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viernes, abril 18, 2008

Opinion - Epigmenio Ibarra

Momento de decisión

Publico

Acusada por los medios de secuestrar al Congreso. Exhibida ante la opinión pública por negarse a aceptar las reglas de un debate que, de producirse en las condiciones planteadas por el PRI y el PAN, estaría condenada a perder. Dividida luego de un turbio proceso electoral interno, aún no resuelto, en el PRD. La izquierda mexicana vive —y con ella el país— un momento crucial, un momento de definición.

No sólo está en juego su posición ante el electorado. Perder el rol de segunda fuerza política como resultado de la incapacidad de asimilar el que la Presidencia le haya sido arrebatada a la mala en 2006 y de transformar ese agravio, que lo es para la nación, en una estrategia consistente, creativa y exitosa de oposición sería lo menos grave. Si la izquierda pierde esta batalla pierde el país. Perdemos todos.

La defensa del petróleo y, por lo mismo de la propia Constitución General de la República, está hoy en sus manos. La izquierda, ante este reto, debe reinventarse con urgencia, cohesionarse en torno a esa lucha, mantenerse firme en la defensa de sus principios, vencer a quienes pretenden revertir una conquista histórica de la nación. Si no lo hace ya poco o ningún sentido tiene su existencia.

Mal harían, sin embargo, los partidos integrantes del Frente Amplio Progresista en ceder a la tentación de mejorar su imagen, de lavar la cara, de mantenerse a flote —tarea que se antoja imposible en las actuales condiciones— reduciendo el perfil de confrontación con el gobierno y sus cómplices. No es la hora, a pesar de la enorme presión de las buenas conciencias y el desgaste que las acciones radicales producen, de conciliar y retroceder.

El gobierno y sus cómplices no se andan con contemplaciones y se han tirado a matar. Saben que tienen una correlación de fuerzas favorable y no están dispuestos a dar marcha atrás. Más allá de que rasguen sus vestiduras y se presenten, aun sintiéndose la parte ofendida, magnánimos, tolerantes y abiertos al debate, lo cierto es que son ellos los que perpetraron un secuestro.

Son ellos y no la izquierda, que ocupa sólo las tribunas de las cámaras de Senadores y Diputados, quienes violentaron las reglas del juego democrático y quienes tienen en su poder, en calidad de rehenes, a la inmensa mayoría de los mexicanos.

El PRI mantenía, a punta de fraudes electorales, corrupción y represión, el país bajo control. Para hacerlo tenía a sus órdenes soldados en los medios electrónicos e impresos. A los rehenes Vicente Fox, sin liberarlos de hecho, los transformó en audiencia cautiva. Volviéndose ahora, él mismo, soldado de los medios electrónicos, abdicando así ante ellos de la soberanía del Poder Ejecutivo los convirtió —poniéndose a su servicio— en su instrumento primordial de gobierno.

Haciendo caso omiso de leyes promulgadas hace muy poco por el propio Congreso de la República que, supuestamente, prohíben a los gobernantes hacer uso publicitario personal de los medios de comunicación, el propio Felipe Calderón, siguiendo los perniciosos usos y costumbres establecidos por Fox, se presentó en las pantallas de todos los canales de tv, en el tiempo estelar y con un rating extraordinario (47.4 puntos según IBOPE) para promover su reforma.

Imposible tener un alcance y una penetración similar, desde la oposición, con el mensaje en defensa del petróleo como patrimonio de la nación y contra la reforma. Imposible, además, contrarrestar el impacto brutal de la propaganda a favor de la privatización que la Iglesia, los poderes fácticos y la iniciativa privada han lanzado. Todo debate en estas condiciones está destinado a ser esencialmente asimétrico, insuficiente e inútil.

Sin un cambio sustantivo en el acceso a los medios electrónicos la batalla está perdida de antemano y es absolutamente irrelevante si son 50 días o 4 meses los que se empeñan en el debate de la reforma. Llegar a todo México, a todos los mexicanos por otras vías puede tomar años.

No se trata tampoco de que, en un ejercicio simplista de resignación, la izquierda reduzca su acción a la resistencia en las plazas y calles. Nada sobra, sobre todo en las actuales circunstancias, pero es vital que la izquierda, tan de mitin, afine la puntería y haga llegar —ése es el reto— a la mayor cantidad de mexicanos sus razones y argumentos para actuar contra el albazo legislativo y contra la privatización enmascarada del petróleo.

Aun si se produce —que lo dudo— el referendo que la izquierda demanda y la razón democrática exige, por tratarse de materia tan grave para la nación, el problema principal subsiste. Los cercos comunicacionales, como el que sufrimos, no se rompen ni con denuncias ni con lamentos. Hace falta que soplen vientos nuevos en la izquierda. Hace falta que con creatividad e imaginación sus integrantes encuentren el camino para llegar a la gente que está más allá de sus mismas trincheras. Se juegan la vida en ese ejercicio. De alguna manera —por lo que México perdería— nos la jugamos todos.

eibarra@milenio.com

::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Peje en 2008::

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