Minneapolis y Nueva York comenzaran a apelar a la gente para que pida agua de la llave en vez de en botella. Esto le sumó inercia a los esfuerzos de grupos ambientalistas como Corporate Accountability International y Food & Water Watch, que han estado fomentando que la gente tire las botellas.
Organizaciones ambientalistas se han aliado en varios estados para presionar a los gobiernos para incluir al agua embotellada en la legislación sobre botellas de plástico. Varios prestigiosos restaurantes también han removido el agua embotellada de sus menus, bajo los atentos ojos de los medios.
Así que quienes habían llegado a considerar al agua embotellada muy conveniente, incluso señal de buen gusto, ahora miran con culpa a sus heladas botellas.
Daphne Domingo Johnson, quien trabaja para una organización no-lucrativa en Seattle, dijo que solía cargar un cartón de agua embotellada “en mi cajuela para cualquier ocasión, sólo porque sé lo importante que es el agua”.
Jonson, de 35 años, dijo que pensaba en las botellas reusables -recientemente reivindicadas como símbolos de estatus citadino- como “sólo para atletas o mochileros”. Ella ayudó a organizar una campaña en contra de las botellas en su trabajo, pegando volantes con razones por las que la gente debería tomar agua de la llave en vez de las botellas que su compañía provee gratis.
El agua embotellada ha vencido al café y a la leche en ventas nacionales, y está alcanzando a la cerveza. Para algunos, es un lujo accesible, para otros, una alternativa saludable a los refrescos llenos de azucar. En los últimos 15 años, la industria del agua embotellada ha tenido enorme éxito al convertir lo que alguna vez fue un lujo en un compañero diario.
Pero la volubilidad de la moda puede estar volviéndose en contra de la industria.
En las preparaciones para la Semana de la Moda de Nueva York, este septiembre, Aveda tiene un acuerdo con varios de los diseñadores para usar botellas de aluminio reciclado para el agua que sirven a las modelos en el backstage.
Se arma la revolución. El New York Times publicó un editorial el 1 de agosto llamada “Elogio al agua de la llave” que estuvo entre los textos más compartidos por e-mail durante varios días.
Y la industria está comenzando a resentirlo. La semana pasada, la Asociación Internacional de Agua Embotellada sacó anuncios de planas enteras pidiendo a los consumidores reciclar, no abandonar, sus botellas, argumentando que “cuando tomamos cualquier bebida, probablemente salió de una botella o lata”.
Preciado líquido
• La cuestión no es el agua, sino el petróleo. Organizaciones ambientalistas estiman que se usan 1.5 millones de barriles de petróleo para producir el plástico de las botellas de agua consumidas en Estados Unidos.
• Además se gastan más barriles en transportarla desde sus lugares de origen, algunos tan lejanos como Fiji o los Alpes franceses, y otros tantos en refrigerarla previo a su venta.
Nueva York• Alex Williams/New York Times
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