Los habitantes de la zona se organizan para documentar los problemas de contaminación
Cruzar el río Santiago por el puente peatonal produce ardor en los ojos y molestias en la garganta
RAUL TORRES
Cruzar el río Santiago por el puente peatonal improvisado que por ahora comunica a las comunidades de Juanacatlán y El Salto, produce ardor en los ojos, escurrimiento nasal y molestia en la garganta; cerca de 2 mil personas transitan a diario por esta ruta, y aunque el olor fétido de las aguas ya les parece normal, no pueden evitar sentir a diario los efectos de la exposición a las emanaciones del agua.
Estas situaciones, que vienen empeorando desde hace 30 años, han obligado a que los ciudadanos de estos dos lugares comiencen a organizarse para documentar los graves problemas de deterioro ambiental de la zona.
Las organizaciones Un Salto de Vida y Juanacatlán en Acción son dos ejemplos de la movilización que comienza a darse en defensa de los derechos ambientales de los más de 100 habitantes de la zona.
El pasado viernes, una comitiva de funcionarios de la Secretaría de Salud, de la Subsecretaría de Gobernación, de la Secretaría de Desarrollo Humano y de la Secretaría de Asuntos del Interior, se presentó ante los ya molestos ciudadanos de Juanacatlán y El Salto para ofrecer como solución a los problemas una pequeña medida paliativa: la construcción de un canal que reciba todas las descargas de la Zona Metropolitana y las desvíe hasta una planta de tratamiento aguas abajo.
Sin embargo, cuando los funcionarios fueron cuestionados sobre los demás problemas que ha causado el severo deterioro ambiental de la región, no supieron responder, pues durante las reuniones que desde hace dos meses llevan a cabo sin la participación de la gente de El Salto y Juanacatlán, sólo contemplaron la contaminación del río Santiago como el factor que ha degradado la salud de los habitantes.
Los integrantes de Un Salto de Vida y Juanacatlán en Acción revelan que, además de las sustancias que ensucian el río, que según un estudio de la CEA provocan niveles de toxicidad elevados, los problemas de contaminación también se generan en el basurero que actualmente opera en la zona, y que, según otro estudio de la Comisión Estatal del Agua, libera hasta 19 litros de lixiviados por segundo.
Las historias sobre la devastación de la zona se agolpan en la memoria de los habitantes de estas dos comunidades, todos recuerdan o han oído hablar de situaciones que han causado daños a la salud de otros y en la propia, como la fuga de gas cloro que a principios de 2006 ocurrió en una de las empresas del corredor industrial, o el día en que una productora de sales de ajo provocó que todo el día oliera a “camarones al mojo de ajo” que después de horas hizo vomitar a muchos.
Aquí, hablar de la gente que murió a causa del cáncer es común, comenta uno de los activistas. “Cuando alguien fallece es normal preguntar y que te digan que fue el cáncer, pero eso no se documenta porque en el acta de defunción ponen que fue por paro cardiaco o falla renal o cualquier cosa, pero no se dice que fue por cáncer”.
Además de la contaminación, los habitantes de El Salto y Juanacatlán se ven amenazados por los riesgos de vivir en una zona llena de industrias cuya materia prima son sustancias peligrosas. Así lo demuestran algunos estudios hechos por investigadores o las mismas autoridades, pero cuya socialización aún está pendiente.
A lo largo de varios años, Un Salto de Vida ha documentado gran número de casos que se conectan entre sí y ponen de manifiesto que las autoridades de diferentes niveles han fallado en sus políticas ambientales. Poco a poco conforman un grueso expediente y comienzan a organizarse para difundir el problema y tratar de solucionarlo.
Por ahora, en lo inmediato, trabajan en una estrategia para advertir a las personas sobre los daños que les puede causar el sólo hecho de cruzar el puente sobre el río y cómo pueden disminuir los riesgos.
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