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sábado, abril 26, 2008

Opinión - Jaime Preciado Coronado

La universidad pública que quisiera

Publico

Con el debido respeto mutuo que nos merecemos los universitarios, comparto estas reflexiones surgidas tras el I Informe del rector general de la Universidad de Guadalajara, Mtro. Carlos Briseño. Trato de desprenderme de adjetivos y descalificaciones personales, con el ánimo de contribuir a soñar en la universidad que muchos quisiéramos: pública, de alta calidad académica, laica, sin compromisos con jerarquía eclesiástica alguna, con proyecto social, fortalecedor de derechos de ciudadanía, fiel a su autonomía respecto de los poderes gubernamentales y poderes fácticos; una universidad con capacidad crítica frente a injusticias de cualquier tipo, de corte humanista, que sepa tomar distancia del mero conocimiento racional y preguntarse sobre el sentido ético-cívico del quehacer científico y universitario en un entorno sustentable. Una universidad antiutilitarista que, sin negar al mercado, dé la espalda al consumismo y la competencia individualista desenfrenada.

Esta universidad que quisiera la encuentro en algunas gestiones acertadas de la actual administración, aunque éstas correspondan en gran medida a las tendencias iniciadas hace 20 años, durante la reforma de época que involucró a prácticamente toda la comunidad universitaria. Desde entonces, han venido mejorando diversos indicadores cualitativos: mayor reconocimiento de posgrados en los padrones de calidad del CONACYT; más integrantes del Sistema Nacional de Investigadores, más bolsas ganadas por méritos y capacidades de nuestra planta académica; mayor incidencia universitaria en la difusión, divulgación y creación científica y cultural; mayor acercamiento con su entorno socioeconómico y sociopolítico a través de la Red Universitaria. Logros históricos que no niegan la energía y eficiencia de la actual administración, pues en un año apenas se tuvieron avances consistentes: el mayor presupuesto en la historia udegeína, el acelerado avance en la acreditación de carreras, o el reconocimiento como la universidad pública más transparente del país y el organismo público de Jalisco con el mejor portal de transparencia.

La universidad que quisiera enfrenta, sin embargo, varios desafíos que pueden devenir en obstáculos. El anuncio de “cambio de época” por el rector general, desestima que el principio fundamental de la reforma precedente, que subordinaba lo administrativo a lo académico, se ha pervertido; directivos y cuadros medios de la administración central se definen frecuentemente bajo criterios de pertenencia grupal, lo que ha sobrepolitizado la estructura de mando universitaria. Habría que reconocer, no obstante, que los académicos estamos desorganizados, no adoptamos un proyecto propio de cambio de época, pues a diferencia de la anterior reforma, un esfuerzo refundador debe de nacer desde abajo y no verticalmente, como se hizo antes y como se propone continuar ahora.

Con el agravante de que la conducción universitaria actual subordina su desempeño a un proyecto personal de promoción política. Lo cual ciertamente no vulnera la legalidad de su actuación, pero abre cuestionamientos serios sobre sus bases de legitimidad. El interlocutor privilegiado en este I Informe no fue la comunidad universitaria sino personajes de poderes cuestionados, como los gobernadores de Jalisco y Puebla, el cardenal Sandoval; o aliados partidarios que involucran a la universidad en la carrera político-electoral.

Para terminar, comparto cuatro reflexiones de Pablo Latapí, que son cercanas a la universidad que quisiera: “primero, [criticar] el ideal de la ‘excelencia’ que considero perverso [competitividad individualista]; segundo, los equívocos de la calidad educativa, sugiriendo que enfaticemos la calidad en la interacción maestro-alumno y la centremos en formar hábitos de autoexigencia; tercero, el error de una ‘sociedad del conocimiento’ que contemplara sólo el conocimiento útil a la economía y subordinara la universidad a la empresa; y cuarto, lo que llamo ‘la prisión del conocimiento racional’, prisión que hay que romper para abrir la educación a otras dimensiones del ser humano, incluyendo una revisión del sentido del hacer científico”.

• El autor es presidente de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS)

japreco@hotmail.com

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