María Teresa Priego
24 de abril de 2008
El Universal
“Vamos, levanten sus escudos, guerreras: nunca será más que un levantamiento de faldas”, escribió Maupassant. Sus frases se dirigían a las sufragistas del XIX, y a las mujeres “de letras”. “Puesto que las mujeres reivindican sus derechos, reconozcámosles uno solo: el derecho a gustar”. Los contenidos de la diferencia sexual se imponían como “incuestionables y evidentes”. “Anatomía es destino”. ¿Algo más que discutir? En el siglo XX esos contenidos elegimos cuestionarlos. Todos. Se quedaría mudo el misógino de Maupassant. El que se sentía tan metafórico. 2008. Frente a la cámara. Las chicas Robocop descansan. Recostadas sobre sus inmensos escudos antitodo. Son muy jóvenes. Cargan un equipo de combate pegado al cuerpo. Brigada femenina antimotines de la PFP. Vestirse debe tomarles un rato largo. Como de ritual samurái.
Entre la escena del escritor desbordado por reivindicaciones femeninas elementales, y las mujeres con cascos, “conchas” protectoras y toletes, sucedió lo que Rius llamó (en un librito de 1978) “La revolución femenina de las mujeres”. El cambio era indispensable. Hemos luchado por él.
Por la libertad de cada mujer de acceder al oficio que desee, consiga, le convenga. ¿Me estaré ahora lamentando de algo? Miles de mujeres conforman el “Movimiento en defensa del petróleo”. Que sea en femenino trae mensajes: reforzar la intención de un movimiento pacífico, recuperar —en términos reales y simbólicos— el lugar y la participación de las mujeres en la historia de los movimientos sociales. Y quizá. A nivel de inconsciente colectivo: la metáfora del vientre femenino y el vientre de la tierra. El vientre femenino y los secretos “nuestros” ocultos en el vientre mar.
Las adelitas cercan la cámara. La PFP opone su brigada femenil antimotines. En un enfrentamiento cuerpo a cuerpo: será mujer contra mujer. Ah. Tan oprobiosamente “igualitario” como un hombre desprotegido ante otro acorazado. Pero, ¿son ellas un poco menos intimidatorias que sus compañeros? Supongo que sí. Entre el toletazo que me podría propinar una mujer y el que me asestaría un hombre, ¿cuál elijo? creo que me quedo con el de ella. La presencia de una fuerza represora femenina disminuye —al menos en lo inmediato— la amenaza específica de violencia sexual omnipresente en el enfrentamiento violento entre una mujer y un hombre. No es un dato menor.
El Estado no va a renunciar la fuerza intimidatoria de sus antimotines. Ni desde la derecha. Ni desde la izquierda. Ni en los en medios. Allí estaban las/los Robocop el sábado —amenazantes y absurdos— cortándole el aire a los artesanos del tianguis de Coyoacán, que vendían su trabajo sobre la banqueta. Pacíficamente. Barreras humanas infranqueables. En la de buenas. Las brigadas femeninas antimotines son, en el escenario de lo malo, “lo menos malo”. Dicho lo anterior, la plana de EL UNIVERSAL (Omar Pulido) de una muchacha cubierta con la parafernalia de la fuerza de choque. Es un choque. Los letreros explicaban el ajuar: máscara antigás. chaleco antimotín, portaproyectiles y portagranadas. Tolete de 90 cm de largo, plástico “resistente” (¿“resistente” a qué?, ¿a un cráneo humano?). Una mujer armada para la guerra. Qué duro de ver. La verdad.
Escritora
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