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martes, enero 22, 2008

Opinión - Jorge Gomez Naredo

Francisco Ramírez Acuña, Juan Camilo Mouriño y la privatización de Pemex

La Jornada Jalisco

El rictus de Francisco Ramírez Acuña al oficializar su “renuncia” a la Secretaría de Gobernación no dejaba lugar a dudas: expresaba enojo, odio, rabia, vergüenza, humillación. Todo junto y todo contenido. Las manos empuñadas y la sonrisa..., la sonrisa perdida, extraviada, dejada en algún lugar lejano. En contraparte, Juan Camilo Mouriño, el español que es español, pero que también es mexicano, ¡que se “siente muy mexicano”!, se observaba satisfecho, jubiloso, regocijado. No ocultaba su triunfo y, ante su víctima, mostraba su superioridad, su cercanía con quien da y quita los puestos. Las victorias se disfrutan y más si son en cadena nacional.

¿Pago de facturas saldado? ¡Por supuesto! Francisco Ramírez Acuña le apostó todo a Calderón cuando, en mayo de 2004, lo destapó como precandidato a la Presidencia de la República en el rancho del todavía hoy subsecretario de Gobernación, Abraham González Uyeda. Este hecho motivó un enfrentamiento con Vicente Fox y en una de sus acostumbradas bravuconerías, el entonces gobernador de Jalisco adujo que a él nadie lo mandaba y que hacía lo que quería, claro está, siempre dentro del “estado de derecho”. Desde ese momento su apoyo a Calderón fue claro. Según cuentas del Instituto Federal Electoral (esa “sagrada” institución que demostró en la gestión de Luis Carlos Ugalde inefable ineptitud y corrupción), Jalisco aportó decenas de miles de sufragios al PAN en las elecciones presidenciales de 2006. Esos favores se pagan: Ramírez Acuña recibió la Secretaría de Gobernación.

Pero el ex gobernador jalisciense no tenía el perfil para ocuparse de la política interna del país. Por eso se le pusieron obstáculos. La Oficina de la Presidencia de la República que dirigió Juan Camilo Mouriño fue, en realidad, la dependencia donde se realizaron las funciones de Gobernación. Fue ahí y no en la Secretaría que ocupaba Ramírez Acuña donde se tomaron las decisiones importantes en el primero año de gobierno de quien ganó la Presidencia a través de un fraude electoral. El entonces jefe de la Oficina de la Presidencia de la República fungía, de facto, como el hombre fuerte de Felipe Calderón.

Juan Camilo Mouriño actuó siempre como alfil de Calderón. No se le veía cotidianamente en los medios de comunicación; sin embargo, coordinaba, regía, aconsejaba, ordenaba, dirigía todo. Era a él a quien se le encargaban las acciones delicadas, el “cabildeo” (siempre “reuniones privadas”) y la toma de decisiones. Ramírez Acuña, en cambio, se consolidaba como un secretario gris (y sí que lo era), sin tacto político, siempre proclive a la represión y a las determinaciones atrabancadas. Nombró en los cargos más importantes de la dependencia a su gente, los que lo han acompañado durante su carrera política en Jalisco. Ramírez Acuña tenía el puesto, sí, pero carecía de lo más importante: el poder real. Esto no le impedía verse, imaginarse, soñarse como el próximo candidato panista a la Presidencia de la República.

Las facturas se pagan y Calderón retribuyó una de ellas al colocar a Ramírez Acuña como secretario de Gobernación. La salida del ex gobernador jalisciense de dicha dependencia no se debió a su probada ineficacia: la mayoría de quienes acompañan a Calderón en el gabinete poseen el mismo problema. Fue otra la razón.

Felipe Calderón es un Presidente maniatado: tiene que pagar multitud de facturas a quienes lo apoyaron en las elecciones de 2006. Una es la más importante: la privatización de Pemex. Para que se abra al capital privado la industria petrolera mexicana se precisa negociar con la venal elite política mexicana y con el duopolio televisivo. Juan Camilo Mouriño está en la Secretaría de Gobernación para eso: pactar con el PAN, el PRI, los gobernadores, Televisa y TV Azteca la reforma energética (que simple y llanamente significa privatización) y contener el descontento social. Pero no solamente eso. Está ahí porque es, desde ahora, el candidato de Calderón a la Presidencia de la República en 2012.

Daniel Lizárraga, en el número 1627 del semanario Proceso, describió nítidamente al hoy secretario de Gobernación: “Sus amigos celebran su astucia, destacan su olfato político y rinden tributo a su agilidad para solucionar problemas. Quienes no lo son, lo tildan de autoritario, maquiavélico y dueño de una vasta red de influencias que incluyen a legisladores, dueños de medios de comunicación, líderes partidistas y gobernadores”. Mouriño será la persona encargada de buscar la privatización de Pemex y la concreción de las reformas judicial y laboral, las cuales legalizan las violaciones a los derechos humanos y cancelan las conquistas de la clase obrera mexicana.

Francisco Ramírez Acuña y su grupo político regresan derrotados a Guadalajara. En el Distrito Federal, el círculo cercano a Felipe Calderón se apodera de los puestos más importantes del gabinete federal. Mientras tanto, abajo, en el pueblo, se gesta un movimiento social para defender los recursos energéticos del país. La lucha, la verdadera batalla, ha comenzado.

jorge_naredo@yahoo.com

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