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domingo, junio 03, 2007

Opinión - Raul Zibechi

Disparen contra Chávez


Este sábado miles de simpatizantes del presidente venezolano Hugo Chávez marcharon en la capital de ese país en apoyo de la decisión de no renovar la concesión a Radio Caracas Televisión Foto: Reuters

La Jornada

La polémica generada por la decisión del presidente venezolano Hugo Chávez de no renovar la concesión a Radio Caracas Televisión (RCTV) está mostrando la forma de operar de las derechas latinoamericanas, que consiste en repetir los argumentos que esgrimen las usinas globales de Estados Unidos y Europa.

Apenas se escarba en el magma informativo provocado por la no renovación de la concesión a RCTV, se constata que las opiniones de los medios y de numerosos "analistas" del Sur muestran lo que verdaderamente son: repetidores de las ideas difundidas por los think tanks del Norte. Por eso conviene ir por partes, para ver quién pone las ideas y quiénes se hacen los distraídos, como si la libertad de expresión no tuviera una larga y triste historia que, en este continente por lo menos, incluye un amplio abanico de violaciones: desde periodistas desaparecidos hasta ese pertinaz goteo de despidos de trabajadores de los medios.

Quién pone las ideas

Las usinas del pensamiento conservador estadunidenses y europeas son las que están detrás de buena parte de los argumentos que esgrimen los periodistas y los políticos de la derecha latinoamericana. Hasta ahora eran los centros de estudios de Estados Unidos los que mayor influencia tenían en la región. Pero eso parece estar cambiando. Un buen ejemplo es la española Fundación de Análisis y Estudios Sociales (FAES), desde la cual el ex presidente José María Aznar -quien se identifica con el franquismo, como demostró su partido en meses recientes- influye en los partidos de derecha de América Latina. "Una agenda de libertad" se titula el más reciente informe para la región, que fue presentado a finales de mayo en Buenos Aires y Sao Paulo. El documento define los problemas de este continente: "populismo revolucionario", "neoestatismo", "indigenismo racista" y "militarismo nacionalista".

Dicho informe sostiene que los partidos de la derecha de nuestro continente (liberales, democristianos y conservadores) deben plantearse "el objetivo común de derrotar democráticamente el proyecto del 'socialismo del siglo XXI'". En paralelo defiende que Estados Unidos tenga una presencia más activa en América Latina. Qué tan democrático es el camino que propone Aznar, lo revelan sus contactos locales. En Argentina presentó su informe junto al analista Rosendo Fraga, quien apoyó la última dictadura militar que provocó el mayor genocidio en la historia de ese país. En Brasil lo hizo junto a Jorge Bornhausen, dirigente del Partido Demócrata (ex Partido del Frente Liberal), el más cercano a la dictadura militar de los 60. Estas son las amistades de Aznar, quien pese a ello califica al gobierno de Chávez de "siniestro" y "totalitario".

Más allá de las personas, interesa observar cómo los medios reproducen los análisis que emiten esas usinas del pensamiento conservador. Uno de los medios más influyentes del continente es el diario argentino La Nación, partidario de todas las cruzadas antipopulares y fiel representante de los intereses de las multinacionales. El domingo 27 publicó un informe de una página a seis columnas titulado "La prensa de América del Sur, en la mira". La periodista se detiene en lo que considera "una guerra entre prensa y gobierno", y lo hace repasando la situación en siete de los 10 países del subcontinente: Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Uruguay y Venezuela. Deja de lado tres naciones en las que, todo indicaría, la libertad de prensa no está amenazada: Colombia, Paraguay y Perú. En suma, optó por los gobiernos que con mayor o menor énfasis ponen reparos al modelo neoliberal.

Llama la atención la dureza con la presidenta chilena Michelle Bachelet. Con base en una "fuente" que prefirió "mantenerse en el anonimato", la periodista concluye que "la presidenta tiene obsesión por las filtraciones", que atribuye a "su mentalidad más ideológica" respecto de su antecesor Ricardo Lagos, por lo que "muchos canales de información se cerraron". Habla incluso de que algunos corresponsales extranjeros se quejaron de "maltrato oficial" por su escaso contacto con los medios.

Luiz Inacio Lula da Silva tampoco sale bien parado. Lo acusa de que su vínculo con la prensa "nunca fue muy intenso", que "evita el contacto con los medios cada vez que puede" y que, "a diferencia de Bachelet, Lula llevó el hermetismo un paso más allá". Y de haber criticado a la prensa por publicar "sólo malas noticias". En este crescendo de La Nación, Tabaré Vázquez ocupa el tercer lugar. "Su gobierno suele acusar a los medios de 'conspiraciones y complots', y el mandatario llegó a difundir en 2006 una lista negra de medios, a los que acusó de integrar la 'oposición'". Recogiendo un informe de marzo pasado de los empresarios de la prensa (Sociedad Interamericana de Prensa), sostiene que existe un "hostigamiento contra la libertad de prensa y contra la prensa independiente". Con Néstor Kirchner, La Nación es implacable. El calificativo de "autoritario" es el más suave que le endilga.

El plato fuerte son los gobiernos más duros con Washington y con los organismos financieros internacionales. Según el diario argentino, Chávez abrió el camino del "cerrojo a la libertad de expresión", que tanto Evo Morales como Rafael Correa están comenzando a recorrer. La tesis que sustenta esas afirmaciones es interesante: como los partidos políticos se han vaciado y ya no son representativos, los medios asumen el papel de encabezar la crítica, y por ese motivo son castigados por esos gobiernos. La conclusión viene casi al comienzo del artículo: "Desconfiados y suspicaces, los gobiernos regionales adoptan cada vez más la confrontación como estrategia respecto de la prensa". Dicho de otro modo: ahora que los neoliberales no controlan los estados ni cuentan con partidos con apoyo de masas a su disposición, no tienen otra salida que apoyarse en los medios de comunicación para hacer prevalecer sus intereses.

Un caso paradigmático

El periodista español David Carracedo acaba de publicar un exhaustivo informe, en el cual muestra que en años recientes 293 medios de todo el mundo sufrieron clausura, revocación o no renovación de sus licencias: 77 emisoras de televisión y 159 radios en 21 países. Sólo en Colombia, 76 radios comunitarias fueron clausuradas. En marzo de este año, TeleAsturias (España) vio revocada su onda de transmisión por motivos técnicos. El documento no incluye la clausura de Radio Panamericana de Uruguay, por lo que vale la pena recordar el mayor atentado contra la libertad de expresión desde el retorno del régimen electoral, en 1985.

El 26 de agosto de 1994 una resolución del gobierno presidido por Luis Alberto Lacalle clausuró 48 horas las radios Panamericana y Centenario, por haber transmitido los sucesos del Hospital Filtro del 24 de agosto. Ese día se produjo una concentración contra la extradición de varios ciudadanos vascos detenidos en ese hospital, acusados de pertenecer a ETA. El intento de los manifestantes por impedir la extradición provocó una fuerte carga policial que se saldó con un muerto y decenas de heridos, algunos graves. El mismo día que se decretaban las clausuras temporales otra resolución revocaba la autorización otorgada a Panamericana.

Los partidos Colorado y Nacional respaldaron al Ejecutivo. La asociación de propietarios de los medios, Andebu, tuvo serias dificultades para llegar a un acuerdo interno que le permitiera hacer un pronunciamiento público. Dos semanas después de la clausura de Panamericana, Andebu expresó "su preocupación por los procedimientos realizados por el Poder Ejecutivo". Pero no dejó de manifestar en el mismo comunicado "preocupación por el contenido de las emisiones de Radio Panamericana", que habían convocado a las manifestaciones en solidaridad con los vascos, "por ser contrarias a los principios que rigen la conducta de los miembros de la radiodifusión uruguaya". Una declaración que contrasta vivamente con la emitida días antes contra la no renovación del permiso a RCTV, que la definió como "gravísima agresión a la libertad de expresión".

El ex presidente Julio María Sanguinetti aseveró en días recientes que "Venezuela está entrando en un terreno muy preocupante de deterioro de la democracia", y aseguró que el caso de RCTV significa "un colapso de la libertad". Los nacionalistas, que eran gobierno en 1994, cuando se clausuró Panamericana, aseguraron que la decisión de Chávez es "una violación a los derechos humanos", y el presidente de ese partido, Jorge Larrañaga, declaró que "es un ataque a la libertad de prensa, un atentado contra las libertades públicas, lo cual prueba que el régimen del señor Chávez es un rengo desde el punto de vista democrático".

El contraste entre los sucesos de 1994 en Uruguay y las actitudes actuales de la derecha respecto de RCTV ponen en blanco sobre negro que la tan mentada libertad de expresión es apenas una excusa para atacar y derribar gobiernos que buscan salir del modelo neoliberal. Y que, huérfanos de apoyo popular, sólo pueden hacerlo provocando situaciones de gran inestabilidad que crean las condiciones para golpes de Estado. Es la estrategia diseñada por Aznar, fiel amigo de Bush, Blair y Sarkozy.

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