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lunes, abril 28, 2008

Miles de personas marcharon para repudiar donativos a la Iglesia

Le gritan que se calle y renuncie

Los manifestantes contra los donativos de Emilio González y su falta de respeto a quienes no piensan como él, sólo piden una cosa: su renuncia. La avenida Juárez fue ocupada a todo lo ancho por los manifestantes, lo que obligó a un operativo especial de la SVT para desviar el tráfico. Foto: Luz Vázquez

Publico

El guardia no sabía que al abrir la puerta más de mil intentarían entrar. Afuera escuchaba una manifestación contra los donativos del gobernador, así que esperaba reconocer a los marchantes de siempre, un grupo de los de siempre, consignas escritas en cartulinas fosforescentes. Pero abrió las puertas del Congreso y entraron más de mil, caras nuevas y mucha gente “que se ve de dinero”.

El patio se llenó con los que sobrevivieron al sol de mediodía. Pero un par de cuadras antes, frente a la Catedral, estaban reunidos más de dos mil, según estimaciones de autoridades consultadas: unos de grupos ciudadanos, otros de partidos políticos, muchos llegaron solos y de algunos era su primera vez.

El punto de reunión fue la explanada de la rectoría de la Universidad de Guadalajara, a las 10:00 am. De ahí marcharon por Juárez hacia el centro, ocupando los cuatro carriles de la avenida en una procesión que se extendía primero por una, luego dos y al final hasta por cinco cuadras. Cada quien se unía a gritar las cabreadas consignas que quería, ninguno fue líder, sólo cuando Margarita Sierra, montada en una escalera, leía los documentos oficiales de la manifestación. Uno tenía que estar atento a cada idea, como el que pegó una calcomanía en la puerta cerrada de la Catedral: “Dios perdóname, voté por un idiota”. La católica que insultó a otra católica: “¡Pónganse a trabajar, maldita sea!”, y la otra católica (que mandó un mail al Vaticano para que retiren al cardenal) reparó: “¡Qué me estás diciendo, fanática! ¿Estás con Cristo o con Emilio?”. Ayer, algunos sí estaban con él: “Resiste Emilio. Viva Cristo Rey”, se leía en sus calcas. Pero eran los menos, los más tenían que soltar sus frases de indignación: “¡Aleluya, aleluya, chinga a la tuya!”.

Un movimiento de agrupaciones sociales convocó a la marcha, pero ahí, excepto por los que gritaban consignas de tono político, no se sabía quién pertenecía a cuál, si venía en grupo o por su cuenta. Y usted ¿con qué grupo viene? “Sola, soy una ciudadana indignada”. A todos los unía el coraje. “¿Qué le vamos a decir a Emilio?”, les gritaba Candelaria. “¡Qué chingues a la tuya!”, respondía un coro de miles.

¿Y después de esto qué? Preguntaban marchantes, la gente que al paso se enteraba de los reclamos. Lo que sigue es esperar la respuesta de los legisladores. Les entregaron un documento para exigirles que el gobernador renuncie. Enrique Alfaro, diputado del PRD —el único que estaba en el Recinto Legislativo, o el único que se animó a ir—, la tomó a nombre de todos y les prometió que la consideraría para la próxima sesión.

“Emilio se tiene que ir”, dice una mujer escondida en la sombra de un pilar. “Jalisco no merece esta clase de gobernador. No nos podemos dar el lujo de pasar vergüenzas el resto del sexenio”.

Isaac, el guardia, seguía asombrado. El patio del Palacio Legislativo estaba lleno y en las tribunas del Salón del Pleno tampoco cabía un alfiler.

Consignas

“Emilio ratero, borracho y majadero”

“Pasamos del góber precioso al góber odioso”

“¡Aleluya, aleluya, chinga a la tuya!”

“Emilio monaguillo dónde estás, dónde estás, chingas a tu madre, chingas a tu madre, tú y el PAN” [estribillo cantado]

“Una porra al gobernador: ¡Chinga a tu madre!

“No somos uno, no somos cien, pinche Emilio cuéntanos bien”

“Emilio ratero, regala tu dinero”

Una marcha en tres tiempos

Una gran concentración por la calle de Escorza y los ánimos calientes. Calcas y perros, mantas y gente. Sombreros y gafas de sol. Ahí, frente a la rectoría de la Universidad de Guadalajara, leen y entregan un documento en el que se reprueba la puesta en escena del informe del rector general.

Sigue la marcha por Juárez, a contrapelo del tráfico la multitud camina, grita, insulta, porta calcas en la ropa y los sombreros, y levanta las pancartas para que todo mundo las lea. Están enfadados y aprovechan para desahogarse e insultar a las dos figuras que se caen a pedazos en la opinión pública: la del gobernador y la del cardenal. Cómplices, amiguitos, hermanos en la soberbia y lengua larga. La gente, marchando y acampando en Juárez y 16 de Septiembre, demuestra que el último hilo de la paciencia ya se rompió, y que no hay vuelta de hoja.

Frente a Catedral la danza, las calcas en las puertas: “Dios perdóname: voté por un idiota”. La gente ríe e insulta y marcha hacia el Congreso. Ahí, en la puerta, la arenga para entrar y leer otro documento. Todos entramos. Llenamos, tal vez por primera vez, la casa de gobierno que es de todos. Junto a los portales, trepada en una escalera, Margarita Sierra lee un documento de crítica a los diputados y de exigencia para que el gobernador renuncie.

La gente está harta y muy enojada. La bilis, los insultos y las risas son el recuerdo de que la Universidad, los gobiernos, las iglesias y los congresos, están al servicio de la gente, de que hace tiempo que se han prostituido y que la gente no va a perdonarles ni una estupidez más.

Ciudad apatía

Caminando por las calles del centro, después de asistir a la marcha, tuve la curiosidad de preguntar a los cuerpos de Protección Civil de Guadalajara y Bomberos, si ellos tenían conocimiento del motivo de la acumulación de personas que protestaban, y cuál fue mi sorpresa… casi no lo pude creer, pero es que ¿acaso no tienen acceso a la información? Ninguna de estas personas, encargadas de cuidar a los ciudadanos, sabía de qué trataba la marcha. “Se trata de los del PRD”, “Es por lo de la telenovela Las tontas no van al cielo”. Ninguno de ellos tenía idea de la verdadera razón por la que los ciudadanos estaban reunidos.

El motivo de la marcha no fue hacer una separación de partidos, qué importa si se trata del PRI, PAN, o PRD. La manifestación del pueblo jalisciense fue en contra de un gobernador que no respeta ni el erario ni a sus gobernados. Al primero lo deja en manos de Dios, y a los segundos se dirige con palabras: “Chinguen a su madre, me vale madre”. Quienes se encargan de mantener el orden y cuidado de los ciudadanos nunca se enteraron de nada en concreto. ¿Sigue siendo Guadalajara una ciudad apatía? Leer nota completa

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