La vida (política mexicana) es extraña: el caso del IFE
Jorge Gómez Naredo
La vida suele ser extraña, y más cuando se trata de la vida política mexicana. Hace un año, Luis Carlos Ugalde era reputado de hombre honorable, honesto, apegado a derecho; no se le podía criticar porque, hacerlo, significaba ir en contra de las instituciones, de la democracia, del país, de la patria misma. Las cúpulas panistas y el gobierno federal consideraban impoluto el trabajo hecho por este personaje que llegó a ser consejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE) gracias al apoyo de Elba Esther Gordillo. Hoy las perspectivas para Luis Carlos Ugalde han cambiado. Y han cambiado mucho.
Felipe Calderón llegó a la presidencia de la República a través de un fraude y de la violación a la ley electoral. La campaña de miedo orquestada por el PAN en contra de Andrés Manuel López Obrador no solamente agudizó la división de la sociedad mexicana, también violentó la legalidad. El IFE no hizo nada por impedir este atropello y, Ugalde, se mostró timorato para castigar los excesos de la campaña panista. Apoyó, con descaro, a Felipe Calderón y, sin esperar a que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) validara la elección, declaró presidente al abanderado panista.
El prestigio que había ganado el IFE desde su fundación se volvió cenizas, añicos, nada. Luis Carlos Ugalde no solamente cometió errores, sino que actuó sin imparcialidad y sin objetividad. Las elecciones de 2006 estuvieron marcadas por la guerra sucia panista (el término usado por el periodista Jenaro Villamil y el abogado Julio Scherer Ibarra), por el fraude, por las constantes y nutridas irregularidades. Nadie se salvó, ni el IFE con sus consejeros ni los magistrados del TEPJF. Estos últimos legalizaron una elección que debió se anulada: no castigaron las violaciones a la ley electoral cometidas por muchos empresarios y por Vicente Fox. Nada valió, pues ya estaba decidido en las cúpulas, al interior de los poderes fácticos: el ganador iba ser cualquiera, excepto López Obrador.
Ugalde jugó sucio y destruyó los pequeños avances democráticos del país, pero hizo el trabajo que le impusieron: impedir que la izquierda encabezada por López Obrador llegara al poder. Ahora, la realidad ha cambiado y su permanencia al frente del IFE no es necesaria, no se precisan sus servicios, no es útil, pues. Por eso se le quiere destituir: es un desilusionado más del presidente del “empleo” y las “manos limpias”.
Sin embargo, resulta elocuente el cinismo mostrado en las declaraciones hechas por el todavía consejero presidente del IFE. En varias entrevistas repitió hasta el hartazgo: “se van a llevar entre las patas la independencia y la dignidad del IFE”. No se ha enterado Ugalde que el IFE, en 2006, perdió toda credibilidad como árbitro, pues favoreció a un candidato y no actuó para limpiar la elección, para hacerla verdaderamente imparcial, objetiva, justa.
Luis Carlos Ugalde, durante el proceso electoral de 2006, no actuó como consejero ciudadano sino, más bien, como representante de un partido, de un candidato, del poder ejecutivo. La independencia del IFE quedó severamente cuestionada el mismo 2 de julio cuando, con una diferencia de segundos, Vicente Fox y Ugalde, en dos mensajes, decían absolutamente lo mismo. ¿Dónde ha estado la independencia del IFE que ahora tanto defiende su consejero presidente?
La mayoría de los “periodistas” y presentadores de noticias han puesto el grito en el cielo, pues ven la destitución de los consejeros “ciudadanos” como una venganza de López Obrador. La vida suele ser extraña, y más la vida política mexicana: el que está muerto, el que ya es un cadáver político, el terco, el violento, el que desde el plantón de hace un año ya no pinta, no existe y divaga solamente con unos cuantos seguidores que lo siguen, según estos periodistas, tiene la fuerza para destituir nada más y nada menos que al mismísimo consejero del IFE. La vida política mexicana resulta extraña, y más, cuando es vista desde los ojos de los presentadores de noticias (Ciro Gómez Leyva, Joaquín López Dóriga, Carlos Marín, Carlos Loret de Mola y Denise Maerker) que los miércoles en la noche, por Televisa, dicen discutir “objetivamente”.
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