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viernes, abril 11, 2008

Los sombreros de Calderón

Rafael Segovia
11 Abr. 08
Reforma

Vamos a encontrar una nueva forma de hacer frente a la política, ahora sin líderes ni seguidores, vamos a ser una República de hombres y mujeres, sin nadie que los dirija, porque como el señor Calderón solicita, tampoco habrá curas que tuerzan el pensamiento de nadie en este país. También se puede preguntar si estará permitido escribir y publicar libros. Nada que nos disguste, nada que impida conducirnos a nosotros mismos. No puede imaginarse a alguien más nocivo que un profesor, que un educador, que viene de dux ducis, el que conduce, el que guía. Ese esperpento debe ser y será nombrado por sí mismo para orientar (nótese el matiz para que la sociedad no se desbarranque) y para que los asesinos no maten, como ahora.

Pero mientras nos conducimos nosotros mismos, el señor Calderón ha aceptado ponerse al día y ha decidido entrar de lleno a la modernidad. Sus consejeros de imagen (todo el mundo se deja guiar) le han pedido que tome ejemplo de la moda italiana y así se ha mostrado en Chiapas en una passerella de sombreros. Ninguno de los exhibidos va con un traje de la región. No puede esconder que, si bien nacido en Michoacán, es chilango y panista por los cuatro costados, educado en escuelas de curas y en universidades privadas, político por vocación y porque la política, bien entendida, deja más que la abogacía.

Los que no oyeron con claridad el mensaje fueron los hombres de Acción Nacional. Ahora sienten la necesidad de tener un partido de masas, de encontrar el modo de abrir la afiliación a todos los que tengan un alma afín y se dejen encuadrar debidamente. El voto, el señor Calderón debe saberlo, no cae solo en la urna, el voto debe ser orientado por hombres que en unos casos son voluntarios y en otros profesionales. Al PAN por fin le ha llegado la idea de que la política se profesionaliza y que al ciudadano deben los partidos acercársele e incluso cortejarlo, despertar sus intereses y luchar por ellos. Sólo a través y con ayuda de los partidos se ganan las elecciones. Otras veces a través y con ayuda de la Comisión Federal Electoral, pero todos sabemos que eso sólo lo hacía el PRI.

Mientras el PRI podía ser un modelo, puesto que el PAN está bastante horro de ideas, el gobernador de Chiapas está tomando lecciones de acarreo. Reúne a 10 mil indígenas para que Calderón conozca el placer de dirigirse a una multitud que no podría aglomerar Mouriño ni poniéndose boca abajo. Quienes en las últimas elecciones federales votaron masivamente por el PRI ahora se apretujan para oír al señor Calderón y agradecerle la condición en que se encuentran. No se deben olvidar unas declaraciones por medio de las cuales la Iglesia Católica intercede por los narcotraficantes, protectores benevolentes de la fe. El señor Calderón y los suyos han recibido el mensaje; ahora se espera la respuesta.

La presencia de masas indígenas acarreadas no puede ser tomada en broma. Desde épocas coloniales han sido lo que se llama una masa de maniobra. En la Revolución fueron tropas voluntarias para tal o cual guerra, y la Revolución les pagó con una política "indigenista" que era una forma de reducirlos a su condición, a su marginación. El traje típico es la manera de dejarlos fuera de la sociedad, hacen de ellos mexicanos de segunda. Mejor dicho, sí se ha dicho y escrito hasta la saciedad que México es un país mestizo, hoy podemos mantener esa idea, pero teniendo siempre presente que más que preocuparnos por las culturas indígenas debemos ante todo ver cómo se hacen ciudadanos, hombres y mujeres de partido, aunque se escandalicen los señores del PAN y sus jefes. Los hombres que fueron proletarios durante todo el siglo XIX, es decir, privados de todo derecho político y social por un sistema inhumano, sólo salieron de una auténtica servidumbre formando partidos y asistiendo a la escuela donde las Elba Esther estaban prohibidas.

Que el señor Calderón pida a los habitantes de este país que no escuchen a sus líderes ni tengan grupos, puestos en un plan muy generoso, vamos a considerarlo en lapsus linguae, una afirmación escapada en el ardor del discurso, aprendida recientemente en una lectura apresurada. Si es materia de reflexión no podemos sino escandalizarnos. Pedir que retrocedamos no al medioevo sino al evo completo, como decía un panista, no es digno de un graduado de la Libre de Derecho. Pero algo hay de eso en esa forma de pensamiento. El PAN siempre ha fracasado como partido. Ha desconfiado de sus afiliados, de hombres que antes de ingresar en una organización tenían una idea formada y firme de qué y para qué servía una organización política.

Por lo visto hasta ahora la modernización política de México va a paso de tortuga. Haber desplazado al PRI no ha servido para nada. La corrupción, los asesinatos, el tráfico de drogas están peor que antes de la llegada al poder del misterioso equipo de Los Pinos al que debe sumarse el de Gobernación. Todo este cambio ha terminado en un baile de disfraces. Acción Nacional al poner el adjetivo tras su nombre nos decía, con un tanto de cinismo, que llegaba para cuidar el patrimonio del país. Nos encontramos ahora que lo está malbaratando a sus empleadores, unas empresas -no sabemos quiénes son, pero ya lo sabremos. No ha hecho más que levantarse una punta de la máscara. Un día de éstos tendrán que levantársela todos.

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