Articulista
22 de abril de 1992 en la ciudad de Guadalajara. Justo después de las diez de la mañana: explosiones, caos, abundante escombro en una amplia zona del sector Reforma, casas completamente derruidas, llantos, sufrimiento. Muerte. Muerte que duele, muerte que pudo ser evitada. Autoridades incompetentes, gente que acude sin llamado “oficial” a las labores de rescate: solidaridad, sensibilidad, unión. Un gobernador que no sabe qué hacer, que pierde el control. Un presidente de la República que pronto busca utilizar la catástrofe para fines personales (mover piezas, colocar alfiles, sacar al rey-cacique y poner al rey-obediente). Imágenes aterradoras: Guadalajara parece una ciudad bombardeada. La tristeza y la desesperación enseñan sus rostros, y con sonrisas frías, saludan.
¿Qué queda de la catástrofe?, ¿qué nos queda del 22 de abril? Seguramente hoy se celebrarán varios actos pequeños para recordar a quienes murieron ese día. En escuetos discursos se dirá que las enseñanzas del desastre han sido muchas, que ha habido un cambio desde ese abril, que las personas que perdieron la vida ese día no murieron en vano. Pero, ¿qué ha cambiado hoy?, ¿cómo ha influido el 22 de abril en la sociedad tapatía, en la jalisciense?
En medios periodísticos y académicos se dice que el 22 de abril de 1992 influyó de manera determinante en el desarrollo político del estado: ahora, se argumenta, ya no gobierna el PRI. Lo hace el PAN. Y ese cambio fue posible gracias al desastre. Le gente, en 1995 salió a votar en contra de PRI y, Alberto Cárdenas, candidato a gobernador por el partido blanquiazul, logró triunfar en la contienda electoral. Pero, ¿qué realmente se transformó?
Un desastre es un hecho traumático. Y sus consecuencias pueden ser muchas. En Guadalajara, después del 22 de abril de 1992, algo se modificó. Pocos días después del siniestro, el entonces gobernador Guillermo Cosío Vidaurri pidió licencia y se fue del país mientras “las aguas se calmaban”. En su lugar, el Congreso local (de mayoría priísta) eligió a Carlos Rivera Aceves, ex presidente del Comité Ejecutivo Estatal del partido tricolor. Los damnificados buscaron organizarse, pero la organización siempre suele ser difícil y fueron presionados, amenazados y divididos por las autoridades. Al final, muchos lograron la restitución de sus bienes, pero el dolor continúa hoy en día: no se va, no se erradica.
¿Y el castigo para los responsables de la catástrofe? Eso quedó en el olvido. Hoy, Cosío Vidaurri vive sin haber pisado la cárcel. Enrique Dau Flores, entonces presidente de Guadalajara, sí estuvo tras las rejas, pero pronto salió, e incluso, en las administraciones panistas, logró ser el titular de la Comisión Estatal del Agua (CEA). ¿Qué verdaderamente se transformó?
¿Acaso el 22 de abril significó un hito en la historia de Jalisco? ¿Vivimos aún hoy sus consecuencias? El PAN logró hacerse de la gubernatura del estado en 1995. No la ha dejado. Durante tres administraciones no muchas cosas han variado: una elite sigue gobernando, el alejamiento entre quienes mandan y quienes obedecen continúa ensanchándose, la corrupción no ha desaparecido ni tampoco se han desterrado la insensibilidad, el desdén de los funcionarios públicos por el pueblo y la falta de democracia. Parecería que todo continúa igual: sólo el color del partido en el gobierno se ha modificado.
¿Fueron las explosiones del 22 de abril el hecho que posibilitó la alternancia (mas no la democracia) en Jalisco? Una pregunta difícil de responder. Sin duda influyeron, sin duda sembraron descontento en la población, sin duda la catástrofe coadyuvó a que el PAN lograra hacerse de la gubernatura. Pero no se puede pensar el 22 de abril como el único hecho que permitió romper la hegemonía priísta en el estado. Hay que mirar a otras partes, buscar otros factores.
Además, conceptuar al 22 de abril como el hecho fundacional de la alternancia en el estado le resta su carácter radical y de lucha por el mejoramiento de las condiciones económicas, sociales y culturales de la población jalisciense: le quita la esencia del enojo y del descontento contra la autoridad, cualquier autoridad; contra la injusticia, cualquier injusticia. El PAN inmovilizó, al ganar la gubernatura, la radicalidad del 22 de abril. La lucha por un cambio pareció llegar a buen cabo: un simple espejismo. El PAN se ha convertido en un partido muy parecido al PRI. Quizá ya es difícil distinguirlos: sus prácticas políticas son muy semejantes, la corrupción que los aqueja es casi igual y su interés por el pueblo y los humildes es mínimo.
Hoy más que nunca se necesita recordar el 22 de abril. Pero no como el hecho que posibilitó la “democracia” en Jalisco, sino como una herida que ahí está, que duele, que necesita mirarse. Se precisa mirar el 22 de abril como un referente para la lucha de los de abajo, de los humildes, de los que un día tienen algo y pierden todo, de los que tienen casi nada y les quieren quitar todo. Es imprescindible reivindicar el 22 de abril para los jodidos, para los que día a día luchan por la sobrevivencia, para los que son víctimas de catástrofes, de ineficacias del gobierno y de inefables injusticias. Sí, rescatar al 22 de abril de los de arriba, de los que lo utilizaron para hacerse del poder y después lo olvidaron. El 22 de abril, entre los tapatíos y jaliscienses de a pie, jamás se debe olvidar: debe pervivir en la memoria colectiva con toda su radicalidad.
jorge_naredo@yahoo.com
::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2009::
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